buenos aires
Actualizado:"¡Libertad, libertad, libertad!". Las paredes del recinto de la Cámara de Diputados retumbaron cuando Javier Milei entró para jurar como presidente de Argentina. Fue breve, sin discurso y con algún chiste cruzado con Cristina Fernández de Kirchner, que presidió la Asamblea Legislativa.
Mientras abandonaba el recinto para moverse a las escalinatas del Congreso, donde lo esperaban sus seguidores vociferando "¡motosierra!", Milei le dijo a Fernández: "Quédate tranquila". En el recinto, lo observaron partir los senadores y diputados nacionales, los gobernadores y mandatarios extranjeros, la mayoría de ellos con cara de pocos amigos.
Milei había arrancado su presidencia haciéndole un desprecio al Congreso y nadie quiso quedarse en el recinto, excepto los diputados de La Libertad Avanza, el partido que lidera. Amenazaban con quitarle los votos en el recinto, pero un dirigente de Propuesta Republicana (PRO) que miraba la escena risueño, remarcó: "Ninguno de estos va a dejar de votarle las leyes mañana".
Banderas argentinas con la consigna "viva la libertad, carajo". Disfraces de todo tipo: máscaras de Milei, trajes de Papá Noel, pelucas de león, uniformes militares y camisetas amarillas con serpientes. Dólares con el rostro del nuevo presidente y hasta banderas que halagaban a la Corporación América (Eduardo Eurnekian, el jefe de esta empresa que opera en varios grandes sectores, como los aeropuertos, había logrado meter un jefe de Gobierno, un ministro de Interior y un ministro de Justicia, además de un presidente).
Llegadas al Congreso
Las inmediaciones del Congreso se cubrían de fanáticos y seguidores desde horas tempranas. El sol empezaba a levantar calor y los legisladores e invitados especiales tenían que hacer malabares para pasar los tres anillos de seguridad. "Hoy es un verdadero día mileista", sonreía, vestida de blanco como una novia, la diputada por La Libertad Avanza, Marcela Pagano, antes de entrar al Palacio Legislativo. Los diputados de La Libertad Avanza estaban exultantes mientras se movían por la calle Rivadavia, dando entrevistas y sacándose fotos.
La diputada Lilia Lemoine se movía con un vestido de encaje enfundado en un largo tapado crema, apenas visible entre un enjambre de cámaras televisivas. Radicales y macristas se apuraban en enviar mensajes de sensatez y gobernabilidad, pese a la irritación que generaba saber que Milei no brindaría su discurso frente a la Asamblea Legislativa. "Estamos para ayudar, esperamos que le vaya bien al gobierno", afirmaba, serio, el presidente del bloque radical, Rodrigo de Loredo. A unos metros, por lo bajo, un radical norteño agregaría: "Seis meses va a durar el gobierno de Milei si hace todo lo que dijo".
No era el único: legisladores de todos los colores (peronistas, radicales, violetas y amarillos) especulaban sobre las condiciones de supervivencia de un gobierno con menos del 15% del Congreso. "Estoy cagado de miedo. Yo lo voté, ojalá nos sorprenda y termine siendo Menem. Pero este tipo no sabe lo que está haciendo. Cantan que explote todo, ¿qué te parece que va a pasar cuando la clase media no pueda pagar la medicina prepaga o tenga que ir a los comedores?", susurraba un importante dirigente del PRO, alarmado.
A unos metros, un dirigente de la Coalición Cívica que no votó a Milei, opinaba lo contrario: "Lo que nadie entiende es que este es un tipo que está dispuesto a gobernar con menos del 20% de aprobación".
Los perros del bastón, los insultos y la huida: la jura de Milei
Javier Milei llegó a la explanada del Congreso a las 11.46 horas. Lo recibió Cristina Fernández de Kirchner, vestida totalmente de rojo. Le hacía comentarios y Milei se reía, en un paso de comedia que se repetiría a lo largo de toda la ceremonia (solo interrumpido al principio, cuando los seguidores de Milei le empezaron a gritar cosas y ella le hizo una peineta con el dedo). En el recinto, los esperaban los diputados y senadores nacionales, que conversaban y hacían tiempo hasta la llegada del presidente.
Al fondo a la izquierda, Máximo Kirchner y Santiago Cafiero conversaban en susurros, en medio de ellos estaba la diputada de Patria Grande, Natalia Zaracho: el albertismo, La Cámpora y los movimientos sociales en una sola imagen. A unos metros, Fernando Iglesias se tropezaba para saludarse con los nuevos ministros nacionales, ubicados en un espacio reservado a la derecha de la mesa de la presidencia. Allí estaba Patricia Bullrich, Luis Caputo, Mariano Cúneo Libarona, Guillermo Francos, Diana Mondino, Sandra Pettovello, entre otros. A unos metros estaban los cuatro jueces de la Corte Suprema.
A la izquierda, mientras tanto, se ubicaban los mandatarios extranjeros, como el chileno Gabriel Boric, el rey Felipe VI, el uruguayo Luis Lacalle Pou. Estaba, incluso, el ucraniano Volodímir Zelenski, todo vestido de negro: era una de las figuras más solicitadas para sacarse fotos.
Al lado estaban los gobernadores: en una esquina Axel Kicillof y Jorge Macri charlaban animadamente y los expresidentes, como Mauricio Macri y Eduardo Duhalde. Justo en frente, en el primer piso de los palcos, los padres de Milei junto a su pareja Fátima Flores, que se esforzaba por sacarle charla a sus suegros. A unos metros, estaba el empresario Eduardo Elztain.
El clima era festivo pero se percibía una intensidad siempre al borde de estallar. El momento más tenso fue cuando Romina del Plá (Partido Obrero) y los cuatro diputados del Frente de Izquierda y de Trabajadores se levantaron para sostener unos carteles que decían "No al plan motosierra de Milei contra el pueblo". En los palcos del tercer piso empezaron los gritos: "¡Motosierra, motosierra!". "Dejen de dar vergüenza", les respondió Myriam Bregman. "Ponte a trabajar", le respondió uno, furioso.
Al mediodía, Milei se levantó y juró como presidente del país. Alberto Fernández, que acaba de llegar al recinto, le hizo entrega del bastón y la banda presidencial y le susurró: "Suerte". Milei miraba, entre impactado y sonriente, a su alrededor. Le mostró el bastón a Cristina Fernández de Kirchner, que en la empuñadura tenía tallados la imagen de sus cinco perros (Conan y sus cuatro clones) y ella se rio, sorprendida.
Había más calidez en el vínculo con la exvicepresidenta que con la actual, Victoria Villarruel, con la que solo se había dado un frío abrazo. Fue ella, sin embargo, la última en tomar la palabra: "En nombre de Javier Milei y mío, quiero agradecerle a cada uno de ustedes su presencia", les dijo, antes de despacharlos.
Milei abandonó el recinto para hablar en las escalinatas y lo mismo hicieron los diputados y senadores. Ninguno tenía interés en quedarse en el Congreso mientras hablaba. "¿Dónde va a poner la mesa de entrada? ¿Fuera, junto al monumento? ¿Quién le va a votar las leyes?", masculló, enojado, un diputado del PRO. A unos metros, otro dirigente del mismo partido ironizaba: "Milei puede hacer lo que quiera, ¿alguno le va a dejar de votar las leyes por esto?".
Dentro solo habían quedado los diputados y senadores de La Libertad Avanza. "¡Viva la libertad!", se escuchaba.
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