Roma
Actualizado:Es un clásico de nuestro tiempo decir que la gente ya no quiere trabajar en el campo. La crisis sanitaria del coronavirus, sin embargo, está haciendo estragos en el tejido económico de Italia, del Norte al Sur del célebre territorio con forma de bota. De modo que una epidemia, poco a poco, está empezando a tener consecuencias desde el punto de vista social para muchas familias transalpinas. Esto se está traduciendo en una importante pérdida de puestos de trabajo, provocando una búsqueda a la desesperada hacia el empleo más rápidamente disponible.
Por esta razón y por necesidad, muchos italianos están apostando por el campesinado, como en otras épocas. Según recientes informaciones de la prensa transalpina, en el país hay una carencia de 250.000 trabajadores para ocupar los campos, debido a las restricciones vinculadas a la covid-19. A mediados de mayo se apuntaron unas 24.000 personas a las listas de espera para solicitar un empleo como agricultores.
Así pues, este sector se está considerando ya como un refugio para aquellos que necesitan subsistir ante las profundas consecuencias de la crisis económica derivada directamente por el coronavirus. Tal como apuntaban los periódicos italianos, hay todo tipo de perfiles entre quienes pretenden encontrar trabajo como campesinos: "Empleados de empresas de alquiler de coches, dependientas de tiendas", pero también "albañiles, camareros, guías turísticas, centralistas"
Pero con los nuevos campesinos italianos podría no ser suficiente la mano de obra. Por eso a lo largo de este mes de mayo, ciertas empresas agrícolas se han encargado de organizar vuelos chárter ad hoc para transportar trabajadores extranjeros especializados, procedentes por ejemplo de Marruecos. Todo ello, en con la autorización del Ministerio de Exteriores italiano y siguiendo las medidas de seguridad y protección actualmente en vigor en la convivencia con el coronavirus.
"Se trata de una Italia inédita, alejada de la retórica de la oleografía posindustrial. Se trata de una Italia que tiene hambre, a la que le urge trabajar", explicaba hace unos días el conocido periódico italiano La Repubblica: "Es el reflejo de una Italia obligada a reinventarse otra vida. Porque la primera ha sido aniquilada por el virus". Así pues, trabajar la tierra se ha convertido en la última esperanza.
Últimamente la cuestión agrícola ha estado de gran actualidad en Italia también en relación a los trabajadores en negro. En las últimas semanas, el Gobierno transalpino del primer ministro Giuseppe Conte, ha llevado a cabo la regularización de 300.000 "invisibles", como los define la prensa del país, que equivalen aproximadamente a la mitad del total de trabajadores irregulares dedicados al campesinado en Italia. A partir de ahora, si tendrán un contrato de trabajo, dicho trabajadores agrícolas podrán disfrutar de un permiso de residencia de seis meses. Estas regularizaciones ya tuvieron lugar en el país durante dos Ejecutivos distintos con Silvio Berlusconi como premier: 270.000 personas en 2009 y 600.000 en 2002.
Justo antes de la entrada en vigor del decreto del Gobierno para regularizar a los 300.000 campesinos, hace un par de semanas, fueron muy sonadas las lágrimas de la ministra de Agricultura, Teresa Bellanova, mientras anunciaba la medida: "Hoy el Estado es más fuerte frente a los explotadores". Y es que la historia personal de Bellanova tiene mucho que ver con su conmoción. Cuando prestó juramento como ministra el pasado mes de septiembre se acordó, por ejemplo, de sus amigas fallecidas en el campo como jornaleras: "He perdido amigas con 17 y 18 años que han muerto en accidentes subidas a los autobuses que transportaban a los campesinos todos los días. No tuvieron las oportunidades que yo he tenido". La actual titular de Agricultura empezó a trabajar en el campo con 14 años: "Me acuerdo perfectamente de lo complicado que era, con esa edad, el despertador al amanecer para ir a recoger la uva".
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