Este artículo se publicó hace 17 años.
Las nuevas amistades de Sarkozy hieren la sensibilidad de Francia
El presidente francés recibe a Gadafi en París con alfombra roja entre las críticas de la oposición
La espectacular visita del coronel Muammar al Gadafi a Francia a partir de hoy y durante cinco largos días ha desatado una intensa polémica en la clase política y la sociedad civil.
La razón no es tanto el hecho de recibir a un dictador, cosa que esta capital hace con frecuencia. Lo que se reprocha al presidente Nicolas Sarkozy es que, al desplegar tanto y tan largo la alfombra roja, dé la impresión de que Europa se arrodilla a los pies de un tirano con tal de obtener contratos.
Por una vez, la ex candidata socialista a la presidencia, Ségolène Royal, ha logrado encontrar un tono justo que resume el KO que vive la opinión francesa y quienes apostaron en su día por Sarkozy pensando que iba a moralizar la diplomacia francesa.
Royal puso en duda que haya que "arrodillarse ante los intereses financieros", y calificó de "odioso" que con la visita "se mancille la tradición de defensa de los derechos humanos, a cambio de algunos hipotéticos contratos".
El dedo en la llaga
Con esa declaración, que corona una larga lista de denuncias procedentes tanto de los partidos de la oposición de izquierda y del centro como de algunos miembros de la mayoría gubernamental, Royal ponía el dedo en la llaga.
Todos los presidentes franceses han olvidado alguna vez en el armario- a veces durante años- la tradición de defensa de los derechos humanos. Pero sólo Sarkozy se ha atrevido a rebajar tanto el rango de Francia, al poner la Ciudad de la Luz a los pies de un dictador, a cambio sólo de contratos y de la posibilidad de conservar algo de su influencia en África.
Para el dictador libio, arrancar a Francia una estancia de cinco días, que no tiene el rango de visita de Estado por pura hipocresía, es un éxito alucinante.
El dirigente magrebí en busca de respetabilidad se aloja en la residencia oficial del Hotel de Marigny, al lado del Elíseo, donde podrá desplegar su ya célebre tienda beduina, su guardia de amazonas y demás folklore.
No sólo se reunirá con Sarkozy en varias ocasiones sino que cenará con él en Versalles, participará en una partida de caza y hasta probablemente pueda visitar la tumba del General De Gaulle, Sancta Sanctorum de la Va República.
El ex primer ministro conservador Jean-Pierre Raffarin, a cuya lengua de doble filo los sarkozyanos ya se van acostumbrando, resumió la situación con un estoico: "las enfermeras búlgaras bien valen una visita".
Efectivamente, es inevitable la referencia a la operación de julio pasado, cuando el nuevo poder sarkozyano se apresuró a echar el guante al esfuerzo diplomático europeo para apuntarse el tanto de la liberación de las enfermeras.
Pero esa referencia no basta para explicar lo que está ocurriendo, como la filmación de una televisión en la que Sarkozy, en Lisboa, susurra al oído a Gadafi que es "muy feliz de poder recibirlo" en París.
De alguna manera, Gadafi y Sarkozy estaban hechos el uno para el otro.El dictador libio tiene fondos a mansalva, pocos escrúpulos y es experto en artificios supra-estatales, como la Unión del Magreb Arabe o la República Arabe Unida. Nicolas Sarkozy dirige una Administración que requiere fondos a mansalva y también busca crear una nueva entidad supra-estatal llamada Unión Euromediterránea. Medias naranjas.
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