caracas
Actualizado:"Sigamos, tranquemos la Panamericana, que por ahí viene el hombre. Vamos a recibirlo como se merece", se escucha a través del altavoz. Aún son pocos los congregados alrededor del puente de la gran autopista que cruza Latinoamérica. La cita es en San Antonio de los Altos, en el estado de Miranda, uno de los pocos municipios venezolanos gobernado por un alcalde opositor al chavismo. Aún es temprano, pero el asfalto ya empieza quemar en la planta de los pies. Son las 11.00 y "el hombre" había prometido acudir a esa hora. Pero antes tenía que visitar otros dos municipios de los llamados Altos Mirandinos.
Un poco antes de esa escena y a unos 15 minutos en coche de San Antonio, en la localidad de Los Teques, un hormigueo de gorras tricolor comenzaba a congregarse en el punto acordado, en una rotonda. Empezaban a oírse cacerolas, el claxon de los conductores que simpatizan con la protesta y abucheos a los agentes de la Guardia Nacional Bolivariana que, de vez en cuando, pasaban en moto cargados de material antidisturbios. Se empezaban a escuchar proclamas como "Maduro, coño de tu madre" o "no queremos bonos, no queremos CLAP, lo que queremos es que se vaya Nicolás". Ellos, los de las proclamas, también iban a ver "al hombre". Era la primera parada de su recorrido y la expectación iba aumentando a medida que las banderas y gorras amarillas, rojas y azules ocupaban la carretera.
En la pasarela elevada que atraviesa la calzada aguardaba Francelina Zambrano, jubilada y ferviente opositora al Gobierno de Maduro. Todos allí eran opositores, evidentemente. Los únicos chavistas en la zona estaban embarcando no muy lejos de allí en un autobús con destino a Caracas, donde había convocada otra gran marcha en defensa del Gobierno y contra el imperialismo norteamericano, al que acusan de estar detrás de los apagones que llevan padeciendo durante toda la semana en prácticamente todo el país. Precisamente por el apagón era la cita opositora en Los Teques, en San Antonio, en Caracas y otros lugares del país. Pero en su caso, la diana de la protesta era el Gobierno de Nicolás Maduro, al que acusan de ineficiencia y de "haberse robado durante años los reales" para el mantenimiento del sistema eléctrico del país.
"¿Prensa española? ¿No serás de los de Zapatero? Porque ese es un vendido"
Eso mismo repite la señora Francelina mientras acaricia las cuentas de un rosario también con los colores de la bandera venezolana. "Es la virgen de Coromoto, la patrona de Venezuela", explica, no sin antes informarse de con quién está hablando. "¿Prensa española? ¿No serás de los de Zapatero? Porque ese es un vendido", dispara la anciana en referencia al papel del expresidente español como mediador en este conflicto político. "¿Zapatero va a arreglar este mundo? No señor”, resume. Francelina ha llegado a esa conclusión después de que Zapatero, tras fracasar en la búsqueda de un acuerdo político entre chavismo y oposición que le llevó dos años, asegurara algo más que evidente: que la atención mediática sesgada y la presión internacional que sufre el país sólo se explica por el “interés gigantesco económico y político de carácter estratégico sobre lo que representa aquel país". En resumen, un vendido para Francelina, que apoya sin complejos la intervención militar de EEUU en su país.
"Estamos aquí por nuestra libertad", exclama. "Si ya estamos invadidos por los chinos, por los cubanos y por los rusos”, insiste. Dibuja, casi sin saberlo, el escenario de la tercera guerra mundial en su propia casa, pero ella está tan harta que cree que nada puede ser peor. "Se nos han ido nuestros nietos, nuestros hijos, todo por culpa de esto [el chavismo]. Ingenieros, médicos, licenciados, todos se han ido. Yo tengo familiares en España, Australia, Costa Rica. ¿Los volveré a ver? Yo ya soy vieja”, se lamenta. También se queja de los apagones, de la falta de agua corriente y de los precios disparatados de los alimentos, aunque concede que eso no es sólo culpa del Gobierno, sino también de los comerciantes que "se han aprendido bien el cuento de la hiperinflación".
A quién sí tiene intención de ver es "al hombre", que para ella es sólo "un muchacho que ha venido como caído de cielo. Ahora es la única esperanza", sostiene. La mujer de al lado completa la frase en forma de profecía. "Es la única y la última", dice. Todos los demás que lo intentaron "se rajaron, son unos vendidos", aseguran las dos a coro, empezando por Henrique Capriles, el candidato que logró unir a la oposición en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y se quedó a tan sólo 200.000 votos de arrebatarle a Maduro la presidencia en 2016. "Tuvo miedo de no aceptar los resultados porque si lo hubiera llevado hasta el final estaríamos todavía contando muertos en las calles", dice Francelina, que después piensa mejor. "Bueno, contamos bastantes unos meses después, en 2017", durante las guarimbas opositoras que duraron meses.
Aquello pasó y fue duro, confiesa, pero ahora reza para que "el hombre" consiga cambiar las cosas, dice. Que se necesita un milagro porque, al fin y al cabo, sslo es un hombre, por mucho "el" que le pongan delante al sustantivo. Juan Guaidó, "el hombre", era un completo desconocido político hasta el pasado 11 de enero, cuando se autoproclamó presidente encargado de Venezuela en una plaza de Caracas. Presidía la Asamblea Nacional, el parlamento del país, el poder legislativo hasta que el Gobierno convocó elecciones para la Asamblea Nacional Constituyente después de perder la mayoría en la cámara en las últimas elecciones legislativas de 2017. El objetivo era redactar una nueva constitución, dijo Maduro, pero mientras tanto, los poderes legislativos del parlamento de mayoría opositora se han reducido a la nada al tiempo que el presidente y la nueva asamblea, a la que no se presentó ningún candidato opositor, dirigen el país. Maduro mostró la Constitución en esa ocasión, alegando que esa figura estaba contemplada.
Guaidó hizo lo propio después de tachar a Maduro de "usurpador" y acusarle de manipular los resultados de las pasadas elecciones presidenciales, para las que la oposición ni siquiera tenía un candidato que no estuviera preso o inhabilitado. En caso de ausencia del presidente, es el presidente de la Asamblea Nacional quien debe asumir el cargo y convocar elecciones en los 30 días siguientes, según el artículo 233 de la Carta Magna que alumbró hace 20 años Hugo Chávez y ratificó el pueblo en referéndum. Eso dando por válidos los argumentos de la oposición para esta maniobra a la que EEUU no tardó ni 30 minutos en dar el visto bueno. Ya han pasado casi tres meses y más de 50 países han reconocido a Guaidó como presidente interino, pero "el hombre" no puede convocar elecciones. Sólo puede hacerse esperar en su gira por el país. Y mucha gente le esperaba el sábado en San Antonio de los Altos, al menos algunos miles que con el paso del tiempo se animaron a cortar la autopista. Guaidó ya no es un desconocido.
Su jugada ha vuelto a poner en el escenario político un nombre y una cara para dar la batalla al chavismo, para ilusionar a unos electores frustrados y para que los dirigentes opositores puedan proponer algo más que neumáticos ardiendo, calles cortadas y guerrilla urbana. Guaidó, ingeniero, diputado por el estado de Vargas, treintañero y natural de La Guaira e hijo de un taxista que vive Tenerife es una cara amable después de duros enfrentamientos en las calles en 2017. Fue fundador del partido Voluntad Popular junto al líder opositor Leopoldo López, ahora en arresto domiciliario tras ser condenado a más de 13 años de cárcel por incitar a la violencia durante las guarimbas contra el Gobierno en 2014, en las que murieron más de 40 personas y hubo cientos de heridos, aunque la oposición lo considera un "preso político de la dictadura chavista". Guaidó es ya es un fenómeno de masas entre una parte de la sociedad venezolana. Incluso se ha popularizado un remix con su voz explicando su hoja de ruta. Cuando se pincha el tema en la megafonía, la Panamericana hace los coros entre aplausos. "Vamos bien. Vamos muy bien. Fuera la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres. Bolívar cree que vamos bien", se canta sobre un asfalto que casi derrite las suelas. "Lo que ha hecho Guaidó en tres meses no lo hemos podido lograr en tres años. Por eso tenemos que estar al lado de este chamo", pedía desde la tribuna el alcalde de la localidad, José Fernández, conocido como ‘Josy’.
Recibido como una estrella
Cuando se acerca el coche del autoproclamado presidente el fervor estalla. Es como si fuera a bajar del todoterreno una estrella del rock, un Cristiano Ronaldo, un actor de Hollywood. Pero cuando se abre la puerta aparece una figura enjuta con una camisa azul pálido perfectamente planchada. Una suerte de Albert Rivera caribeño que saluda tímido, aunque su cara denota que la batalla está perdida, que va a chocar contra un río de gente incontrolable, por muchos escoltas que le rodeen. Las mujeres mayores le acarician el pelo, los padres le acercan a sus hijos de pocos años, las adolescentes le agarran para robarle un selfie. El nuevo dirigente opositor tiene que atravesar a duras penas una maraña de brazos ávidos de liderazgo político y de teléfonos con la cámara en modo vídeo. Cuando llega a la tarima preparada para el mitin sigue repartiendo saludos, pulgares hacia arriba y una sonrisa enorme, aunque la semana no ha sido fácil para Guaidó.
Hace tres días, la Contraloría General de Venezuela, el equivalente al Tribunal de Cuentas español, un órgano que audita los gastos de las instituciones del país, anunció que le inhabilitaba para el ejercicio de cualquier cargo público durante 15 años. Según explicó el contralor Elvis Amoroso, el autoproclamado presidente ha ocultado o falseado su patrimonio declarado ya que ha viajado al extranjero en 91 ocasiones, algo “imposible de costear con su salario”, explicó.
Pocos días antes, el Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN) detenía en su casa la mano derecha de Guaidó, Roberto Marrero, jefe de despacho del presidente de la Asamblea Nacional. La acusación es más que grave y podría pasar en prisión una larga temporada, ya que según las investigaciones, Marrero estaría vinculado con la organización de comandos terroristas “que planeaba asesinatos selectivos de figuras de alto perfil del Estado venezolano, y atentados contra los servicios públicos del país". Para Guaidó no es una detención, es un secuestro, otro más de una larga lista que enumera, porque cada una de las dos Venezuelas tiene sus propias palabras para definir la misma realidad. "La persecución y las amenazas nos van a hacer seguir adelante. Sólo significan el miedo del régimen", exclama el líder opositor ante los miles de congregados.
"Armar un buen pedo"
"El hombre", tras 15 minutos de abrazos, saludos, caricias y apretones de manos ha ido a San Antonio a pedir organización popular, respuesta en la calle ante los apagones. "Han sido días duros, un mes grave y triste. Con tres apagones y apenas nueve días hábiles para trabajar y llevar comida a casa en un país con hiperinflación. Y el régimen se atreve a burlarse del pueblo de Venezuela. Se atreve cuando sabemos que fue por falta de mantenimiento, por una sobrecarga en una línea eléctrica, si dijeran la verdad sería evidenciar su corrupción", resume. "Toda Venezuela sabe quién es el responsable de esta tragedia, de esta crisis. No es una iguana ni un rabipelado ni un ciberataque ni un impulso electromagnético", continúa. "Aquí hay que armar un buen…". La frase la termina la multitud. "Un buen pedo”, una buena protesta. "Pero eso no se arma de gratis, hay que organizarse en cada urbanización, en cada bloque, en cada parroquia. Hay que dejar de preguntarse cuándo se va a armar y preguntarnos cuándo lo vamos a armar", explica. Guaidó quiere que cada vez que se vaya la luz la gente tome las calles de forma organizada para "exigir el fin de la usurpación, el fin de la dictadura", es lo que ha denominado "operación libertad", un el próximo sábado pretende llevar a cabo "un primer simulacro en todo el país", con el que medirá los ánimos de un pueblo exhausto.
De la intervención a la cooperación internacional
No son pocas las pancartas y los gritos que le animan para que propicie la intervención extranjera en el país para derrocar a Maduro. Siempre han estado sobre la mesa todas las opciones. Así lo recuerda el presidente estadounidense y el propio Guaidó en cada intervención pública, y en San Antonio también ha dejado caer esa posibilidad, aunque más edulcorada. “Está claro, no hay duda de que vamos a invocar el 187.11 ”, aseguraba este sábado en referencia al artículo de la Constitución que aprueba misiones militares de Venezuela en el extranjero y de otros países en Venezuela. Lo ha dicho antes de recordar que su mujer ha sido recibida este fin de semana como “primera dama” en la Casa Blanca. Sin embargo, esta vez ha rebajado el tono de esas supuestas misiones y las ha circunscrito a operaciones de “cooperación internacional”. No ha querido profundizar más en esta posibilidad, al menos este sábado.
También ha recordado volverá a tensar la cuerda y que “pronto” volverán los camiones de ayuda humanitaria a las fronteras del país, en esta ocasión, con respaldo de la Cruz Roja, que se ha ofrecido a trabajar para que lleguen alimentos y medicinas a Venezuela. No ha concretado más, todo sigue cubierto de incertidumbre tras varias semanas de impasse y con el fracaso de la intentona del pasado 23 de febrero, cuando los convoyes humanitarios no lograron atravesar las fronteras con Brasil y Colombia.
Ayer era el día del “pedo” interno, de arengar a los venezolanos a organizarse en “comandos” para que tomen la calle cuando llegue la oscuridad, que amenaza con convertirse en algo cotidiano aunque intermitente. “Sólo con el fin de la usurpación regresará la luz a Venezuela. No pedimos paciencia, sino organización y acciones ya”, concluía antes de recorrer a la inversa el camino de los abrazos y los apretones de manos.
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