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Guinea Ecuatorial Obiang, el sátrapa que vio caer a los históricos dictadores africanos

El dictador cumple 40 años en poder. Cuatro décadas de gobierno autoritario y violaciones de derechos humanos. 

Teodoro Obiang, durante una visita oficial a Gabón en junio de 2013. - AFP

Irene Escudero (EFE)

Uno a uno fueron cayendo casi todos sus maestros de otros países africanos, fallecidos o por golpes de Estado. Teodoro Obiang Nguema cumple hoy 40 años al frente de Guinea Ecuatorial, donde gobierna con mano de hierro bajo constantes denuncias de violación de derechos humanos y corrupción.

Obiang, que actualmente es el presidente que más lleva en el poder del mundo, llegó al mando en la época de esplendor de los "padres fundadores" de la África postcolonial, dominada por figuras autocráticas como el congoleño Mobutu Sese, el centroafricano Bokassa o el marfileño Félix Hufué Buañí. Era el momento de los partidos únicos, de líderes militares que llegaban al poder con las armas y de regímenes absolutistas con un fuerte acento anticolonialista. Vio también el ocaso de otros mandatarios que llegaron al poder a la vez que él, como el angoleño Jose Eduardo Dos Santos, o incluso algunos posteriores, como el zimbabuense Robert Mugabe. Ahora, a sus 77 años, solo queda él, –y su vecino del norte, el camerunés Paul Biya–, sin que apenas haya cambiado la forma de dirigir el país que muchos creyeron que iba a salvar.

Nacido el 5 de junio de 1942 en el pueblo de Acoa-Kam Esangui, en el distrito de Mongomo, en la parte continental de Guinea Ecuatorial, cuando aún era una colonia española, creció siendo un niño tímido y retraído. Tras entrar en el Ejército, fue premiado con una beca a los 23 años para formarse en la Academia General Militar de Zaragoza (noreste de España), que por aquel entonces llevaba el nombre de quien fuese años antes su director, el dictador Francisco Franco. De él emuló la organización de la jefatura del estado en el Palacio de El Pardo, incluida una guardia pretoriana, la suya con militares marroquíes, que pidió al rey Hassan II ante la negativa de España a brindarle fuerzas de la Legión o la Guardia Civil como le había pedido a Adolfo Suárez, el entonces jefe de Gobierno español.

La independencia y la llegada al poder de su tío Francisco Macías le pilló de vuelta en Guinea Ecuatorial, donde ocupó varios puestos militares y llegó a ser viceministro de Defensa, en una nación tornada en un régimen brutal de asesinatos y represión que forzó la salida del país de miles de ecuatoguineanos. Era su momento. El 3 de agosto de 1978, Obiang, que no había llegado aún a la cuarentena, lideraba un golpe militar contra su tío –que llamó Golpe de Libertad–, con el apoyo del Gobierno español. Ni dos meses después, tras un juicio sumarísimo celebrado en el cine Marfil de Malabo, la capital ecuatoguineana, Macías era condenado a muerte y fusilado.

La llegada de un líder nuevo se vio en el país, sumido en la miseria y el terror, como una esperanza de un futuro mejor y el despegue final como nación. Un despegue que, tras 40 años, aún sigue en pista. "El día que Guinea Ecuatorial manifieste que el presidente lleva mucho tiempo en el poder, yo me marcharé tranquilo a casa", decía antes de las últimas elecciones, las de 2016, un Obiang que ha salido de cada paso por las urnas con más del 90 % de apoyo, incluso después de introducir en 1991 elecciones multipartidistas.

En 2003, la radio estatal le describió como alguien "en contacto permanente con Dios" que "podía matar sin tener que rendir cuentas a nadie ni tener que ir al infierno". "Hombre fuerte e influyente", "tiene tantos millones que ni él mismo lleva la cuenta" o "uno de los hombres más poderosos de África central" son algunas de las frases que usa el activista y dibujante ecuatoguineano Ramón Esono para describirle en el cómic que le dedicó de forma muy crítica, "La pesadilla de Obi".

Sobre él pesan numerosísimas acusaciones de violaciones de derechos humanos por la represión de cualquier crítica en las calles, por abuso e interferencia en la justicia, por las condiciones deplorables de sus cárceles e incluso hay quien se atreve, siembre bajo anonimato, a señalar su gusto por las prácticas canibalísticas. Quizás si hay una fecha que el mandatario recuerde sea 1996, el año en que la empresa estadounidense Mobil –ahora ExxonMobil– anunció la llegada del maná del petróleo en las costas ecuatoguineanas, y también del gas natural. Guinea Ecuatorial, el "nuevo Kuwait" lo bautizaron.

El país, que no ofrece datos de pobreza, sí figura como uno de los que tienen las rentas más altas de África y también entre los más corruptos del mundo, con organizaciones no gubernamentales señalando directamente a la familia Obiang y su clan.

Ahora, a sus 77 años, las visitas médicas son frecuentes, aunque desde el Gobierno se nieguen, y ha dicho que la de 2016 sería su última campaña electoral, aunque las esperanzas de cambio son apenas nulas, pues parece que apunta a su hijo, Teodorín, para que herede el país como si fuera su finca. El vicepresidente, precedido por su fama con los gastos extravagantes, encabezó su primer consejo de ministros el pasado 20 de noviembre y ejerce de presidente durante las ausencias de Obiang.

Sobre el hijo hay una condena –recurrida– de la Justicia francesa a tres años de cárcel y 30 millones de euros de multa por el blanqueo, entre 1997 y 2011, de una suma estimada de 150 millones de euros. No es raro encontrar a Teodorín, de 50 años, en fiestas de lujo, macroconciertos y discotecas o incluso, como saltó a las noticias el pasado año, intentando sacar de Brasil casi 14 millones de euros en joyas y billetes en una maleta en su avión privado.

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