Bruselas
El presidente francés Emmanuel Macron se convirtió el lunes en el principal líder occidental en ser recibido por Vladimir Putin en el Kremlin. La escenografía de la cita ya deparaba que no se trataría de un encuentro fácil. Las cordialidades rozaron la barrera mínima y la tensión se palpaba en cada detalle. Putin no sentó a Macron cerca de él como sí hizo días antes con el presidente argentino Alberto Fernández ni le llamó querido amigo como al chino Xi Jinping.
El tema dominante de la reunión no era para nada banal: evitar una guerra en las fronteras ucranianas que, de desatarse, tendría consecuencias impredecibles para todo el continente. Del encuentro no salieron grandes decisiones. La buena noticia es que Macron aterrizó con una seria de propuestas que Moscú parece dispuesto a estudiar. Y la mala es que para el Kremlin, Francia no es más que un país que quiere tomar el liderazgo occidental sin mucha legitimidad para ello. "Francia ocupa la presidencia de los países de la Unión Europea. Francia es miembro de la OTAN, donde París no ostenta el liderazgo. En este bloque el liderazgo lo tiene otro país. ¿De qué acuerdos podemos discutir?", ha puntualizado este martes Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin.
La ofensiva diplomática del líder liberal llega a dos meses de que se produzcan elecciones presidenciales en su país. Macron mantiene la incógnita de si será o no candidato, aunque se da por hecho de que así será. Ya es el primero en contar con los avales necesarios que exige la legislación francesa para concurrir y los sondeos le posicionan como favorito en unas urnas que parecen que reeditarán el duelo de 2017 con la ultraderecha de Marine Le Pen.
El líder de En Marche justifica la incógnita en torno a su candidatura alegando que tiene que lidiar con crisis urgentes como la del coronavirus dentro de casa y la escalada con Rusia fuera. Según recogen los medios locales, a pesar de la tensión latente, Macron salió de su cita en Rusia con buen sabor de boca. Llegó a asegurar que Moscú le había dado garantías de que "no emprenderá nuevas iniciativas militares" ni azuzará un "deterioro o escalada" cerca de las fronteras europeas. Una promesa que el Kremlin ha desmentido poco después reprochando que no solo no es cierto, sino que es "imposible" porque Francia no cuenta con la legitimidad como interlocutor para ello.
Rusia dirige sus demandas de forma bilateral a Estados Unidos y a la OTAN. No a la UE. En estos momentos prepara la doble respuesta a los documentos que ambos enviaron hace unos días rechazando las exigencias de Rusia, que pide una no expansión de la Alianza Atlántica hacia el Este. Moscú también ha enviado una carta individual a los 27 Estados miembros de la UE alertando e sus preocupaciones sobre la seguridad europea. El bloque comunitario se encuentra articulando una respuesta unida a estas misivas. En paralelo, se está produciendo un maratón diplomático que no cesa en Kiev, Bruselas, Moscú y Washington. Y por todo ello, el propio Macron ha reconocido que los próximos días serán decisivos para evitar un choque armado al que Occidente responderá con "sanciones económicas y diplomáticas sin precedentes".
La difícil tarea de mantener la eufonía
A diferencia de lo que ocurre en muchos países, en Francia las relaciones con Rusia no generan grandes debates nacionales. La mayor parte de las fuerzas del arco parlamentario abogan por mantener una línea apaciguadora con Moscú. Y un Macron que ambiciona proyectar a su país y a la UE como actores fuertes en el tablero global quiere sacar rédito político dentro y fuera de sus fronteras como árbitro en la última crisis que amenaza las fronteras europeas.
Pero su misión está cargada de impedimentos. Primero porque Rusia considera a EEUU como el líder de la OTAN y aunque Francia sea una potencia nuclear con sillón en el Consejo de Seguridad de la ONU, no es más que una de las piezas del dividido puzle europeo. Y, segundo, porque erigirse como altavoz de los Veintisiete desata los recelos en muchas capitales. Sobre todo en las del Este y los Bálticos, que solo aceptan la mano dura con Putin del que consideran que solo entiende el lenguaje de la fuerza y ningunea a los europeos.
¿Una 'finlandization' de Ucrania como respuesta a la crisis?
Macron aterrizó en el Kremlin con nuevas propuestas no solo para destensar la crisis en Ucrania, sino para dibujar un orden de seguridad europeo adaptado al nuevo tablero de ajedrez global. Poco o nada ha trascendido de estas ideas, que, de entrada, no han tenido una mala acogida en los sillones rusos.
La sorpresa llega de la mano de las informaciones que publican medios franceses como Le Figaro. Macron habría dicho a los periodistas que le acompañaban en el avión con destino a Moscú que una iniciativa que podría dar buen resultado para que la OTAN y Kiev "cohabiten" es la "finlandización" de Ucrania. Es decir, Ucrania pasaría a tener una posición neutral y un carácter independiente y se comprometería a no entrar en la OTAN. A cambio, podría aumentar la cooperación con la Alianza y continuar su camino para formar parte de la UE. Es un estatus que mantienen Suecia y Finlandia desde la Guerra Fría.
Varias voces flirtearon con esta idea tras la crisis de Crimea de 2014. Pero cuenta con hándicaps importantes. Estados Unidos y la OTAN han reiterado durante las últimas semanas que no capitularán ante las exigencias de Rusia y mantendrán su "política de puertas abiertas". También es difícil ver cómo dentro del bloque comunitario contaría con el beneplácito de aliados como Polonia, Estonia, Lituania o Letonia, que abogan por una estrategia de tierra quemada y de mayor presencia de tropas aliadas en las fronteras como medida de disuasión. Tal ha sido el revuelo de la supuesta propuesta que el propio Macron lo ha negado en una rueda de prensa desde Kiev.
El tour diplomático del francés solo tiene un equivalente en la UE: el alemán Olaf Scholz, aunque el germano está teniendo un perfil más bajo comido por las críticas dentro y fuera de casa por su falta de claridad en cuestiones clave como el gaseoducto Nord Stream II. Macron no solo quiere mostrar su músculo diplomático y reivindicar el papel de Francia en la que es ya "la situación más difícil de Europa en los últimos 30 años". Quiere ser parte en la reconfiguración de un nuevo orden de seguridad que considera obsoleto. Para conseguirlo tiene por delante tres frentes abiertos: sus elecciones nacionales, la casi indiferencia de Rusia y el escepticismo y división entre sus aliados europeos a una estrategia que muchos consideran demasiado condescendiente con Putin.
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