madrid
Benjamin Netanyahu está contra las cuerdas en Israel y sabe que solo una victoria contundente en Gaza podrá evitar su caída. Pero no la condena de la Justicia internacional, que ya ha puesto en su punto de mira al primer ministro israelí y a su titular de Defensa, Yoav Gallant, por cometer crímenes de guerra y de lesa humanidad contra el pueblo palestino.
Acuciado por la orden de arresto que ha pedido este lunes Karim Khan, fiscal general de la Corte Penal Internacional (CPI), Netanyahu solo puede ahora confiar en que sus críticos en el Gobierno, junto con buena parte de la población israelí y sus aliados estadounidenses, cierren filas en torno suyo frente a la presión mundial ante el genocidio cometido por el Ejército de Israel en Palestina siguiendo sus órdenes directas.
Por ello, Netanyahu insiste en concluir el asalto a Rafah, en el sur de Gaza, última fase de la campaña militar lanzada sobre este territorio hace más de siete meses y que ya ha dejado más de 35.500 palestinos muertos y cerca de 80.000 heridos.
Incluso aunque no sepa qué hacer con Gaza al terminar la guerra y mientras algunos de sus aliados en el Gobierno le exigen que, además de acabar con las milicias de Hamás en la Franja, invada el sur del Líbano para aplastar a los paramilitares proiraníes de Hizbulá.
Incertidumbre tras la muerte de Raisi
Esto sucede en un momento de máxima tensión en Oriente Medio, tras la muerte este domingo en un accidente de helicóptero del presidente de Irán, Ebrahim Raisi, el ministro de Exteriores de la República Islámica, Hossein Amir Abdollahian, y otros altos funcionarios iraníes.
Esta catástrofe ha puesto en vilo la estrategia de Teherán en la región. Irán es precisamente el mayor aliado de Hizbulá y no parece que vaya a consentir su erradicación del sur del Líbano en un nuevo frente de guerra israelí, como piden muchos ministros de Netanyahu.
Raisi era considerado un potencial sucesor del líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, y era partidario de la línea dura contra Israel y Estados Unidos. Bajo su mandato, en abril Irán lanzó una oleada de misiles y drones contra Israel en respuesta al previo ataque israelí contra la embajada de Teherán en Damasco.
Tras la posterior represalia israelí al bombardeo masivo iraní, también moderada, la partida había quedado en tablas. Ahora, la muerte de Raisi puede conmover el tablero de nuevo. Su sucesor, el hasta ahora vicepresidente Mohamad Mojber, se enfrenta a una posible reacción de Israel en dirección hacia el Líbano y contra Hizbulá como huida hacia delante de Netanyahu ante la doble presión internacional y doméstica.
Estados Unidos, inmerso en la crisis regional por su alianza con Israel, estaba negociando en Omán con los iraníes para evitar que se produjera una nueva escalada de tensión que pudiera menoscabar aún más la imagen de Israel.
También piden la detención de los líderes de Hamás
No es posible predecir dónde quedarán estos contactos tras la petición de arresto del fiscal Khan, que, además de los dos políticos israelíes citados, ha instado a los jueces de la CPI ordenar la detención del líder de Hamás, Yahya Sinwar, del jefe de su oficina política, Ismail Haniyeh, y del comandante militar Mohammed Dief.
Estos dirigentes de Hamás son considerados por el fiscal responsables de los asesinatos, torturas, violaciones y otras atrocidades cometidos por milicianos de esa organización en territorio israelí el 7 de octubre pasado, cuando la masiva incursión de esos guerrilleros acabó con la vida de 1.200 personas.
Además, cerca de 240 israelíes y ciudadanos de otros países fueron secuestrados y llevados a Gaza. Un centenar fueron liberados en la tregua de siete días de noviembre. Otro número indeterminado, unos treinta o cuarenta, pueden haber muerto asesinados por Hamás o en los bombardeos del Ejército israelí.
La libertad del centenar de rehenes restante es exigida por la población israelí, que lleva protagonizando desde el principio de la campaña militar en Gaza continuadas manifestaciones en las que reclaman la dimisión de Netanyahu por su ineptitud a la hora de negociar el rescate de los cautivos.
Una masacre interminable
El destino de los rehenes es una de las causas que ha abierto profundas brechas en la coalición de Gobierno israelí, así como el futuro de Gaza una vez que termine la guerra. Casi todos los miembros del Gabinete de Guerra son partidarios de la actual ofensiva en la ciudad sureña gazatí de Rafah, donde siguen los bombardeos y la expulsión de sus habitantes y de los desplazados que acabaron en esa urbe huyendo de la destrucción del resto de la Franja.
De Rafah ya han huido más de 810.000 personas, del millón y medio que acogía esta ciudad antes de que el 6 de mayo comenzara el asalto israelí. El comisario general de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA), Philippe Lazzarini, lamentó en una rueda de prensa en Amán que no existe ya "ningún lugar seguro" para los civiles en Gaza y por eso "la gente no tiene más opción que regresar a ciudades destrozadas e infraestructuras que no funcionan, incluso aquellas que pertenecen a la ONU".
Desde el 6 de mayo, no ha llegado apenas ayuda humanitaria a Rafah y el ejército israelí ha impedido que 3.000 camiones con asistencia básica, comida y medicinas cruzaran el paso del mismo nombre desde Egipto. En Cisjordania, el otro territorio palestino, camiones con ayuda que deberían haber sido despachados a Gaza han sido atacados y sus cargas destruidas por colonos ilegales judíos.
Por eso, incluso en el seno del Gobierno de Netanyahu se preguntan por el futuro de estos palestinos y del resto de Gaza cuando acabe la operación contra Hamás.
Los halcones se rebelan
Este pasado sábado, el ministro del Gabinete de Guerra, Benny Gantz, reclamó a Netanyahu y a Gallant que aprobaran una hoja de ruta de seis puntos para saber qué hacer con Gaza al concluir la contienda. Gantz le dio a Netanyahu de plazo hasta el 8 de junio para firmar ese plan, de lo contrario retirará a su partido centrista del Gobierno de Emergencia organizado por el primer ministro.
Gantz, alejado un tanto del extremismo de Netanyahu y otros miembros del Gabinete de Emergencia, acusó a éstos de conducir a Israel "contra los acantilados" y de dejarse llevar "por el fanatismo" que "lleva al país rumbo al abismo".
La respuesta de Netanyahu y de los ultranacionalistas del Gobierno fue acusar a Gantz de hacerle el juego a Hamás para conseguir "el fin de la guerra, la derrota de Israel y el abandono de los rehenes", además de establecer un Estado palestino, posibilidad ésta que, pese a los mandatos de Naciones Unidas, es rechazada por Israel.
El doble juego de EEUU
La posición de Gantz es respaldada por EEUU, cuyo presidente, Joe Biden, pidió este fin de semana un alto el fuego inmediato en Gaza, donde, afirmó, está ocurriendo una "crisis humanitaria". Biden también se manifestó a favor de la creación de un Estado palestino, aunque las acciones de su Gobierno, con el continuado envío de armas a Israel para continuar su avasalladora ofensiva en Rafah y otras zonas de la Franja, parecen más ir en la línea de los conservadores israelíes partidarios de la aniquilación de todo rastro palestino en Gaza.
Es de esperar, como señaló este lunes Human Rights Watch (HRW), que sea precisamente EEUU el que salga en apoyo de Netanyahu y Gallant, con "presiones hostiles" internacionales, y contra la petición de detención presentada ante la CPI.
La Casa Blanca ha querido presentar a Biden como un promotor de la paz en Gaza, pero ni siquiera ha podido convencer a Netanyahu de una tregua ni ha suspendido el envío de armas estadounidenses a Israel, utilizadas para masacrar a los palestinos.
En realidad, "no hay voluntad política para alcanzar un acuerdo de alto el fuego en Gaza", explicó el ministro de Estado de Catar, Mohammed Al Julaifi. Una delegación catarí ha participado durante meses junto a enviados estadounidenses, egipcios y los propios israelíes en la búsqueda de un alto el fuego. Misión infructuosa que ya no parece tener mucho sentido, pues Rafah es ya la última ciudad en pie de Gaza y desde hace dos semanas está siendo destruida de este a oeste.
Cada día más cerca la invasión del Líbano
Aún así, la guerra no parece que vaya a terminar en el sur de Gaza. Ahora, y éste es el foco de otra rebelión contra Netanyahu en el seno de su Gobierno, ministros radicales israelíes reclaman que se ataque el sur del Líbano para destruir allí a Hizbulá y cortar los ataques con cohetes que desde esa zona los milicianos proiraníes están lanzando contra territorio israelí.
Este domingo, el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, uno de los más extremistas del Gabinete de Guerra israelí, se mostró partidario de la "acción directa" en el Líbano contra Hizbulá, a fin de que los cerca de 80.000 israelíes evacuados de las zonas fronterizas con ese país, en el norte de Israel puedan volver a sus hogares. Según el ala sionista del Gobierno, la evacuación de estas personas ha regalado de facto una "zona de seguridad" a la milicia chií, pero en territorio israelí.
Smotrich insistió en que Israel tiene que dar un ultimátum a la milicia proiraní antes de lanzar "un profundo" y "devastador asalto contra las infraestructuras" de Hizbulá en el sur del Líbano, si este grupo islamista no se retira de las zonas aledañas a la frontera israelí.
El ministro ultraderechista es partidario también de que el Ejército israelí se haga con el control total de Rafah y reclama a Netanyahu que decida sobre la posibilidad de "una presencia permanente (de Israel) en toda la Franja de Gaza".
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