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El escritor y cineasta iraquí Hassan Blasim, considerado el mejor escritor árabe contemporáneo, acaba de publicar en España el libro El loco de la plaza Libertad. La guerra de Irak, los refugiados y las pesadillas de los supervivientes toman cuerpo y voz en sus textos.
¿En Europa la gente comprende realmente lo que pasa con los refugiados?
Hace tiempo que en Europa solo se lee a Europa. Es decir, solo se lee lo que dicen los periodistas europeos sobre los países del mundo árabe. Los medios no hablan de lo que ocurre, sino que dan una noticia, lo que yo llamo información fast food. Por ejemplo, ¿qué entiendes cuando enciendes la televisión en España y te dicen que en Irak han muerto cincuenta personas? Nada, para ti es solo un número. Por eso creo que los intelectuales del mundo árabe deberían explicar qué es lo que sucede, y así podríamos llegar a entender algo de los acontecimientos, de lo que es el mundo árabe o el mundo musulmán, como lo llaman ahora. Aunque no estoy de acuerdo con ese concepto, porque no existe un mundo musulmán, sino países diferentes. Cuando yo hablo de los refugiados, no me refiero a lo que pasa ahora, sino que hablo del futuro... Todos vivimos en este maldito trozo de tierra diminuta. Por ejemplo, en Europa se reclama abrir las fronteras, pero hacerlo no solo significa abrir las fronteras a los refugiados, sino también abrir nuestra mente y nuestra imaginación política: ¿cómo podemos vivir en este mundo que compartimos todos?
Repensar la idea de Estado….
Abrir las fronteras no es solo una cuestión política, sino también filosófica. En el futuro tal vez existan refugiados del cambio climático, países enteros pueden desaparecer bajo el agua. Entonces, ¿qué haremos con esta gente? ¿Cómo podremos estar juntos y compartir los recursos? No es un problema puntual de ahora, en Siria o Irak. Si no hay una guerra, siempre habrá mucha gente pobre que viene a Europa. Llegarán millones y millones de personas. A veces bromeo con mis amigos: “Un día en Europa vais a tener que poner el ejército y los tanques en la frontera, porque cada vez viene más gente”.
Pero las fronteras están abiertas si tienes dinero…
Sí, la gente rica vive sin fronteras. No me refiero solo al Este o a Oriente Medio, sino también a la gente que vive en Europa. También existe una cuestión moral: si eres europeo, puedes cruzar la frontera, viajar a África como turista y sacar fotos de la gente pobre que vive en los pueblos. ¿Por qué los africanos, en cambio, no pueden obtener un visado para venir aquí, si son seres humanos también? Esta es la pregunta que debe plantearse a los jóvenes cuando se les educa.
Aquí en Europa hablamos de derechos humanos e igualdad social, pero si cierras las fronteras, te fallas a ti mismo como defensor de los derechos humanos. ¿Qué defiendes?¿Derechos humanos e igualdad social solo para los blancos? Cuando se ayuda a alguien no se trata de mostrar que eres bueno, sino de establecer otros tipos de relaciones sociales entre los seres humanos, basadas en la igualdad. Por ejemplo, ahora muchas personas sufren por la amenaza del Estado Islámico. Pero nos olvidamos de que los estadounidenses invadieron Irak y mataron a miles de personas. ¿Quién les va a acusar?
En Europa muchos políticos, sobre todo los de derechas, hablan de los “valores europeos”. ¿Qué significa eso? Dicen que en Siria un muchacho puede ser terrorista, que tiene otra “cultura”, que no tiene nuestros “valores”. Pero ¿qué pasa con los miles de personas que murieron en Irak o en Afganistán por culpa de las intervenciones occidentales? Estas muertes también forman parte de los “valores” europeos. En Europa la gente me pregunta: “Hassan, ¿qué pasa en Oriente Medio? ¿Por qué se radicaliza la gente?”. No es una cuestión que tenga que ver con la cultura. En la Guerra Fría han destrozado a toda la izquierda en Oriente Medio. En los años 70, la gente leía literatura europea y escuchaba a John Lennon. Luego se aniquiló a la izquierda, se apoyó a los dictadores y finalmente se destrozó a la gente. En Irak decimos: “Dios, que se acabe de una vez el petróleo para que llegue la paz en este país”.
¿Es la violencia una constante en la historia de Europa y de Oriente Medio?
En Europa, que es muy sensible a los nacionalismos, hemos tenido dos guerras mundiales. La violencia está en el mismo ADN de Europa. En mi vida personal he visto mucha violencia. Formo parte de la generación de la guerra. La guerra entre Irak e Irán estalló cuando era un niño, y luego llegó la guerra con Estados Unidos. Mi generación ha vivido siempre en la violencia. Yo he sobrevivido a través de los libros, soy un escritor y pongo mi fe en la educación. Por eso repito siempre: ¿quieres entender Oriente Medio? ¿Por qué no traduces a sus escritores? El conocimiento ayuda a comprender y sobrevivir a la violencia.
La violencia siempre está con nosotros. Brota cuando la gente teme por su vida, por su futuro. Algunos dicen: “Esta violencia es un problema cultural”. Eso no es verdad, el problema son las condiciones de vida. Y en Oriente Medio, la cuestión es sencilla: Occidente debe dejar en paz a Oriente Medio, irse de allí. Dejarlo solito unos cuantos años. Cuando hablamos de democracia, hablamos de un proceso histórico. Cuando George Bush intervino en Irak, dijo que iba a llevar allí la democracia. Bueno, la democracia no es una medicina, la democracia es un proceso histórico. Nosotros intentamos derrocar a nuestro dictador Sadam. Yo y muchos de mis colegas, al igual que otra gente, padecimos la prisión durante su régimen. Pero queríamos cambiar nuestro país desde dentro, desde nuestra sociedad, sin intervenciones del exterior.
En tus cuentos explicas esta lucha personal y política…
Me torturaron en la prisión y he vivido la violencia en la frontera cuando me golpearon los soldados de las milicias de Europa del Este. Pero si he sobrevivido, aunque no estoy tan seguro de que haya sobrevivido, es gracias a mi mente. No quiero hablar de mis libros porque se trata de una cuestión personal. Cuando me preguntan cómo escribo, me río. Abro mi portátil y empiezo a teclear. ¿Qué quieres que te responda? Es como si me hubieras preguntado cómo hago el amor. Yo no puedo entender y amar la vida sin escribir. He escrito en la cárcel, en los campos de refugiados, en la frontera. Voy a los festivales de literatura a hablar de los refugiados.
En Europa existe la ficción de la paz, aunque la paz es un lujo de pocas generaciones y hemos tenido una guerra en Ucrania…
Que la guerra está localizada en un lugar y nadie más está amenazado es una ilusión. Vivimos en un mundo donde todo está interconectado. En Europa cierran la frontera para mantener esta ilusión. Todavía tienen una visión romántica: nuestro país, nuestra cultura, etc. Pero la propia Europa se convirtió en un espacio de paz cuando abrió las fronteras que separaban a sus países. Poco antes se mataban entre ellos y se mataban en nombre de la nacionalidad. ¿Que hacemos ahora? Cerramos las fronteras entre los países en Europa, vendemos nuestras armas en Oriente Medio y producimos en África. La joven generación europea pronto necesitará una revolución, y no me refiero a una revolución en el significado romántico de la palabra. Necesitamos más filósofos, no políticos que nos vendan eslóganes románticos, porque no somos niños.
¿Cómo lograremos cambiar la política con los refugiados en Europa?
Para mí, la clave es la educación. Lleva a los niños al mercado y explícales de dónde viene la comida, de qué rincón del mundo, para que entiendan desde pequeños cómo funciona el capitalismo. Así van a tener una educación responsable, entenderán que son una parte de este mundo. Y que todo se comparte. Y por favor, parad de hablar de “diferencias culturales”, no existen tales culturas diferentes. Hace 200 años que en Senegal puedes encontrar a un poeta, igual que en España o que en Irak. Tenemos la misma cultura: hablamos de vivir, amar, de la familia. En la misma guardería, niños de Somalia, Irak y Finlandia juegan juntos, se aman los unos a los otros. Pero cuando sean mayores, tal vez les envíen a matarse. ¿Quién les enseña el odio? Nosotros les enseñamos el odio.
Por supuesto que muchos utilizan a los refugiados para promocionarse. Los políticos cobran por hablar sobre nosotros y encontrar soluciones de emergencia [risas]. Muchos académicos, artistas y organizaciones humanitarias hacen lo mismo. Pero el asunto es muy sencillo: actúas o no actúas. No se trata de ser bueno o malo. Si ayudas a los refugiados, te ayudas a ti mismo; es otro tipo de humanidad la que reclamas. No necesitas diez años para manifestarte y ver si ayudas a alguien o no.
Yo abandoné mi país en 1998 y llegué a Finlandia como los refugiados sirios ahora: caminando, cruzando las fronteras de Irak a Irán, luego de Turquía, Bulgaria, Serbia, Hungría... hasta llegar a Finlandia. Me llevó cuatro años. No tenía dinero y tuve que trabajar en Estambul. Tuve muchos trabajos de mierda, pero nunca dejé de escribir.
Sufrí un shock. En Irak era director de cine, había rodado varias películas... y, de repente, me convertí en un “ilegal”. La experiencia de la frontera es terrible. ¡Imagínate los niños que deben cruzar estas fronteras! Es duro tanto a nivel físico como psicológico. Por aquel entonces, la policía húngara, cuando te encontraba en el bosque, te torturaba. Europa siempre denuncia a las mafias que usan a la gente en la frontera, pero olvida que son ellos quienes crean a la mafia. Si no quieres tener mafias, abre las fronteras.
Con mis amigos, bromeo. Cuando me preguntan: ¿Qué vas a hacer cuando tengas la nacionalidad finlandesa dentro de un año? ¿Escribirás otra novela? Yo les contesto: no, iré a la frontera para trabajar como traficante y ayudar a los refugiados. Los activistas deben protestar en las fronteras, no en el centro de sus ciudades. Debemos renunciar a este activismo romántico, porque no se trata de “acoger en un país”, sino de compartir entre todos los recursos. Si los activistas en Grecia o Bulgaria empiezan a trabajar juntos para ayudar a la gente a cruzar la frontera, la mafia desaparecerá. Así que los activistas deberían ser traficantes [risas].
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