El Cairo
A finales del pasado mes de septiembre, Egipto volvió a vivir una sucesión de aisladas manifestaciones en distintos lugares del país que exigían mejoras económicas y cambios políticos, en un intento de repetir las movilizaciones que se habían producido justo un año antes con un éxito igualmente limitado y una represión histórica por resultado.
Este año, las autoridades egipcias volvieron a recibir a las protestas a corto plazo con un fuerte despliegue policial en puntos sensibles del país y una gran campaña de arrestos. Aunque más quirúrgica que la de 2019, esta se llevó por delante al menos a 968 personas, según documentó la prestigiosa Comisión Egipcia para los Derechos y Libertades.
Una de las principales diferencias respecto a las movilizaciones espontáneas de 2019, sin embargo, es que en este caso las protestas resultaron muy difíciles de verificar, aunque medios locales pudieron confirmar manifestaciones en El Cairo y Giza, varias ciudades del Delta del Nilo y en el sur del país. La dificultad para comprobarlas se debió a que los brotes de rabia se concentraron en barrios periféricos y zonas rurales, donde el acceso de periodistas es particularmente peligroso, y a una participación generalmente baja. Pero, sobre todo, el alcance e incluso la existencia de movilizaciones fue difícil de determinar por la intensa campaña de desinformación que estaba ocurriendo en las redes sociales.
"No hay vías para expresar ningún tipo de desacuerdo coordinado en Egipto: los medios están poseídos o controlados por el Estado y no es posible organizarse políticamente de ninguna forma, así que la única plataforma disponible son las redes sociales, en particular si te encuentras fuera del país", observa Joey Shea, investigadora del Instituto Tahrir para la Política de Oriente Medio (TIMEP). "Al mismo tiempo, el Estado reconoce que las redes son la última porción de libertad, así que intentan restringirla tanto como pueden".
Batalla en redes
La batalla para incidir y manipular la realidad a través de las redes sociales ya se había producido en 2019, cuando hashtags fervientemente a favor y en contra del régimen de Abdel Fatah Al Sisi fueron brotando para intentar influir las calles de Egipto. En esta ocasión, la campaña ha alcanzado una nueva escala. Según ha revelado una investigación de Shea y Alexei Abrahams, investigador en ciencia de datos de la Universidad de Harvard, en septiembre se crearon en Twitter más de 40 populares hashtags pro y antigubernamentales. En la mayoría de casos, los hashtags favorables a Al Sisi se creaban tras aparecer uno de crítico y presentaban un mensaje totalmente opuesto a estos.
Esta reñida actividad en las redes no reflejaba el pulso de los usuarios, sino que la anterior investigación ha determinado un comportamiento no auténtico coordinado en ambas corrientes, la favorable al régimen y la opositora, con bots encargados de difundir de forma masiva mensajes para disparar la popularidad de alguno de los hashtags previos. Por ejemplo, en el caso de un hashtag pro régimen, los investigadores detectaron un pico de 173 tweets en un solo minuto del 25 de septiembre, así como repuntes sospechosos de creación de cuentas que emitían mensajes de este tipo los días 7, 20 y 24 del mismo mes.
Esta implicación del régimen egipcio en la batalla por las redes sociales se enmarca en la creciente sofisticación de sus capacidades en la esfera digital, que han registrado una notable mejora sobre todo a partir de 2015. Desde entonces, el régimen –o alguien a su servicio– se ha encontrado presumiblemente detrás de varios ciberataques de diferente complejidad que, con el paso del tiempo, muestran una mayor creatividad y versatilidad. Su ofensiva virtual es también parte de su brutal represión contra la libertad de expresión.
En el caso de redes sociales como Twitter y Facebook, la de septiembre no es la primera ocasión en la que se detecta un comportamiento sospechoso de la actividad favorable al régimen. Así, entre septiembre de 2019 y el de 2020, Twitter eliminó cientos de cuentas por estar de alguna forma manipuladas, y Facebook ha emprendido acciones similares.
"El régimen cuenta con un historial de manipular las redes sociales e interferir en otras dimensiones de ciberseguridad", señala Abrahams, "así que no nos sorprendió demasiado encontrar evidencias de coordinación [por su parte] en el contexto de las protestas". "La sorpresa fue más bien encontrarlo en el lado de los manifestantes", agrega.
En este sentido, la oposición también se ha involucrado activamente en la campaña de desinformación en las redes sociales, en su caso a una escala sin precedentes. Así, los investigadores anteriores detectaron picos de mensajes sospechosos que potenciaban hashtags antigubernamentales, incluidos 503 tweets producidos en un solo minuto del 24 de septiembre. También detectaron picos de creación de cuentas los días 20 y 24 del mismo mes, con centenares de perfiles nuevos.
Aunque resulta más difícil determinar quién se encuentra detrás de esta campaña, la investigación anterior apunta a cadenas de televisión opositoras como Al Jazeera, Al Sharq y Al Mekameleen, y a figuras en la órbita de los Hermanos Musulmanes, todos ellos fuera de Egipto, como los responsables más probables.
"Existe el alegato de que cuando ves hashtags de protestas son auténticos, de base y que hay muchos ciudadanos reales detrás de ellos, y que cuando ves hashtags en contra, son falsos, infestados con bots y potenciados por un puñado de influencers afines al régimen", nota Abrahams. "La información no sostiene esa historia", advierte "y, por el contrario, hashtags pro-régimen cuentan en realidad con más usuarios auténticos de los que uno podría esperar y existe mucho apoyo verdadero entre ciudadanos reales".
En paralelo a la creación intencionada de hashtags y a la emisión automatizada y masiva de mensajes, la batalla en las redes entre una parte de la oposición y el régimen también incluyó la difusión intencionada de contenidos inexactos o erróneos, como vídeos falsos o sacados de protestas pasadas, ya fuera para crear, en el primer caso, la impresión de que estas estaban sucediendo, o, en el caso de los otros, para desacreditar a los críticos.
Aquí, el papel de los canales por satélite anteriores, muy influyentes entre una parte de los egipcios, tuvo un papel central. Y, además, esta campaña de desinformación dejó episodios esperpénticos como cuando un conglomerado de medios del régimen egipcio produjo una serie de vídeos en los que simuló protestas para enviárselos a Al Jazeera. A su turno, la televisión catarí creyó que se trataba de imágenes reales y las retransmitió en antena, para que luego una televisión del anterior conglomerado explicara en directo la trama con el objetivo de intentar desprestigiar la cobertura de las protestas de Al Jazeera.
Transformación de las redes
Esta intensa batalla para manipular las redes sociales se ha interpretado como uno de los últimos ejemplos de la transformación que han experimentado en los últimos años Twitter y Facebook. Durante las Primaveras Árabes de 2011, estas plataformas fueron a menudo alabadas como un espacio para potenciar la democracia, pero desde entonces la pretensión de neutralidad que se les atribuía ha quedado enterrada. Y como pone de manifiesto el caso egipcio, los regímenes autoritarios primero, pero también la oposición, han recurrido a métodos de manipulación para influir en el público general.
"2011 fue el año en que Facebook y Twitter eran vistos como heraldos de la democracia y la libertad de expresión, y ahora ya ha pasado mucho tiempo desde que nos hemos dado cuenta de que estas plataformas no son neutrales, y que pueden ser manipuladas, censuradas y alteradas en beneficio de cualquier partido", declara Shea.
En esta línea, Shea y Abrahams han señalado que la réplica de estas técnicas por parte de la oposición plantea serias cuestiones éticas, especialmente si quienes recurren a ellas están radicados en el extranjero. Por ejemplo, la actividad de hashtags contra el régimen podría haber hecho creer a algunos jóvenes el pasado septiembre que, de optar por salir a la calle, se encontraría con un gran número de personas, algo que no ocurrió. Además, esta actividad condujo a un endurecimiento de la represión en Egipto.
"La gente, porque quiere creer en la Primavera Árabe y en esta narrativa de que los ciudadanos están unidos contra los regímenes y que todos quieren un cambio de régimen, tiende a dudar de la autenticidad del sentimiento afín al régimen", apunta Abrahams, "y la realidad es que existe un gran apoyo de base por la estabilidad". "Por otro lado, los hashtags contra el régimen tienden a ser más falsos e inauténticos de lo que se cree, y eso tiene sentido", concluye, "Egipto ha pasado a ser muy represiva, y la gente está comprensiblemente frustrada y aterrada".
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