Este artículo se publicó hace 16 años.
Navajas en las aulas británicas
El Reino Unido intenta atajar la criminalidad y el creciente uso de armas blancas entre los jóvenes
Henry Bolombi no llegó a casa la madrugada de Año Nuevo. Murió a navajazos en una calle de Edmonton, al norte de Londres. Tenía 17 años. Su amigo, Louis Boduka, corrió la misma suerte la semana pasada. Un tercer colega sigue hospitalizado por otra pelea.
"Son ajustes de cuentas entre bandas rivales", dice Marc Cullen, de Hype, una organización que trabaja con niños y adolescentes de la zona. El móvil de la represalia se repite en la mayoría de los 27 asesinatos de jóvenes registrados en Londres, sólo en lo que llevamos de año. A nivel nacional, la tasa de muertes violentas, por arma blanca o de fuego, entre menores de 20 años superó el medio centenar, con Manchester, Liverpool y Birmingham, además de la capital británica, entre las ciudades más afectadas.
Las broncas se resuelven a golpes de navaja y, en menor medida, con disparos. El fenómeno no es nuevo, salvo por la creciente reducción en la edad de víctimas y asesinos."Un tercio de los niños de 11 a 16 años ha llevado alguna vez un cuchillo a la escuela. Tienen miedo a los ataques y atracos, y se sienten protegidos con el arma", señala Kevin
Everard, director de la campaña Be Safe, que alerta a los escolares del peligro que conlleva ir armado.
Los núcleos conflictivos presentan rasgos comunes: barriadas pobres a la cola de los programas de rehabilitación urbana, masivas colonias de viviendas sociales, desempleo, inestabilidad familiar y escasas perspectivas de futuro.
"En nuestro distrito", explica elresponsable de Hype, "han aumentado los conflictos entre grupos de barrios colindantes. A los chavales les da pánico salir de su colonia sin una navaja u objeto punzante".
Cómo si fuera de la familia
A sus 21 años, Cullen se resiste a llamar "bandas" a las siete pandillas juveniles que controlan Haringey, el distrito municipal fronterizo con Edmonton. "Tres tienen orientación criminal y estructura de banda, con uno o dos cabecillas respetados por los demás. Ellos toman las decisiones y el resto les obedece. Los otros son simples grupos de amigos, aunque también operan como una familia: atacan a quien se mete, roba o da una paliza a uno de sus miembros".
La presión por hacer piña con los colegas comienza al empezar la secundaria, a los 12 años. "No han de superar una prueba de iniciación, pero participar en una pelea con el resto del grupo es cosa obligada", explica Cullen. Los beneficios de estar en familia son, a corto plazo, suculentos. Protección, respeto, popularidad y, en algunos casos, acceso a los réditos del trapicheo de drogas.
"Empiezan vendiendo hachís y progresan a la cocaína y al crack. Las novias tienen una influencia terrible. Les gustan los tíos duros y muchos deben aprender a serlo para sobrevivir en el barrio. También hemos notado que cada vez hay más chicas en las bandas".
Según Hype, las armas de fuego apenas circulan en su área de acción. "El problema de las pistolas no es tan masivo como el de las navajas. Es un fenómeno relativamente nuevo y aislado. Están en manos de chavales que se han ganado la confianza de los mayores, a los que sirven de recaderos. Ganan así la autoestima que siempre les ha faltado", advierte Cullin.
Las estadísticas oficiales apuntan hacia un descenso del crimen en Inglaterra y Gales desde 1995. Se registran menos denuncias incluso de delitos violentos con armas de fuego, incluidos los asesinatos. Pero este cuadro prometedor se ve nublado por dos realidades. La gente cree que hay más crimen que en el pasado y teme ser víctima de un robo o agresión.
La ministra tiene miedo
Hace unos días, la ministra del Interior, Jacqui Smith, se fue de la boca desvelando en una entrevista que nunca se atrevería a caminar a medianoche por Hackney, un barrio de Londres con dificultades similares a las de Edmonton. La avalancha de críticas fue inevitable y la contraofensiva de la ministra, peor: "No saldría sola de noche en una zona que no conozco. Nunca lo he hecho", dijo a la mañana siguiente. El daño estaba hecho. Su mensaje de que ninguna calle es segura, caló en el público.
La curva del crimen baja en general, pero la delincuencia juvenil crece a un ritmo constante. El Gobierno laborista concentra en los adolescentes sus últimos planes de acción, incluidas medidas para agilizar la labor de la Policía que Smith anunció el 7 de febrero. Se reducirán los trámites y, con el tiempo, agendas electrónicas sustituirán al papel en la transmisión a comisaría de los partes policiales. Además, los agentes podrán cachear a cualquier chaval en zonas donde se haya cometido un delito o se anticipen problemas.
La oposición apoya esta dura estrategia, y tan sólo alzan la voz líderes de comunidades minoritarias y los que recuerdan los disturbios de los ochenta. Los cacheos indiscriminados a la población negra fueron la chispa de las batallas con la Policía que se propagaron por medio país.
En los institutos de secundaria se instalarán detectores de metales para prevenir crímenes entre los alumnos. Las asociaciones de maestros aceptan esta medida de control, incluida en el plan de acción contra la delincuencia juvenil, que anunciará la ministra del Interior, JacquiSmith, en las próximas semanas.
La semana pasada, un colegial de 13 años fue atacado con una navaja en un aula de su escuela de Leeds, al norte de Inglaterra. Las sospechas apuntan a un compañero de 14 años. El detector de metales debería cortar por lo sano incidentes similares. El Gobierno contribuirá a financiar estos arcos. Ahora, el riesgo que se corre es que el centro escolar que instale el detector quede estigmatizado como un lugar peligroso.
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