Giorgio Napolitano, elegido hoy undécimo Presidente de la República de Italia para un segundo mandato consecutivo, a dos meses de cumplir 87 años, se ha erigido en la verdadera 'auctoritas' de Italia al rogarle los diversos partidos que retome las riendas de la Jefatura del Estado, ante el caos institucional que atraviesa el país.
Tras siete años de mandato, Napolitano cesaba en su cargo el próximo 15 de mayo, pero tendrá que renovar fuerzas ante el panorama político desolador que ofrece Italia. Con su aspecto relajado y con el brillo de inteligencia que la senectud confiere a tan sólo algunos hombres, Giorgio Napolitano ha defendido desde el 15 de mayo del 2006, en que fue elegido Jefe de Estado a la cuarta votación, la imagen de Italia en múltiples ocasiones, con el papel de hombre fuerte de Estado. Lo hizo cuando la coalición del Gobierno de Romano Prodi, El Olivo, cayó en 2008, después de meses de tambaleos, mociones de censura y retiradas de confianza.
Del mismo modo, ejerció de contrapeso con el siempre polémico y mediático Gobierno de Berlusconi o cuando dirigió a Italia por la vía tecnócrata colocando en el poder al profesor Mario Monti. Hasta lo que se creía que era el final de su mandato, Napolitano ha seguido cumpliendo con sus obligaciones, en un momento en el que la situación política italiana se encuentra en una encrucijada cuajada de partidos que no logran ni siquiera formar Gobierno. Y lo ha hecho tomando algunas medidas que van más allá de los poderes que la vieja Constitución de posguerra le confiere. A raíz de la dificultad de formar Gobierno tras las elecciones de febrero, realizó dos turnos de consultas con los diferentes partidos para intentar lograr una coalición fuerte y, ante la falta de consenso, creó una mesa formada por diez 'sabios', que han elaborado las líneas maestras de lo que un nuevo Gobierno debe acometer de inmediato.
Se trata de un hombre que ha dedicado su vida a la política italiana, porque Napolitano, de apellido y de nacimiento, también fue uno de esos chavales del 'barrio español' de Nápoles que lucharon contra el sistema fascista de Benito Mussolini. De ahí pasó a formar parte de un grupo universitario que trataba de sabotear el régimen fascista con acciones subversivas como cuando se infiltraron en la revista fascista 9 Maggio y publicaron textos de Karl Marx.
Con la caída del fascismo, en esa sociedad de posguerra y ciudades devastadas por las bombas, Napolitano se afilió al Partido Comunista de Italia (PCI) dando el pistoletazo de salida a sus 20 años, a una dilatada vida política. Como miembro del PCI, Napolitano destacó por su moderación lo que le impidió, en 1968, alcanzar el puesto de secretario general, que recayó en su colega Enrico Berlinguer.
Un comunista 'flojo', según sus correligionarios, que no dudaban en calificarle de 'mejorista', un apodo con el que designaban a los comunistas más descafeinados, menos radicales. Si bien es cierto que su mesura le impidió escalar en las filas del PCI, también lo es que le valió para entablar relaciones de amistad con otros partidos con los que más adelante ocuparía cargos como el de eurodiputado o Ministro del Interior, entre otros. Estuvo presente en el Congreso de Rímini de 1991, donde el PCI se se desintegró en dos bloques: el Partido de la Refundación y el Partido Democrático, del que Napolitano tomó partido.
El 10 de mayo de 2006, Napolitano, después de una vida política caracterizada por los vaivenes, el Parlamento le otorga la Presidencia de Italia. 'Faltaban ocho minutos para la una de la tarde y cuando el televisor de su oficina del Palacio Justiniano, sede de los senadores vitalicios, emitió la noticia de la elección de Napolitano, él detuvo la alegría de sus acompañantes y pidió calma, mientras su teléfono se llenaba de mensajes de enhorabuena', recuerda la periodista Concita de Gregorio.
Discreto, si por algo se le conoce es por haber sido la otra cara del 'berlusconismo', caracterizado por los continuos escándalos. Menos conocida es su sensibilidad poética que le llevó a fraguar una fuerte amistad con el premio Nobel de Literatura Pablo Neruda cuando este se encontraba refugiado en Sicilia a causa de la 'Ley Maldita' que condenó al exilio al Partido Comunista chileno. Retoma la presidencia a sus 87 años y sacrifica el disfrute de la vejez, alejarse de los coches oficiales y de los teléfonos móviles que tanto odia la mujer con la que lleva casado más de 50 años, Clio Bettoni, y con la que ha tenido dos hijos.
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