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Paz, 'statu quo' o guerra abierta: los escenarios que se abren tras la anexión rusa del este de Ucrania

El presidente ucraniano reacciona pidiendo la adhesión exprés a la OTAN. Bruselas asegura que los anuncios de Putin "no cambian nada" porque el territorio "es y será ucraniano".

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, junto al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, en una imagen de archivo
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, junto al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, en una imagen de archivo. Valentyn Ogirenko / Reuters

Horas después del inicio de la invasión rusa, Ucrania solicitó la entrada exprés a la UE. Minutos después de la anexión este viernes de Moscú de las cuatro regiones ocupadas de Lugansk, Donestk, Jersón y Zaporiya, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski, ha pedido la entrada a la OTAN a través de procedimiento urgente.

El 24 de febrero de 2022, día de inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania, cambió el mapa de seguridad europeo y global para siempre. Siete meses después, el 30 de septiembre, será otro de esos eventos catalizadores que pasará a los libros de Historia. Vladimir Putin ha anunciado la anexión de cerca del 15% de territorio ucraniano provocando el mayor cambio de fronteras a la fuerza en Europa de las últimas décadas. Y lo que todos se preguntan ya es: ¿y ahora qué?

La primera reacción europea ha sido la esperada. Los 27 Estados miembros han emitido una declaración conjunta condenando esta "vulneración flagrante contra la independencia, soberanía y la integridad territorial de Ucrania", mostrando su apoyo a Kiev y amenazando con más sanciones. "La anexión ilegal proclamada por Putin no cambiará nada. Todos los territorios ocupados de forma ilegal por los invasores rusos son y pertenecen a Ucrania y serán siempre parte de esta nación soberana", ha asegurado Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. "Donetsk es Ucrania. Lugansk es Ucrania. Jersón es Ucrania. Zaporiya es Ucrania. Igual que Crimea es Ucrania", ha coincidido Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, en rueda de prensa.

La atmósfera en los pasillos de Bruselas es casi más tensa e incierta en estos momentos que durante el propio inicio de la guerra. Nadie sabe cuál es el límite de Putin. Y la propia Von der Leyen ha reconocido la ingenuidad de una UE que, hasta horas antes de la llegada de los tanques, recelaba de que Putin fuera capaz de ir tan lejos.

Tras más de siete meses de contienda, Moscú ha redoblado las amenazas de ataque nuclear. En su discurso de este viernes, Putin ha hecho referencia a que fue Estados Unidos quien utilizó el arma atómica en Japón "sentando un precedente".

A pesar de que el gran objetivo de Occidente desde el inicio de la guerra ha sido mantener el equilibrio entre apoyar de forma inequívoca a Ucrania y no verse arrastrado a la guerra, esta línea es cada vez más delgada.

La UE sospecha que Rusia está detrás de las cuatro fugas detectadas esta semana en los gasoductos del Nord Stream I y Nord Stream II. Algo que será difícil de demostrar y que tanto en la UE como en la OTAN consideran un acto de "sabotaje". De demostrarse, significaría el primer ataque directo de Rusia a infraestructuras europeas en medio de la guerra energética que libran en paralelo Bruselas y Moscú. "Rusia está poniendo la seguridad global en riesgo", advierte el bloque comunitario.

El territorio "robado" por el Kremlin tras sendos "referendos fraudulentos" equivale a la extensión total de países como Portugal o Bulgaria. La estrategia de la UE en el corto plazo es aprobar un octavo paquete de sanciones, que todavía está a debate en las capitales y que es muy descafeinado. El alcance de esta medida es inversamente proporcional a la magnitud de los acontecimientos sobre el mapa europeo: el mayor intento de anexión de territorio europeo por la fuerza desde la Segunda Guerra Mundial.

En el medio, Bruselas apuesta por hacer frente común en los países y organizaciones internacionales para boicotear este reconocimiento y convertir a Rusia en un Estado paria a todos los niveles. La propia China, uno de los más cercanos y valiosos aliados de Rusia, no reconoció la anexión de Crimea de 2014.

El interrogante es ya cuál será el límite expansionista de un Putin que comenzó en la guerra de Georgia de 2008, continuó en Crimea en 2014 y hoy culmina su gran golpe de efecto sobre el tablero de ajedrez global. Un movimiento que puede abrir la puerta a tentaciones por parte de otros países.

Algunas voces llaman a expulsar a Rusia del Consejo de Seguridad de la ONU, un paso que las propias Naciones Unidas han eludido. El alcance de todo demuestra, sin embargo, la magnitud de unos acontecimientos que se perciben como mucho más inquietantes que tras lo ocurrido siete años atrás. "Es mucho peor que Crimea", aseguraba Zelenski a Macron tras el estallido de la guerra. "Sí, es una guerra total", asumía el inquilino de El Elíseo.

Tres escenarios

Con una batalla sin visos de acabar en el corto plazo y con un inquilino del Kremlin crecientemente arrinconado sobre el terreno, a nivel interno y en la comunidad internacional -con China e India mostrando reservas en público durante los últimos días- el devenir de los acontecimientos es difícil de vaticinar. La propia guerra pilló a la UE con el pie cambiado a pesar de la presencia de más de 100.000 soldados rusos acechando las fronteras ucranianas.

Uno de los escenarios que se abren es el de que esta anexión ilegal provoque el efecto contrario y empuje a las partes a sentarse por primera vez en la mesa de negociación para pactar un alto al fuego. No parece la coyuntura más probable. Desde el inicio de la guerra, las negociaciones de paz han estado ausentes. Y la prioridad de Occidente ha sido rearmar y fortalecer al Ejército ucraniano para que resista y para que llegue lo más fuerte posible en las hipotéticas y futuras conversaciones de alto al fuego.

El que cobra fuerza a medio camino es el de un enquistamiento de la guerra, como ya ocurrió en 2014. Fuentes diplomáticas aseguraban esta semana que esperaban que la guerra continuase durante la Presidencia española del Consejo, que arranca el próximo 1 de julio.

Hace siete años, Rusia apadrinó a Crimea como una de sus provincias ante la frustración y la renovación de sanciones por parte de los europeos. Pero las medidas restrictivas impuestas este 2022 nada tienen que ver con las aprobadas antaño. Y la incógnita es ya cuán más lejos pueden ir y hasta cuándo podrán sostenerse tanto en Rusia como en la UE. La de hoy es, en palabras del líder de la Alianza Atlántica, "la mayor escalada desde el inicio de la guerra". "Lejos de demostrar fuerza, muestra debilidad evidenciando que la guerra no va según lo planeado por Putin", ha afirmado.

El escenario más temido es el de una guerra abierta y directa entre Occidente y Rusia, que tendría consecuencias impredecibles, pero por descontado desastrosas. La UE y al OTAN han descartado este caso desde el inicio de la guerra, pero con la escalada imparable y la tensión in crescendo se corre el riesgo de que ocurra un paso mal calculado.

Una de las justificaciones de Rusia para invadir a su vecino fue las pretensiones de Ucrania, país que Moscú considera de su área de influencia, para entrar en la OTAN.

Con la petición formal impulsada este viernes por Zelenski, ese escenario cobra más fuerza. Pero todo hace indicar que, al igual que como ocurrió con la solicitud para formar parte de la UE, este movimiento no se consumará en el corto-medio plazo por varias razones: sería echar gasolina a una situación ya incendiada, Ucrania no cumple los estándares democráticos y de estabilidad requeridos y la Alianza Atlántica se pegaría un tiro en el pie incorporando a un país con fronteras difusas y con una parte ocupada por nada menos que Rusia.

"La puerta de la OTAN está abierta y lo hemos demostrado en los últimos años. Ya en Madrid dejamos claro que apoyamos los derechos de Ucrania de seguir su propio camino", ha asegurado Stoltenberg preguntado al respecto. La membresía debe aprobarse por unanimidad de los 30 aliados, algo que no parece muy tangible. En los cuarteles generales de la Alianza Atlántica aseguran que Kiev tiene derecho a recuperar su territorio, pero siguen insistiendo en que no entrarán en el cuerpo a cuerpo militar con Rusia.

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