beirut
Líbano, pequeño país mediterráneo situado en el cruce de todos los conflictos de Oriente Medio, celebra sus primeras elecciones legislativas en nueve años. Casi 600 candidatos compiten por los 128 escaños del Parlamento, cuyo mandato ha sido ampliado hasta en tres ocasiones. Retratos de los aspirantes en todos los tamaños han invadido puentes, autopistas, paredes y edificios ante la mirada apática de una ciudadanía que espera poco o nada de su corrupta clase política.
Pero junto a los "sospechosos habituales" (unas pocas familias llevan décadas copando el poder y pasándose el mando como si fuera hereditario) han irrumpido por primera vez decenas de miembros de la sociedad civil que, de forma independiente o englobados en plataformas y partidos ciudadanos, concurren en estos comicios para desafiar a los políticos tradicionales.
"Somos una nueva generación de gente joven, ampliamente preparada, con potencial y capacidad para cambiar este país", asegura Farah Issa, profesora de Derecho y candidata del partido Sabaa en Trípoli (norte). Su formación, que lleva un 39% de mujeres en su lista, forma parte de las múltiples iniciativas políticas surgidas al calor de las protestas de 2015 por la crisis de la gestión de la basura, que la ciudadanía convirtió en un alegato contra la corrupción que empantana el país. La nueva ley electoral aprobada en verano de 2017, que hacer posible un reparto proporcional de los escaños frente a la antigua regla de mayorías en la que el ganador se lo llevaba todo, ha facilitado por primera vez la entrada en liza de nuevas caras y propuestas.
Para estas elecciones, Sabaa y otra decena de plataformas ciudadanas se han unido en una lista electoral única, Kulluna Watani (Todos/as por la Nación), que concurrirá en 9 de los 15 distritos del país con un programa común. Las principales propuestas de este movimiento secular giran en torno a la separación de la religión y el Estado en el ultraconfesional Líbano (18 religiones oficiales, que determinan los derechos de los ciudadanos en función de su credo), medidas exhaustivas para combatir la corrupción y el nepotismo imperantes, y reformas económicas que acaben con el estado de paralización en el que el país lleva años sumido.
"Queremos desmantelar el Estado confesional, acabar con las políticas sectarias y construir un Estado civil justo"
"Queremos desmantelar el Estado confesional, acabar con las políticas sectarias y construir un Estado civil, capacitado y justo", afirma Rania Masri, investigadora medioambiental y candidata en el distrito de Baabda del partido Ciudadanos en el Estado, también integrante de Kulluna Watani. Su grupo, uno de los más progresistas de la coalición, incide en la necesidad de implantar un sistema fiscal progresivo y servicios públicos de calidad en Líbano, que ha sufrido privatizaciones masivas, donde no se puede beber agua del grifo, hay cortes de electricidad de entre 3 y 14 horas diarias, internet funciona a pedales y las comunicaciones tienen un precio prohibitivo.
Los derechos civiles también vertebran la campaña de la sociedad civil, que exige igualdad para las mujeres y la comunidad LGBT, y más derechos para los refugiados sirios y palestinos, incide Masri, añadiendo la apuesta por la ecología y un cambio del modelo productivo en el país, el tercero más endeudado del mundo.
Entre los candidatos civiles abundan los profesionales del mundo de la comunicación y los docentes universitarios, que se codean con abogados, investigadores o periodistas, muchos de ellos con larga experiencia en la lucha social a sus espaldas. "Somos activistas convertidos en fuerza política. Estamos haciendo el mismo ejercicio con herramientas distintas, porque queremos que nuestras ideas se traduzcan en cambios reales", afirma el consultor en gestión Gilbert Doumit, candidato de LiBaladi, otro partido incluido en la gran coalición civil. Si su discurso recuerda a Podemos es porque "en efecto, nos hemos inspirado bastante en ellos", admite. Su formación está compuesta mayoritariamente por exintegrantes de la plataforma ciudadana Beirut Madinati surgida tras las protestas de 2015, que se presentaría a las elecciones municipales de 2016 cosechando un más que decente 40% de los votos.
"No tienen ninguna posibilidad"
Aunque el objetivo declarado sea entrar en el parlamento cuan caballo de Troya para romper el monopolio de las grandes formaciones políticas, no lo tienen fácil: los partidos tradicionales cuentan con una financiación millonaria, mientras que la mayoría de nuevas plataformas deben contentarse con campañas de crowdfunding y pequeñas aportaciones de sus seguidores para afrontar los gastos de la campaña. La cobertura mediática tampoco ayuda: la televisión, medio por el que se informa el 90 % de los libaneses, ignora sistemáticamente a los partidos independientes, que ante los precios exorbitados de la publicidad pagada, multiplican eventos, entrevistas, vídeos y directos en las redes sociales para darse a conocer. "La gente nos anima mucho. Que personas como yo mismo, sin recursos económicos ni padrinos políticos, seamos capaz de organizarnos en un grupo para plantar cara a quienes están en el poder desde hace 30 años es algo muy grande", se entusiasma Doumit.
Los expertos no creen en los nuevos candidatos: "Un 'me gusta' en Facebook no quiere decir que te vayan a votar. En Líbano sigue rigiendo el voto clientelar"
Pero ante el optimismo de los nuevo candidatos, los expertos lanzan un jarro de agua fría: "Que te den un 'me gusta' en Facebook no quiere decir que te vayan a votar. En Líbano sigue rigiendo el voto clientelar y se premia la lealtad a tu secta, no a tu país", afirma el analista político Makram Rabah, recordando que la gente está habituada a apoyar a aquellos de los que espera conseguir favores a corto o largo plazo, y que la compra de votos está a la orden del día. "Siempre es bueno que haya elecciones, pero la nueva ley es publicidad engañosa: pone un umbral demasiado alto para lograr escaños; solo da ventaja a los grandes partidos y los pequeños no tienen ninguna oportunidad", agrega el
Rabih Haber, director de la empresa de sondeos Statistic Lebanon, también considera que el nuevo parlamento no diferirá demasiado del actual, y que como hasta ahora el Movimiento del Futuro del primer ministro Saad Hariri, la Corriente Patriótica Libre del presidente Michel Aoun, el Movimiento Amal del jefe del Parlamento Nabih Berri y Hizbolá seguirán siendo principales actores políticos. "El voto preferencial incluido en la ley (que sigue un sistema híbrido por el cual los votantes deben elegir una lista cerrada y un candidato en particular dentro de esa lista) da una fuerte ventaja a las grandes figuras de stablishment. Frente a ello, las posibilidades de ganar de las plataformas ciudadanas son cercanas a cero", considera este analista, que no les augura más de una decena de escaños.
Pese a todo, los nuevos aspirantes no se desaniman: "Diez escaños te dan poder de bloqueo, permiten apelar al Consejo Constitucional, impulsar iniciativas parlamentarias... diez es el número mágico", asegura Mark Daou, candidato independiente por la lista Hada Minna (Uno de nosotros/as) en el distrito de Aley-Chouf, al sur-este de Beirut. Además, "cada vez más gente entiende que no es posible seguir apoyando a la vieja guardia y ha decidido que no volverán a votarlos. Nosotros nos dirigimos esa mitad de la población, menor de cuarenta años, que está preparada para el cambio, no a la otra mitad", señala este profesor de la Universidad Americana de Beirut experto en comunicación.
"Una minoría ruidosa"
Daou se refiere a esa juventud de clase media y alta, con estudios superiores, muchos con estancias de trabajo o estudios en el extrajero, que según los analistas serían los más proclives a decantarse por los nuevos partidos seculares. En torno a medio millón de libaneses de entre 18 y 29 años, que no tenían la edad mínima cuando se celebraron las últimas elecciones legislativas en 2009, podrán votará por primera vez el 6 de mayo.
La calle Armenia, animada zona de marcha nocturna en el barrio de Mar Mikhail de Beirut, rebosa de jóvenes como cada viernes noche. "Tenemos que darles una oportunidad, por primera vez siento que algo puede cambiar", explica desde uno de los bares el treintañero Alain, que regresó a Líbano hace un año tras vivir una década en distintos países de Europa. A su lado, Maria, diseñadora gráfica en la veintena, reconoce que los nuevos partidos tienen poco que hacer frente a los tradicionales, pero que aún así votará por ellos. Ambos se sienten esperanzados por el surgimiento de alternativas políticas procedentes de la sociedad civil y aseguran que en su entorno muchos votarán por el cambio, aunque asumen que se mueven en una burbuja alejada de la mentalidad de la mayoría de la población.
"El cambio es difícil porque requiere esperanza y para los libaneses, que han sufrido tanto, la esperanza es un recurso escaso"
Libaneses como Mahmoudi, taxista originario de Sidón (sur), que interrogado por su opinión sobre los candidatos independientes, devuelve una cara de pócker a través del retrovisor. "Ni me suenan", responde escéptico mientras trata de sortear uno de los interminables atascos de Beirut, "pero imagino que al final serán igual que el resto, todos unos ladrones".
"Los nuevos partidos seculares apostaban también por el caladero de votos de los libaneses residentes en el exterior, a los que la nueva ley permite votar por primera vez. De la gigantesca diáspora de este país (se calcula que son unos 10 o 12 millones, entre migrantes y sus descendientes, aunque solo una minoría conserva la nacionalidad), 900.000 tenían derecho a voto. De estos, menos de una décima parte se prerregistró para participar en los comicios. En todo caso, el domingo 6 de mayo serán los electores indecisos y los abstencionistas quienes decidirán si los independientes entran en el nuevo parlamento".
Estos lo saben, y por ello oscilan entre el optimismo cauto y el realismo prágmático: "El cambio es difícil porque requiere esperanza y para los libaneses, que han sufrido tanto, la esperanza es un recurso escaso", opina Rania Masri. "Pero estamos en el momento de cocinar la transformación: vemos que, al decirle a la gente 'no pidas favores, exige derechos', se siente empoderada. Yo creo que entraremos aunque seamos una minoría. Seremos una minoría ruidosa".
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