Europa y el mundo contienen el aliento ante el temor de una vuelta al poder de Trump que agitaría el orden global
Una victoria demócrata mantendría el 'statu quo' con Kamala Harris. Pero un triunfo republicano reeditaría viejos conflictos y alteraría substancialmente el tablero en el que opera la geopolítica europea e internacional.
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Ni Europa ni el planeta están preparados para el escenario post-electoral de EEUU. A partir del 5N, nada será igual. La victoria de Donald Trump o su descontado rechazo al resultado en caso de que Kamala Harris gane la mayor parte de los colegios electorales generará meses de caos e inestabilidad, primero en el territorio estadounidense e, inmediatamente después, en el resto del planeta. Quien así se manifiesta es Luke McGee, periodista galardonado con el Emmy Award por su cobertura de asuntos de la diplomacia europea en Foreign Policy. Y añade, para justificar la doctrina ampliamente extendida entre los observadores internacionales de que los comicios presidenciales de 2024 son los más trascendentales de la historia de EEUU, que la contestación reaccionaria del expresidente, su "gran mentira", como la denomina, puede ser aún mayor que la de 2020 con el asalto al Capitolio, que pilló al mundo anestesiado por la covid-19.
McGee no cree que sus palabras sean de grueso calibre. Ni alejadas de la realidad. Europa y el resto del planeta saben que otra Administración Trump, su versión 2.0, será todavía más agitada y que el líder del Grand Old Party (GOP) no tendrá reparos en trasladar la crispación a todas las latitudes que considere oportunas para poner en liza su Make America Great Again (MAGA). En esta ocasión -aduce McGee-, sin cortapisas, porque irá más allá de la mera puesta en escena de su ideario durante su primer mandato.
Al otro lado de la pasarela transatlántica, Europa cruza los dedos. El recuerdo de la alta tensión geoestratégica entre ambos en asuntos de Seguridad y Defensa, ruptura del multilateralismo o alejamiento de los consensos que, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, construyeron su férrea alianza, unido al inicio de unas guerras comerciales sin cuartel, ha vuelto a arraigar en el clima diplomático. A todos los niveles y en cualquier estamento. En autoridades económicas, monetarias y políticas, las preferencias se decantan por Harris y una Administración demócrata. Salvo excepciones, en general, en los socios europeos con gobiernos de extrema derecha.
La incertidumbre es, si cabe, aún más intensa con una UE que libra sus últimos cartuchos contra la inflación, ha empezado a bajar tipos para reanimar su anémica economía y su locomotora, la productiva Alemania de otros tiempos, atraviesa una dura crisis de identidad, inmersa en dudas sobre su agenda climática, su creciente militarismo y su renqueante industria que personifica su hasta ahora poderoso e influyente sector automovilístico, con los primeros despidos de su larga y centenaria historia. Además, con una guerra en sus límites geográficos y la amenaza de Rusia, a la que Trump daría pábulo por su estrecha relación con Vladimir Putin, que dejaría a Ucrania a su merced, la posición europea frente al líder republicano no ofrece garantías de una especial fortaleza.
La vuelta del 'trumpismo' alterará el tablero de ajedrez en el que opera el orden global, con una lista más numerosa de enemigos de la Casa Blanca y de nuevos e inesperados compañeros de viaje de Washington
En el resto del mundo, irrumpe un horizonte similar. La vuelta del trumpismo alterará el tablero de ajedrez en el que opera el orden global, con una lista más numerosa de enemigos de la Casa Blanca y de nuevos e inesperados compañeros de viaje de Washington.
Estos cuatro bloques temáticos ayudan a comprender por qué Europa y todo el planeta cruzan los dedos hasta conocer el sucesor de Joe Biden en el despacho oval.
1.- La preocupación europea en la esfera económica
Inversores y bancos centrales manifiestan el temor generalizado a la versión Trump 2.0. El apetito por restaurar batallas arancelarias es, a juicio del consenso de analistas del mercado, una asignatura pendiente, que podría debilitar aún más los motores del despegue económico y al euro en su relación cambiaria con el dólar; hasta el punto de volver a tocar la paridad con el billete verde. La imposición de tarifas del 20% sobre los productos europeos propiciaría el mayor shock comercial desde la Smoot-Hawley Act de los años treinta para salir de la Gran Depresión.
Inversores y bancos centrales manifiestan el temor generalizado a la versión Trump 2.0 por su apetito por restaurar batallas arancelarias, el poder del dólar y su deseo de intervenir en la Reserva Federal
En el BCE la lectura es nítida. Christine Lagarde ha llegado a advertir de que un triunfo de Trump sería "claramente una amenaza" para Europa, a tenor de "las políticas que implementó en su primer mandato", entre las que destacó las tarifas al comercio, el aumento del gasto militar en la OTAN y su oposición a la crisis climática, de las que -enfatizó- "no están alineadas con los intereses de la UE". El gobernador del Riksbank, Erik Thedeen, comparte el diagnóstico de su colega del euro.
La autoridad monetaria sueca incide en que una nueva legislatura republicana "será más difícil" para economías con "mayor peso en su PIB del sector exterior", como Suecia o Alemania, pero que, en general, el sufrimiento será colectivo, porque afectará al dinamismo y a "las necesarias reformas estructurales". En 2017, cuando Trump asumió las riendas de EEUU, la zona euro disfrutaba de su crecimiento anual más importante en una década, y Reino Unido, desde 2014. Pero todo se quebró -según el FMI- por las tensiones comerciales creadas por la Administración republicana, y ahora, el propio Fondo apunta al voltaje geopolítico, la inestabilidad en EEUU y al proteccionismo industrial y del comercio como los riesgos latentes más acuciantes y peligrosos.
"Es el clima de los negocios el que se verá alterado", alerta Holger Schmieding, economista jefe en Berenberg, lo que "probablemente hunda las inversiones empresariales y el consumo de los hogares". Si la subida arancelaria a Europa es del 10% -aunque Trump ha apuntado al 20% frente al 60% que soportarán los bienes y servicios procedentes de China- las exportaciones de la UE a EEUU retrocederán en 460.000 millones de euros anuales, casi la tercera parte, y restará un 1,5% al PIB en los próximos tres años, un impacto similar al ocasionado por la crisis energética, alertan en ABN Amro.
"Cualquier restricción, incertidumbre y obstáculos al comercio dañará a la economía del euro y a la del conjunto del planeta", avisó Lagarde en Washington durante la reciente cumbre otoñal del FMI. "Deberemos estar más cuidadosos y precavidos si gana Trump", admite el gobernador del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey. Con Alemania en dos registros contractivos este año y Francia a vueltas con un ajuste de recorte de gastos y aumento de impuestos de 60.000 millones de euros.
2.- El equilibrio político se tambalea
Varios socios europeos prefieren el triunfo del líder del GOP, aquellos con gobiernos de extrema derecha -Croacia, República Checa, Finlandia, Hungría, Italia, Países Bajos y Eslovaquia- y sus partidos ascendentes en el eje franco-alemán
Sin embargo, hay países de la Unión deseosos de certificar el triunfo del líder del GOP. En concreto, todos aquellos en los que la extrema derecha ha llegado al poder. Al menos, en siete: Croacia, República Checa, Finlandia, Hungría, Italia, Países Bajos y Eslovaquia. Además de otros que, como Suecia o Francia, dependen de su apoyo legislativo. Con ciertas variantes de intensidad, comparten perspectivas políticas del MAGA trumpista como su nacional-populismo, su rechazo al migrante, su mayor o menor respaldo a Rusia -con la casi única y supuesta excepción de Giorgia Meloni- y su creciente oposición a Ucrania, su aporofobia social y económica, su xenofobia y su odio hacia credos no cristianos. Son, en general, un frente euroescéptico, con un ideario neoliberal a ultranza y que focalizan sus protestas hacia los medios independientes. Además de adoptar con suma fogosidad el dominio de la judicatura y el control de los bancos centrales.
Una victoria de Trump facilitaría todavía más el ascenso del Rassemblement National (RN) de Marine Le Pen y de Alternativa para Alemania (AfD), y suprimiría los últimos reductos de cierto aislacionismo de Meloni en las instituciones comunitarias. En el diario Político se advierte de que Trump galvanizaría y normalizaría a la extrema derecha europea. Como nunca desde 1945. Una apreciación compartida por Hal Brands, profesor de Asuntos Internacionales en la Escuela de Estudios Avanzados de la Universidad Johns Hopkins: "Trump transformará Europa; sin el escudo de Washington, el continente podría retornar a un pasado de anarquía y, sin la dupla atlántica, el mundo está sometido a cambios trascendentales".
Luigi Scazzieri, del Center for European Reform (CER), también destaca que un segundo mandato de Trump generará un "nuevo periodo de turbulencias transatlánticas, alta tensión comercial y en el seno de la OTAN y con respecto a Ucrania, China y Oriente Próximo".
3.- Seguridad y crisis climática, los dos viejos muros de Trump
La Alianza Atlántica será otro foco de conflicto. Trump no solo se limitaría a exigir el 2% del PIB en gastos militares a sus aliados de la OTAN, sino que les instaría a incrementar su producción armamentística y les conminaría a reducir su ayuda a Kiev, con la inestimable ayuda de Hungría y otros socios del Este. En este contexto, el CER asegura que la Seguridad sería "el aspecto más contencioso" de la cooperación entre EEUU y Europa, lo que podría servir de acicate para reforzar los lazos entre la UE y Reino Unido; más en concreto, entre Londres, Berlín y París (el G3), al que podría subirse Polonia como la nación oriental con más rechazo a Moscú.
El republicano sigue pensando que la OTAN está "obsoleta" por culpa de sus aliados europeos a los que amenaza con dejar fuera del Artículo 5 de defensa colectiva en caso de ataque a alguno de sus miembros. Y su idea parece inamovible. Su secretario de Defensa, James Mattis, admite haberle tratado de convencer de que si no existiera, habría que inventarla", pero su obcecación es máxima. Un gobierno Trump 2.0 acarrearía una "drástica reorientación" de la Alianza, según reconocen sus fieles asesores de Heritage Foundation, think tank ultraconservador que elabora los idearios republicanos desde Ronald Reagan, y su Project 2025, creado para la ocasión.
Steven Pifer, de Brookings Institution, se pregunta si la OTAN podría sobrevivir a otra legislatura de Trump. "Probablemente no. Sin un compromiso firme de EEUU de liderarla, su quiebra estaría asegurada". La opción de que Europa configure su propio ejército, una opción barajada desde la anterior Administración Trump, vuelve a ponerse encima de la mesa. Pero no es una misión fácil. The Economist lo ve improbable a corto plazo por las dificultades de reemplazar la ayuda militar estadounidense, sin apenas capacidad nuclear -salvo la francesa, una vez consumado el brexit-, y bajo un liderazgo franco-alemán difuso.
El International Institute of Strategic Studies (IISS) dice, además, que el primer plan de Defensa desde la Guerra Fría, en 2022, que exigió triplicar la capacidad militar de los europeos, no se ha convertido en incremento de unidades de combate. Michael Kofman, experto militar americano consultado por Financial Times, pone el dedo en la llaga: "Los militares europeos pueden hacer todo realmente bien, pero no todo el despliegue estratégico que se requiere, ni durante un periodo demasiado prolongado de tiempo".
La Seguridad y la crisis climática serán "los aspectos más contenciosos" de la agenda transatlántica, con visos de crear un Ejército europeo y retrocesos en neutralidad energética
En el plano medioambiental, con la mayor fracción de gases de efecto invernadero jamás vistos en la atmósfera, los mensajes de Trump siguen ignorando los riesgos que transmite la ciencia. Y lo que es peor. Desea -dice- "aire y agua limpios" pero sin las recomendaciones que marcan las leyes ecologistas, ni la "creencia woke" en las energías renovables ni, por supuesto, aceptando el consenso científico sobre la crisis climática. El aspirante republicano al despacho oval reniega de los créditos fiscales y las subvenciones del plan de infraestructuras de Biden y de varias leyes como la IRA, para la reducción de la inflación, o la Chips Science, que llevan también el sello de Harris.
Barry Rabe, experto en energía de la Universidad de Michigan, cree que la indiferencia de Trump hacia la evidencia empírica "le llevará otra vez a repudiar cualquier gesto verde". Dejará, en su opinión, de nuevo, el primer día de pertenecer a los Acuerdos de París, torpedeará todo avance multilateral para alcanzar las emisiones netas cero de CO2 en 2050, elevará los aranceles a todos los componentes tecnológicos relacionados con la industria sostenible americana y destinará los recursos necesarios a mantener la dinastía fósil en EEUU.
4.- China-Rusia-Oriente Próximo, los oscuro objetos geopolíticos
China (Taiwán) Rusia (Ucrania) e Israel (Gaza e Irán) moverán los hilos de una caótica y ambivalente política exterior en una Administración Trump 2.0 que convulsionará el teatro de operaciones mundial
En 2020, Trump anunció casi 360.000 millones de dólares en tarifas sobre productos chinos. Pese al palpable daño que causó a ambas economías, Trump instauraría aranceles del 60% a todos los productos importados del gigante asiático. Sin embargo, en su posición sobre Taiwán, el dirigente republicano ha optado por la "ambigüedad estratégica". Admite que China "merodea la isla" y que busca un "espectro de conflicto creciente" para anexionarse Taipéi. Pero al mismo tiempo, deja entrever que la ayuda estadounidense en caso de que Pekín iniciase hostilidades armadas no está garantizada.
A su juicio, "Taiwán debería pagarnos por su defensa; se llevaron casi el 100% de nuestro negocio de chips. No somos diferentes de una compañía de seguros y Taipéi no nos da nada".
Sobre Rusia, insiste en que "acabaría con la guerra en Ucrania en un día", deja traslucir que sus vínculos personales con Putin siguen intactos, aunque sin esclarecer su postura contra el eje que conforman Rusia, Corea del Norte e Irán. Ni los que unen a Moscú con Pekín o Ankara, a la que presionó, sin éxito en 2019, para que Recep Tayyip Erdogan no interviniera en Siria y rechazara sus alianzas con Catar, el emirato díscolo del Pérsico a raíz del conflicto de Yemen.
Sobre Oriente Próximo, Trump comparte el Gran Israel, dentro del Gran Oriente Próximo, que otorgaría a Tel Aviv el control geoestratégico desde el Nilo hasta el Éufrates. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, espera como agua de mayo su triunfo para dar el golpe de gracia a la zona más convulsa del planeta.
El republicano guarda, en cambio, una calculada respuesta sobre la Alianza Indo-Pacífico que ha puesto en liza Biden, junto a India, a la que pretende involucrar en AUKUS, la llamada OTAN de Asia por Pekín, junto a Reino Unido y Australia. Al igual que a Japón. El pacto de libre tránsito de mercancías, capitales y transferencia tecnológica Indo-Pacífico "será revisado bajo un gobierno Trump 2.0, con cambios sobre potenciales aliados e inesperados enemigos", alerta el analista de la consultora Rand, Derek Grossman, en The Diplomat.
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