"No tengo dónde vivir, / Escogí las palabras, / Allá quedan mis libros / Mi casa. El jardín, sus colibríes". A Gioconda Belli (Managua, 1948) le viene a la memoria ese poema, Despatriada, escrito en 2021. Ahora, el régimen de Daniel Ortega le acaba de despojar de la nacionalidad. La poeta y escritora es una de las más de 300 personas a las que el autócrata nicaragüense ha declarado apátridas y les ha confiscado sus bienes. La autora de La mujer habitada, residente en Madrid, salió de su tierra con la idea de volver algún día. Pero es tal la involución política de Ortega que el regreso se hace imposible. "Ahora podría escribir otro poema que diga No tengo dónde morir. Como otras muchas voces del exilio, Gioconda Belli participó en la Revolución Sandinista, ahora reclama a la comunidad internacional, y a la izquierda en su conjunto, una posición más decidida contra el gobierno de Daniel Ortega.
El régimen de Ortega y de su esposa y copresidenta, Rosario Murillo, le acaba de despojar de la nacionalidad junto a otros tres centenares de exiliados. ¿Cómo vive esta situación?
La nacionalidad no me la puede quitar nadie. No lo acepto. No me siento desnacionalizada en absoluto porque mi país es mío, allí nací y creo que tengo un derecho humano esencial. Entonces, eso no me ha afectado tanto porque además me han ofrecido nacionalidad otros países y yo desde jovencita tengo nacionalidad italiana. Lo que quería hacer Daniel Ortega era quitarme el pasaporte y eso no funcionó. Pero la retirada de la nacionalidad también implica que nos han borrado de los registros civiles. Ahorita yo no existo en Nicaragua. No hay ningún papel que tenga mi nombre, no está mi partida de nacimiento. Todo eso es una verdadera atrocidad en estos tiempos.
¿A usted le han confiscado todos sus bienes en Nicaragua?
El despojo ha sido bien violento. Me han cerrado la cuenta bancaria. Nos han puesto patas arriba la vida cotidiana porque no tenían otra manera de castigarnos. Me han confiscado todo. Hasta las pensiones de jubilación. ¿Te puedes imaginar? La mayoría de nosotros somos personas de la tercera edad y no tenemos manera de pensar cómo vamos a rehacer todo eso. Tengo amigas que vivían de esa pensión y se quedaron sin medios de sobrevivencia. Es una crueldad porque la mayoría de las personas que estamos en esa lista participamos en la revolución, entregamos nuestra juventud a la revolución. Tengo mucho resentimiento contra eso que han hecho. Y lo que me están haciendo a mí no es nada comparado con lo que le están haciendo a todo el pueblo nicaragüense. ¿Cómo es posible que un país como Nicaragua, tan sacrificado, el país de Sísifo, le digo yo, porque subimos la piedra y se nos vuelve a caer, haya terminado en manos de estas dos personas que, por quedarse en el poder, están dispuestas a destruir a todo un sector de la población? Solo quieren ovejas, no quieren a nadie que tenga un ápice de sentimiento crítico, que pueda hacer una denuncia cuando algo anda mal.
¿Ha podido hablar con familiares o amigos en Nicaragua? ¿Cómo afrontan allí la represión gubernamental?
Hay miedo. La gente tiene terror. Le pedí ayuda a alguien y tienen miedo de hacerte un favor. Yo no he podido conseguir abogados para que me representen en mi caso. Eso te da una idea del nivel de miedo que tiene la gente de que les hagan algo. Es un régimen arbitrario que no se sabe por dónde va a salir. Llegamos a un punto en que sentimos que ya no pueden superarse y siempre se superan. Hay algo que no está bien en esas cabezas (de Ortega y Murillo). No sé la idea que tienen para Nicaragua. No hay un plan de gobierno, sino una pareja que está defendiendo su poder de una manera brutal y contraproducente, porque al final de cuentas yo creo que ellos mismos están destruyéndose.
¿Cómo valora el gesto del Gobierno español de ofrecer la nacionalidad a los expatriados?
La postura de España ha sido magnífica. Fue un hermoso gesto de solidaridad que salió prácticamente al día siguiente. España dijo que daba la nacionalidad a los que habíamos sido desnacionalizados y eso me pareció un gesto de solidaridad muy acorde con la posición de España hasta ahora. Ha tenido una posición firme. Yo valoro muchísimo ese gesto de España. Yo digo en un poema que la solidaridad es la ternura de los pueblos, y realmente es un gesto de ternura, de apapacho, de abrazo. Lo valoramos enormemente todos los nicaragüenses.
La actitud de los gobiernos progresistas latinoamericanos ha sido variada, de la condena explícita del Chile de Boric al ofrecimiento de la nacionalidad de algunos países.
La posición más firme que ha habido es la de Gabriel Boric (presidente de Chile). Realmente, él no ha tenido problema en llamar "dictadura" al gobierno de Daniel Ortega. Los otros, poco a poco, se fueron sumando a la iniciativa de ofrecernos la nacionalidad: Argentina, México, Uruguay, Panamá... Era mucho más de lo que yo esperaba porque al principio no se veía nada. Primero fue España y después parecía que América Latina no se iba a pronunciar. Y era muy importante que se pronunciara porque necesitamos tener una actitud clara en América Latina de que los gobiernos que violan los derechos humanos, sean de izquierdas o de derechas, tienen que ser denunciados y no se les debe aceptar ese tipo de comportamiento.
La izquierda española ha ido cambiando su postura hacia Nicaragua a lo largo de los años. Del apoyo sin fisuras de los años 80 se ha pasado a un desencanto progresivo y a una condena casi unánime contra Ortega.
Creo que la izquierda española se ha movido lentamente. Ha habido todo un proceso. En 2018 se vio claramente que eso era una protesta cívica que fue atacada violentamente y varias personas (de izquierdas), como Pablo Iglesias y Podemos, se manifestaron en contra (de la represión). Pero todavía quedaban sectores dentro de la misma Izquierda Unida que seguían manteniendo la ficción de la revolución. Y yo lo entiendo porque la revolución generó una enorme ola de amor, de solidaridad. Es bien difícil aceptar lo que ha pasado en Nicaragua. Es difícil para nosotros. ¿Cómo no va a ser difícil para una persona que no estuvo allí? Pero he visto que la izquierda ha levantado una especie de dique en el tiempo. Se quedaron en los 80. Como no han vivido ni han seguido mucho lo que ha pasado en Nicaragua en estos años, entonces es como que, de repente, de la revolución pasan a esta situación de ahora. No han tenido la capacidad de ver que han pasado muchas cosas en 30 años y cómo se ha ido desvirtuando el proceso y se ha ido derechizando el comportamiento de Daniel Ortega.
¿Por qué cree que ese sector todavía considera de izquierdas al gobierno de Ortega?
Para nosotros es muy difícil aceptar que todavía se vea como un gobierno de izquierdas, porque de izquierdas no tiene nada. Es un gobierno usurpador que se ha quedado con los símbolos para que les beneficie a ellos. Es una falsificación gigantesca. Me da mucha tristeza que la izquierda no lo pueda ver. Es bueno que tengan otra posición ahora. He visto que hay personas de la izquierda que han tenido una posición crítica en relación con lo que está pasando. Pero yo quisiera ver una posición más clara porque me da un poquito de vergüenza que sea la izquierda la que se está quedando retrasada en aceptar lo que está pasando en Nicaragua y en extender una crítica que le quite la máscara a Daniel Ortega y a Rosario Murillo.
¿Cree que podría articularse algún tipo de diálogo entre la oposición y el gobierno de Ortega?
En Nicaragua desarticularon la oposición absolutamente cuando echaron presos a todos sus dirigentes. ¿Con quién se van a sentar a dialogar si a todas las personas más representativas de la oposición les quitaron la nacionalidad? Tendría que darse un proceso para que puedan regresar los exiliados, que nos devuelvan la nacionalidad a todos, que se puedan volver a sentar las bases de un proceso democrático, que pueda haber elecciones adelantadas, libres y supervisadas. Te digo todo esto y al mismo tiempo te digo que no creo que Ortega vaya a aceptar ninguna de esas condiciones. Por lo tanto, el diálogo para mí puede ser también una trampa para la oposición porque (Ortega) nos puede decir: "Vengan para acá, los voy a recibir, y nos vuelve a echar presos a todos".
¿Y cuál debería ser el papel de la comunidad internacional?
La comunidad internacional tiene que tener una posición más fuerte con relación a Nicaragua. A Daniel Ortega hay que aislarlo seriamente, como se ha hecho con otros tiranos en la historia, como se hizo con el mismo Somoza, y darle posibilidad al pueblo nicaragüense de que se manifieste, porque ahorita el terror es tal que nadie quiere salir a la calle. Para mí, la situación es muy difícil y va a tomar un poco de tiempo, pero pienso que hay elementos que empiezan a mostrar grietas dentro de la propia cúpula de gobierno. Hay una posibilidad real de que toda esta gente que ha estado alrededor de esta casta empiece a sentir también el aislamiento, la falta de visión, de esperanza, y que se rebelen.
¿A qué grietas se refiere?
Hicieron preso al jefe de Inteligencia de la Policía. Eso puede dar una idea de un síntoma. En la Corte Suprema apresaron a varias personas. Las últimas declaraciones (críticas) de Humberto Ortega (hermano de Daniel y exjefe del Ejército sandinista) dan otra idea. La liberación misma de 222 personas (los expulsados por Ortega el 9 de febrero)... ¿De dónde salió eso? Seguramente hay gente que le está diciendo: "Tenemos que ver cómo resolvemos este asunto de los presos políticos, estamos quedándonos aislados...". Yo creo que si estuviera metida en ese gobierno, vería con preocupación lo que están haciendo. Lo vería con preocupación por mi futuro, el de mis hijos y el de mi país. Yo espero que haya suficiente gente desde el mismo grupo de poder que no vea con buenos ojos el rumbo que está tomando el país y que, eventualmente, pueda decidir cortar esa cooperación con Ortega y Murillo.
Esta entrevista forma parte de 'Nicaragua: Sueños Robados', un proyecto de periodismo colaborativo y coordinado por la alianza de medios Otras Miradas, con la colaboración de Desinformémonos, de México; los nicaragüenses Divergentes, Despacho 505 y Expediente Público; Agencia Ocote, de Guatemala; y Público, de España.
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