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Macron quiere dirigir la diplomacia europea, para irritación de algunos socios

El presidente francés no disimula sus ínfulas de liderazgo en los conflictos de Ucrania y Oriente Próximo, en la política comercial con Brasil sobre Mercosur, ni en sus visionarias apuestas por un ejército europeo.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, después de recibir la condecoración de la Orden de la Cruz del Sur, en Brasil, a 28 de marzo de 2024.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, después de recibir la condecoración de la Orden de la Cruz del Sur, en Brasil, a 28 de marzo de 2024. Leonardo Prado / Europa Pres

El chauvinismo o exaltación desmesurada del nacionalismo francés –cultural, social, político o de cualquier otra índole–suele levantar pasiones desde la época del general Charles De Gaulle. Pero emular al último gran héroe patriótico galo por su gestión al frente de El Elíseo tras la Segunda Guerra Mundial no es tarea fácil. El actual jefe del Estado trata de alcanzar tal consideración. Sin embargo, Emmanuel Macron, no ceja en su empeño.

Sobre todo, en la órbita europea, la que le otorga proyección global y un hipotético premio como estadista, a la espera de que, en el orden doméstico, la economía francesa despegue y que las protestas sociales que se suceden desde casi el inicio de su periplo presidencial de forma más o menos puntual e intensa, remitan y mejoren su imagen, con relevos de primeros ministros y con recetas económicas que pasan de desprender aromas neoliberales a presentar componentes intervencionistas con suma facilidad de por medio.

Quizás en el asunto donde más prurito personal ha intentado conseguir haya sido en el conflicto bélico en Ucrania y sus distintas ramificaciones y efectos colaterales, desde la Defensa europea a las ayudas militares a Kiev o las sanciones occidentales contra el Kremlin.

Macron ha quedado prendado por la frecuencia en la toma de decisiones trascendentales en torno a la guerra en los límites fronterizos de la UE y la amenaza rusa al continente. Para irritación de algún que otro de sus socios en la Unión y, en particular, del otro lado del eje comunitario por antonomasia, Berlín.

El rechazo a su pretensión de involucrar a la UE en la contienda militar con el envío de tropas al frente de Ucrania creó controversia, cuanto no irritación, en pleno debate sobre la necesidad de acelerar la entrega de material militar a Kiev.

El 'modus operandi' de Macron ha bloqueado la estrategia europea hacia Rusia, China y EEUU

Ya sin Reino Unido en la UE, donde su liderazgo se cimentó especialmente en el terreno de la Seguridad como potencia nuclear, y con el gabinete del canciller Olaf Scholz dividido en su triple alma socialdemócrata, liberal y verde. Su insistencia sobre la agresión rusa y el desastre humanitario en Gaza no ha calado entre sus aliados, que no encuentran argumentos de peso para conceder al presidente francés la vitola de defensor de los intereses diplomáticos de la UE.

La reprimenda pública de Scholz tuvo su versión estadounidense en privado con un mensaje de Joe Biden alertándole de que su iniciativa había acrecentado el riesgo de colisión geoestratégica con Moscú, según fuentes comunitarias y de la cúpula militar de la OTAN citadas por BloombergEl medio, de forma anónima, cita las amenazas de Vladimir Putin sobre la capacidad nuclear rusa en caso de una escalada del conflicto por parte de la UE. O su ambigüedad cuando Scholz descartó la posibilidad de acciones militares bajo bandera europea en Ucrania.

Incluso cuando desde Letonia, donde arraiga el temor báltico a nuevas incursiones militares de Putin, se le hizo saber el error mayúsculo en el que había incurrido. "Necesitamos focalizar todos nuestros esfuerzos en las peticiones que nos realiza Ucrania, no en iniciativas que ni siquiera nos han demandado", les espetó su primera ministra, Evika Silina.

Un altavoz con varios canales de reproducción

Rusia también alzó su voz contra "el poso de un serio problema estratégico", como lo calificó su embajador en París, Alexey Meshkov, porque el dirigente galo ha difuminado una clara línea roja que ha enrarecido aún más el clima continental, ya de por sí cargado de tensión por "la muerte en Ucrania de varios mercenarios franceses", dijo al diario Journal du Dimanche.

Días después, ya con la recriminación del canciller de por medio, matizaba que su propuesta era un comentario sobre la posible respuesta europea a una escalada bélica de Rusia y que las discusiones se centraban en tropas de entrenamiento militar y trabajos para desminar terrenos bajo soberanía ucrania.

Bart Szewczyk, del German Marshall Fund, explica en Foreign Policy que el modus operandi de Macron ha bloqueado, por ejemplo, la estrategia europea hacia Rusia, China e, incluso, EEUU. A su juicio, ya desde 2023, el presidente galo se ha desmarcado sutilmente del viraje diplomático de la primavera del año pasado de la UE, en el que señaló al gigante asiático como su gran rival geopolítico y económico.

De la instrucción matriz de extremar la vigilancia sobre Rusia, apoyar sin fisuras la relación transatlántica con Biden y combatir con la política exterior el autoritarismo hegemónico de China, tres de las variantes de la Guerra Fría actual, el líder francés ha alterado casi todas las variables.

En su opinión, la reedición de esta fase de congelación del orden global, acrecentada después de la invasión rusa de Ucrania, debería inspirarse en el modelo De Gaulle, con la restauración de la primacía francesa en Europa, dejar a EEUU –y a Reino Unido tras el brexit– fuera de los asuntos europeos y que la UE maniobre con libertad y con todos sus instrumentos políticos frente a Rusia y China, las superpotencias que rivalizan con Washington.

Macron: "Nuestra Europa puede morir"

 Szewczyk también destaca como argumento a su tesis el empleo de términos como "soberanía europea" o "estrategia autónoma" a los que acude asiduamente Macron, y que acaban paralizando y elevando el riesgo de veto en la UE sobre "cualquier consenso estratégico emergente".

Para este analista, la realpolitik obliga al presidente galo a pivotar. Pese a su profunda convicción gaullista y a su fervor por el poder diplomático francés perdido, la política exterior del país, como la del resto de las europeas, vive momentos de cambios fulgurantes, pero su reorientación "no debería descabalgar de los intereses occidentales y de la UE".

Sin embargo, Macron se resiste a ser un verso libre. "Nuestra Europa puede morir", alertó al dar el pistoletazo de salida a la campaña electoral europea, tras presentar en La Sorbona su iniciativa para evitar que Europa caiga en la trampa geopolítica de Rusia y pierda la batalla competitiva frente a China en los mercados globales. Incluso en latitudes que, como América Latina, no son precisamente de la órbita diplomática preferencial de París.

El dirigente galo compartió con Luiz Inácio Lula da Silva un paseo por el Amazonas en la que los dos jefes del Estado dejaron claro que reforzarán sus vínculos geoestratégicos, comerciales y de inversión al margen de que fructifiquen las sempiternas negociaciones entre la UE y Mercosur para formalizar un área de libre comercio.

La sobreactuación de Macron surge con la salida de Angela Merkel

El vínculo franco-brasileño ya dispondrá, tras su cita bilateral, de una plataforma inversora de 1.100 millones de dólares para la conservación de los proyectos de agricultura sostenible en la vasta zona selvática brasileña y en el territorio francés de Guayana, uno de sus últimos bastiones en ultramar.

Junto a Lula, Macron, que viajó con una amplia delegación de empresas galas como Carrefour y conglomerados europeos como Airbus, enfatizó el "intenso entendimiento bilateral" entre París y Brasilia, pese al nuevo alejamiento de Mercosur de Europa. Además, se arrogó para sí que Francia sea uno de los países desarrollados más abiertos y sensibilizados hacia las demandas del Sur Global, que Brasil trata de liderar dentro del G20, los BRICS y en el orden multilateral.

Entre los poderes tradicionales, "ninguno está tan próximo" a la primera potencia latinoamericana como su país, llegó a decir. Toda una afrenta a España, el interlocutor habitual de la UE en América Latina.

Asimismo, ha ofendido a Alemania desde el inicio de la guerra en Ucrania. El Instituto Kiel resalta que la ayuda francesa a Kiev ha sido inferior a los 2.000 millones de euros, frente a los 22.000 de Berlín, pese a la retórica de París de que sus armas, más modernas, han tenido unos impactos más determinantes en los campos de batalla.

También destaca que esa sobreactuación de Macron surge con la salida de Angela Merkel, cuando exhibe un músculo exterior que no le corresponde como el líder europeo más joven, desde Napoleón, en dejar huella en el plano internacional. 

Contradicciones del líder liberal francés

Este exceso de confianza le ha llevado a una encrucijada extrema. De tratar de maniobrar junto a la Italia de Georgia Meloni para elevar la candidatura del ex presidente del BCE, Mario Draghi, como alternativa a aspirante conservadora –del grupo popular europeo– a Ursula von der Leyen a la jefatura del Ejecutivo comunitario tras las elecciones de junio.

Esto sucede cuando varios think tanks del Viejo Continente desean elevarlo a la jefatura del Consejo Europeo, desde donde tendría mayor poder de reconversión del entramado industrial y de impulso a la digitalización y la neutralidad energética de la UE, por un lado.

A ordenar la salida del ejército galo del Sahel y abandonar esta zona convulsa y de alto riesgo geoestratégico para la UE por los movimientos yihadistas y la creciente presencia e influencia de Rusia, China y EEUU en la región después de varios años en los que sus antiguas colonias han soportado golpes de Estado con señales de distanciamiento de los planteamientos diplomáticos de su exmetrópoli.

O sus espectaculares virajes, como el que ha protagonizado con Israel. De proponer, en octubre, una coalición internacional a Benjamin Netanyahu, que combata a Hamás y acabe con el Estado Islámico y sopesar prohibir las protestas propalestinas en Francia, hasta advertir al dirigente de Israel de que cualquier intento forzoso de expulsar a la población de Rafah se consideraría un crimen de guerra.

Scholz prefiere reconstruir los vínculos con un mercado exterior

Macron también ha expandido esta tarea mesiánica al G7, donde se siente como uno de los dos líderes del club que tuvo ocasión de compartir mesa y mantel con Donald Trump. Junto al primer ministro canadiense, Justin Trudeau.

Su actitud, explica Rym Momtaz, del International Institute for Strategic Studies (IISS), responde a su convicción, al comienzo de la invasión rusa de Ucrania de "haber perdido una oportunidad histórica de asumir el liderazgo europeo" y, ahora, "trata de rectificar ese error".

Por ejemplo, erigiéndose en el auténtico protector del viaje hacia la economía sostenible, y de la industria, la tecnología y el comercio europeos. A menudo, con las reticencias de otro lado del eje comunitario. Sus recientes contactos con China e India también han irritado a Alemania en pleno viaje de su canciller a Pekín. La idea de Macron es que la inacción actual frente a Pekín al permitir el desembarco masivo de sus coches eléctricos en el mercado interior pondrá en peligro a medio y largo plazo a la UE.

Scholz, en cambio, con su PIB en recesión, aunque tan solo unas décimas peor que el de Francia, prefiere reconstruir los vínculos con un mercado exterior, el del gigante asiático, capital para su sector internacional y para reconfigurar una economía dañada por el final de las energías baratas procedentes de Rusia y la alteración en las compras de bienes made in Germany desde EEUU por las medidas proteccionistas de la Administración Biden con las firmas americanas.

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