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El futuro de Sudán se complica y no descarta una guerra civil
La dimisión del primer ministro Abdalla Hamdok empuja a Sudán al borde del precipicio. Con protestas populares generalizadas, el ejército debe decidir si aborta la transición democrática que se inició en 2019 y que ha estado plagada de dificultades. El de
Eugenio García Gascón
Segovia-Actualizado a
Con una inflación interanual del 300%, una economía tensada al máximo y una escasa perspectiva de progreso político y económico, Abdalla Hamdok parecía el político más apto para establecer un gobierno tecnócrata que se enfrentara a un incierto futuro que se dirige irremediablemente a un conflicto de grandes proporciones y probablemente a una guerra civil.
El domingo Hamdok, de 65 años, dimitió del cargo de primer ministro incapaz de hacer frente a una progresiva pérdida de control. El dimisionario es un economista formado en Jartum y en el Reino Unido que realizó la parte más destacada de su carrera profesional en organismos económicos internacionales y contaba con notable prestigio personal. Sin embargo, su carácter dialogante no ha podido afianzar un ejecutivo de consenso que debería haber durado hasta las elecciones previstas para 2023.
Hamdok fue nombrado primer ministro en agosto de 2019 tras un acuerdo que repartió el poder entre el ejército y las Fuerzas de Libertad y Cambio, la coalición que lideró las protestas populares que condujeron a la caída de Omar al Bashir, quien había gobernado con puño de hierro durante tres décadas.
Hamdok fue apartado del poder el 25 de octubre de 2021, cuando el general Abdel Fattah al Burhan dio un golpe de estado
Pero Hamdok fue apartado del poder el 25 de octubre de 2021, cuando el general Abdel Fattah al Burhan escenificó un golpe de estado que puso fin a las quimeras democráticas de parte de la población. Aunque Burhan recolocó a Hamdok en el cargo el 21 de noviembre, amplios sectores de la población dejaron de confiar en él debido al controvertido acuerdo que los dos firmaron.
Con el acuerdo quedó claro que la deseada transición democrática iba a ser tutelada por los militares, y aunque Hamdok aseguró que su intención era completar el sueño revolucionario, distintos líderes políticos y populares no se lo creyeron, lo que suscitó nuevas protestas por todo el país exigiendo un gobierno exclusivamente civil y sin tutelas.
Las aspiraciones democráticas han sido significativas en los últimos años en este país que ha sido gobernado militarmente de manera casi continua desde su independencia en 1956. No obstante, después de lo ocurrido en los últimos meses, parece que la transición no se vislumbra en el horizonte y difícilmente se va a completar.
Un enjambre de países tiene interés en que la democracia sudanesa no prospere. Los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Egipto e Israel se han implicado más o menos directamente en la crisis sudanesa y han apoyado a los militares de manera más o menos abierta. Todos esos países ven con prevención las urnas y están conjurados para acabar con cualquier veleidad democrática, como se ha visto en otros países y ahora se está viendo en Túnez y Argelia.
Las masas y distintas fuerzas políticas han considerado que la firma del acuerdo con el general Burhan convirtió a Hamdok en un rehén de los militares y su prestigio se ha desmoronado en apenas unas pocas semanas, hasta el punto de que muchos lo consideran un "traidor". Su dimisión abre una gran incertidumbre y todavía no está claro si los militares asumirán el poder abiertamente o si se desencadenará una guerra civil.
Vagas promesas de celebrar elecciones
El futuro dependerá en gran parte de la actitud que se observe en la calle. Las protestas se han multiplicado en Jartum y en otras localidades y parece difícil que se detengan de golpe. Si las tensiones siguen creciendo como es de esperar, la situación puede ser insoportable y el ejército, que parece desearlo, tomará el poder con vagas promesas de celebrar elecciones.
Quienes protestan contra de Hamdok no solo lo hacen porque lo consideran un traidor por pactar con los militares, sino porque creen que ese pacto está devolviendo el país al antiguo régimen, una posibilidad que está presente y no puede descartarse. El acusado declive de su popularidad es lo que le ha obligado a dimitir.
En esta situación y teniendo en cuenta la injerencia de los países mencionados más arriba, que huyen de las urnas como gato escaldado, no parece descabellado pensar que la transición haya tocado fondo, y que aunque se busque la manera de ocultarlo, los sudaneses están condenados a no probar las mieles de la democracia.
Hamdok adviritió en su discurso de dimisión que la revolución está en peligro
En su discurso de dimisión, Hamdok dijo que quiere evitar el derramamiento de sangre después de que la represión de las protestas se haya traducido en 56 muertos hasta ahora. Acto seguido advirtió que la revolución está en peligro, lo que es una obviedad ya que cada día que pasa es más difícil que se complete la transición a la democracia.
Es algo que se veía venir. El pasado 19 de diciembre, primer aniversario de la "revolución", Hamdok dijo: "Hoy nos enfrentamos a la mayor regresión que obstaculiza y amenaza la seguridad, la unidad y la estabilidad del país, y puede conducirnos a un abismo que nos dejará sin patria y sin revolución". Y el domingo, al anunciar su dimisión, advirtió que el país se encuentra "ante una encrucijada peligrosa que puede amenazar su supervivencia".
Un buen ejemplo de que las cosas no son fáciles ha sido la incapacidad del gobierno de transición de procesar a los altos cargos del gobierno de Bashir y a quienes reprimieron la revolución de 2019. En el contexto actual se presenta como más probable un golpe de estado más o menos blando que la remota posibilidad de que se avance hacia la democracia.
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