berlin
Actualizado:Que la ultraderecha está en Europa para quedarse no es más que una premisa que el tiempo se ha encargado de evidenciar. El panorama político de países como Austria, Holanda, Francia o Alemania ha cambiado y la aparición de opciones como Alternativa para Alemania no es un hecho circunstancial, aunque su auge es consecuencia del funcionamiento de la actual Unión Europea, sobre todo en temas que los potenciales votantes de estos partidos rechazan de pleno, como la austeridad económica.
En Alemania se da además una circunstancia extraordinaria: quienes apoyan a AfD creen, por norma general, que su economía está sosteniendo al resto de la Unión Europea y que lo que reciben a cambio son migajas en comparación con lo que dan al resto de miembros de la UE. De ese desencanto nació Alternativa para Alemania, partido con sólo cuatro años de vida que en 2013 se quedó a las puertas del Bundestag al obtener un 4,7 % de los votos (se necesita un mínimo del 5 % para poder tener representación parlamentaria).
En este tiempo, su intención de voto ha crecido hasta niveles cercanos al 15 % el diciembre pasado, cuando se produjo un atentado terrorista en un mercado navideño de Berlín. Pero no todo ha sido un camino de rosas en estos años y sus divisiones internas también le han hecho mella. Hace escasas semanas su hasta ahora líder, Frauke Petry, abandonaba el liderazgo de la candidatura de AfD ante las próximas elecciones a la cancillería del 24 de septiembre. Le sustituyen Alice Weidel y Alexander Gauland, representantes de varias áreas del partido que, unidas, pretenden formar un consenso.
Si hay algo de esta designación que ha sorprendido a la opinión pública es que Weidel sea la nueva cara de AfD. Es lesbiana y vive con su pareja y sus dos hijos, lo cuál rompe totalmente los esquemas de familia tradicional que propugna su partido. Hasta ahora, era prácticamente una desconocida. Pero a pesar de esta discrepancia, Weidel es abiertamente eurófoba y contraria al Islam, como la mayoría de sus compañeros de partido. “Alice Weidel aún no ha dicho nada sobre la cuestión LGTBI, pero en su formación pueden decir que es una excepción que sea lesbiana. No van a cambiar su postura en ese sentido pese a ella”.
"La gente no va a dejar de votar a AfD porque ella sea lesbiana mientras esté en contra del Islam”
Ese es el análisis que hace Franco delle Donne, consultor de comunicación en el Parlamento de Berlín y autor, junto al periodista Andreu Jerez, del libro El retorno de la Ultraderecha a Alemania. Según Franco, “la instrumentalización del miedo es una de las bazas de Alternativa para Alemania. Además, si tienes una postura que se contrapone con otra, inhibes una de ellas para que pueda prevalecer la otra sin conflicto. Eso ocurre con la homosexualidad de Weidel. La gente no va a dejar de votar a AfD porque ella sea lesbiana mientras esté en contra del Islam”, señala.
Sobre la salida de Petry, explica que “ella quería tener más peso en el partido y se lo jugó todo a una carta que salió mal. Coqueteó con la posibilidad de que AfD formase parte de alguna coalición de gobierno, pero no creo que sea lo más conveniente porque viven de eso, de ser la oposición a los partidos tradicionales”. También explica el éxito de Alternativa para Alemania con una premisa muy clara: “hay que dejar de creer que sus votantes son únicamente gente ultraderechista. Tampoco son una anomalía, han venido para quedarse. El partido tiene cuatro públicos principales: los euroescépticos, la extrema derecha, quienes creen que no hay justicia social y los anti-Merkel que se indignaron con la acogida de refugiados”.
Para combatir a AfD se formó el año pasado la plataforma “Aufstehen gegen Rassismus” (levántate contra el racismo). Aglutina a partidos, sindicatos, asociaciones e individuos de la sociedad civil. En ella participa desde abril del año pasado Ronda Kipka, quien cuenta que la elección de Weidel es un lavado de cara para el partido. “A pesar de que el partido es de naturaleza homófoba, ahora pueden decir que no lo son simplemente porque su líder es lesbiana, aunque continúen con el mismo pensamiento en tema de libertades sexuales. Este tipo de cuestiones distraen del verdadero problema: una parte importante y creciente de AfD es fascista y utilizarán todos los medios que puedan para fortalecer sus estructuras y obtener representación en las elecciones”, explica.
Otra de las preocupaciones de esta activista es que “se subestimó el poder de AfD diciendo que cosas así de terribles (en referencia al nazismo) ya habían ocurrido y nunca podrían volver a repetirse en Alemania porque habíamos aprendido de ello. Nuestra plataforma quiere conseguir que la mayoría antifascista de la población se pueda articular para llevar a AfD a la marginalidad y reaccionar ante ese odio que profesan. De momento, hay un amplio consenso social en que el racismo es malo, pero no todavía en que AfD pueda serlo”, señala.
Dentro de este “Bündnis” (plataforma) se encuentra el partido político Die Linke, el que más a la izquierda del espectro ideológico se sitúa actualmente. Judith Benda es su candidata directa a las elecciones de la cancillería por el barrio berlinés de Neukölln. “La entrada al Bundestag de Alternativa para Alemania no es todavía segura, pero sí bastante probable. Su programa es racista, sexista y nacionalista. Si consiguen representación es deber de todas las fuerzas parlamentarias que se consideren antifascistas y que estén en contra del racismo hacer frente a AfD con todos los medios que tengan a su alcance. En Die Linke, por ejemplo, rechazamos toda cooperación con ellos. No apoyamos sus propuestas en los parlamentos en los que se sientan e intentamos que no se les incluya en invitaciones a eventos de los sindicatos, medios de comunicación o asociaciones y en otros lugares donde puedan expandir su discurso. Si esto no funciona, intentamos centrar nuestras intervenciones en atacar al racismo, sexismo y defender la democracia”, explica Judith.
Otra de las dudas que planea sobre Weidel es el hecho de que se haya descubierto recientemente que tiene dos residencias oficiales: una en Alemania y otra en Suiza, donde paga sus impuestos. Sobre esto, Judith Benda explica que es un debate que se da desde hace días en la esfera pública, pero que aún no se conocen bien los detalles como para hacer una evaluación pertinente. “Es posible que sólo se trate de una doble imposición. Si paga sus impuestos en Suiza pero conforme a la legislación alemana, no habría problema. Sólo se le podría acusar de evadir impuestos si tuviese su única residencia oficial en Biel (Alemania). Pero sí que es una extraña paradoja si se extrapola a los postulados ideológicos de su partido, que quiere una Alemania fuerte económicamente y con gran protección nacional”, dice.
La otra cara visible de AfD se llama Alexander Gauland y tiene 76 años. Es famoso por un comentario racista hacia el jugador de la selección alemana Jerome Boateng, de quien dijo que “la gente lo ve bien como jugador de fútbol, pero nadie querría tenerlo como vecino”. Boateng nació en Berlín pero su padre procede de Ghana. Este comentario suscitó una disculpa pública de la anterior líder de AfD, Frauke Petry. Ella misma no es el mejor ejemplo de moderación, pues el año pasado declaró que para impedir que los refugiados entrasen a Alemania habría que disparar contra ellos si fuese necesario.
Alternativa para Alemania ya está en 11 parlamentos alemanes y este domingo entrarán previsiblemente también al de Schleswig-Holstein, donde se celebran elecciones regionales. A partir del 14 de mayo serán también una realidad en el de Renania del Norte-Westfalia, el Land más poblado del país y cogerán impulso para la cita electoral de septiembre, donde podrían ser el primer partido de la oposición, ya que es más que probable que se repita una Gran Coalición entre democristianos y socialdemócratas. Sobre por qué se compara a AfD con otros partidos radicalmente opuestos, como por ejemplo Podemos, el consultor de comunicación Franco delle Donne explica que “la palabra populismo se ha transformado en un adjetivo negativo para denominar a todo lo que no nos gusta. Pero ojo con ese concepto, porque meter a Podemos y AfD en el mismo saco tiene una intencionalidad política. El populismo es una categoría política, no tiene por qué ser sinónimo de demagogia”.
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