Este artículo se publicó hace 12 años.
Un islamista o un exministro de Mubarak presidirá Egipto
Aunque aún no hay cifras oficiales, los Hermanos Musulmanes han adelantado estos resultados de los comicios, en los que sólo habría participado un 40% del electorado
El resultado de la primera vuelta de las elecciones egipcias no se corresponde con las aspiraciones que tenían las decenas de miles de ciudadanos que ocuparon la plaza Tahrir e hicieron caer al régimen de Mubarak y abrir un proceso transicional. Los candidatos que pasarán a la segunda vuelta son el de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Mursi, y el último primer ministro de Hosni Mubarak, Ahmed Shafiq, con el 90% de los votos contados y según fuentes de los islamistas. De esta forma, el impulso de los revolucionarios egipcios no ha conseguido convertirse en una alternativa electoral y el escenario parlamentario ha quedado dividido entre dos bloques conservadores.
De confirmarse los resultados, Shafiq habrá dejado fuera de la carrera a otros dos candidatos que se presentaban como favoritos, el islamista moderado Abdelmoneim Abul Futuh y el ex secretario general de la Liga Árabe Amro Musa.
Esta primera vuelta de las elecciones, que se cerró a las 21.00 hora local (19.00 GMT) del jueves después de dos jornadas de votación, se desarrolló sin incidentes y en un clima de total normalidad democrática, como constataron observadores egipcios e internacionales.
La televisión estatal anunció esta mañana que, según datos provisionales de la sala de operaciones de la Comisión Electoral Suprema, la participación en los comicios ronda el 40 %.
Los "padres" del futuro presidente egipcio: dictadores, califas y faraones"Gobernar Egipto no es tarea fácil", afirmó el último rey egipcio, Faruk, antes de exiliarse en 1952, una frase aún vigente cuatro presidentes militares después, en un país que, por primera vez, elige democráticamente a quien dirigirá sus designios.
"Gobernar Egipto no es tarea fácil", afirmó Faruk, el último rey egipcio
El monarca destronado lanzaba esa advertencia al que poco después se convertiría en el primer presidente de la historia de Egipto, el general Mohamed Naguib, que participó en la llamada 'Revolución de los Oficiales Libres' el 23 de julio de ese año, un golpe de Estado militar contra la monarquía.
Aunque en 1952 se inauguraba en el país del Nilo, cuna de civilizaciones, la época de los presidentes no supuso un cambio respecto a los poderes absolutos que habían disfrutado hasta entonces los gobernantes egipcios, bien fueran faraones, califas o reyes. Y es que los presidentes han sido la réplica moderna de los antiguos gerifaltes egipcios: hombres fuertes que no han dudado en aplicar mano dura como correctivo para gobernar el Estado más populoso de Oriente Medio.
Hasta la fecha, cuatro generales, algunos de ellos héroes de guerra, han ocupado la Presidencia egipcia: Naguib, los carismáticos Gamal Abdel Naser y Anuar el Sadat, y Hosni Mubarak, derrocado en febrero de 2011 en la revuelta popular.
El general más veterano de los 'oficiales libres', Naguib, tan solo fue presidente durante los diecisiete primeros meses de la recién inaugurada república de Egipto en 1953. Admirador de Napoleón, su mandato fue frustrado por las disputas internas del régimen e incluso tuvo un destino más cruel que el exiliado rey Faruk, ya que tras ser destituido por sus propios compañeros permaneció en arresto domiciliario durante 18 años.
Los 'Oficiales Libres' derrocaron a Faruk con un golpe de Estado en 1952
Si hay un presidente recordado por los egipcios con idolatría es el sucesor de Naguib, Gamal Abdel Naser (1954-1970), padre del panarabismo y modernizador del Estado egipcio. Aquellos fueron los años de la todavía venerada diva de la canción egipcia y árabe, Um Kulzum, estandarte del nacionalismo, y de las derrotas ante Israel (1956 y 1967), pese a lo cual Naser siempre apareció como un héroe ante el pueblo en una etapa en la que el orgullo patrio alcanzó sus máximas cotas.
Naser emprendió, además, grandes proyectos como la construcción de la presa de Asuán y nacionalizó el canal de Suez (1956), en una afrenta a Israel y los que habían sido los grandes poderes coloniales en Oriente Medio, Francia y el Reino Unido.
Tras su muerte por un ataque al corazón en 1970, otro de los "oficiales libres" Anuar al Sadat, de ascendencia sudanesa por parte de madre, tomó las riendas del país.
Los once años de presidencia de Sadat estuvieron marcados por la polémica, ya que hizo una purga de sus enemigos políticos y se apoyó al principio en los islamistas, al contrario de Naser. Pero si la presidencia de Sadat pasó a los libros de historia fue por las relaciones con Israel. Tras la guerra del Yom Kippur, en 1973, en la que Egipto consiguió derrotar durante días a Israel, Sadat se granjeó enemistades en el interior y el exterior al firmar un tratado de paz con el Estado vecino seis años después.
Con la firma del tratado, Sadat no solo suscribió la paz, sino también su condena de muerte porque el 6 de octubre de 1981 fue asesinado por islamistas, contrarios a la paz con Israel, en un desfile militar que conmemoraba la guerra del 1973.
Mubarak emprendió la liberalización de la economía y se presentó como aliado de Occidente
Junto a Sadat, en la tribuna de las autoridades, se encontraba aquel día su casi desconocido vicepresidente, Hosni Mubarak, excomandante en jefe de las Fuerzas Armadas, que estaba llamado a sucederle. Como gobernante militar, una de las primeras disposiciones de Mubarak fue la promulgación de una ley de emergencia, vigente durante sus treinta años de mandato, que utilizó como azote contra los islamistas, sus principales adversarios políticos.
En paralelo, emprendió un proceso de liberalización de la economía y se presentó como un aliado de Occidente. La corrupción, la falta de libertad y el escaso reflejo del crecimiento económico en las vidas de la mayoría de los egipcios les a las calles el 25 de enero de 2011 para poner fin al régimen, en una revolución de 18 días.
Ahora, si de algo podrá presumir el futuro presidente de Egipto que no tuvieron sus antecesores será de haber sido elegido democráticamente.
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