Estados Unidos, Gran Bretaña y Japón refuerzan su alianza militar contra China
Los tres países blindan su cooperación militar en Asia y dan el pistoletazo para el mayor rearme nipón desde la II Guerra Mundial, con China como potencial enemigo.
Madrid-Actualizado a
Ya no hay medias tintas en Extremo Oriente. Japón deja a un lado el compromiso pacifista de la Constitución ratificada tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial, apuesta por su rearme sin tapujos y sella sendos pactos con Estados Unidos y el Reino Unido de asistencia mutua militar en cualquier escenario.
El objetivo principal de esta alianza a tres bandas está claro: China y sus ambiciones geopolíticas en Asia y la cuenca del Pacífico, territorio que Washington considera bajo su esfera de influencia. Y lo que Estados Unidos precisa en Extremo Oriente es un ejército fuerte japonés que sirva de contrapeso a China.
El primer ministro japonés, Fumio Kishida, ha realizado una gira de calado histórico por cinco miembros del Grupo de los Siete países más poderosos del planeta, Francia, Italia, Reino Unido, Canadá y Estados Unidos. En Londres y Washington ha recibido todas las bendiciones al cambio de estrategia de seguridad que anunció en diciembre y que convertirá a Japón en una de las mayores potencias militares de Asia.
Con el argumento de la amenaza que supone la carrera armamentística de China y Corea del Norte, el Gobierno japonés anunció entonces que doblará sus gastos en defensa en los próximos cinco años, hasta los 314.000 millones de dólares, alcanzando así un 2% del PIB. En 1976 se impuso el hasta ahora vigente presupuesto de Defensa que no podía sobrepasar el 1% del PIB. Las nuevas cifras convertirán a Japón en el tercer país que más gasta en defensa, detrás de Estados Unidos y China.
Buena parte de ese presupuesto irá a la compra de cientos misiles de crucero de largo alcance Tomahawk, capaces de alcanzar objetivos en territorio norcoreano y chino, y que suministrará a las fuerzas de "autodefensa" niponas (Japón teóricamente no dispone de ejército desde su derrota en la Segunda Guerra Mundial) la industria armamentística de su principal aliado, Estados Unidos.
China, "el desafío estratégico"
Kishida terminó su periplo por los países del G7 precisamente en Washington, su principal aliado y con el que comparte la visión de que China es el "mayor desafío estratégico" en la región Indo-Pacífica.
Ya en junio, la Cumbre de la OTAN liderada en Madrid por EEUU designó a Japón y Corea del Sur como socios principales de la Alianza Atlántica y abrió nuevos canales para la cooperación y la asistencia militar en caso de amenazas a la seguridad en Asia y Europa. Rusia aparecía citada directamente como un enemigo para la estabilidad mundial y China como una amenaza.
Desde entonces, la tensión ha subido en Extremo Oriente en torno a Taiwán, las pruebas de misiles de Corea del Norte y las reclamaciones de Pekín en el Mar de China.
Antes de partir para su viaje, ya lo había señalado el primer ministro nipón en el templo de Isé, un santuario sintoísta del sur de Japón símbolo del espíritu tradicional nipón: "Mostraremos al resto del mundo una alianza entre Japón y Estados Unidos si cabe más fuerte". Kishida subrayó que tal pacto "es un eje de la seguridad y la diplomacia niponas" y está dirigido a asegurar "un Indo-Pacífico libre y abierto".
EEUU da su beneplácito al rearme japonés
"Permítanme que sea claro como el cristal. Estados Unidos está total, minuciosa y completamente comprometido con la alianza" con Japón, dijo el presidente Joe Biden, sentado junto a Kishida en el Salón Oval de la Casa Blanca. Para ello, "estamos modernizando nuestra alianza militar, aprovechando el aumento histórico de Japón en gastos de defensa con la nueva estrategia de seguridad nacional" nipona, aseveró Biden.
La cumbre entre Biden y Kishida, quien visitaba Washington por primera vez desde que fuera designado primer ministro en octubre de 2021, fue precedida por un encuentro "dos más dos" entre el ministro japonés de Exteriores, Yoshimasa Hayashi, y el titular de Defensa, Yasukazu Hamada, con los secretarios estadounidenses de Estado, Antony Blinken, y Defensa, Lloyd Austin.
El anunció de Japón de que doblará su presupuesto militar recibió un espaldarazo en agosto pasado, cuando las maniobras realizadas por China en aguas cercanas a Taiwán traspasaron una línea roja. Cinco misiles disparados por el Ejército chino impactaron, por vez primera, en aguas cercanas al archipiélago nipón. Además, en el último año se incrementó la actividad china en las inmediaciones de las islas Senkaku, que reclaman ambos países, y en otros puntos del Mar de China Oriental donde Pekín ha construido bases navales en arrecifes situados en aguas internacionales.
EEUU reorganizará sus tropas estacionadas en Japón
La nueva cooperación acordada por Kishida en Washington impulsa la capacidad de contraataque nipona con los Tomahawk contra los disparos de barcos chinos, incluso si están a 300 kilómetros de las costas japonesas. Pero también incluye la reorganización de las unidades de Marines de EEUU estacionadas en el archipiélago de Okinawa, para dotarlas de mayor movilidad y capacidad de respuesta inmediata. Además se contemplan nuevos acuerdos para colaborar en el desarrollo del sector aeroespacial y en la producción y aplicación de tecnologías militares avanzadas.
En Okinawa hay unos 25.000 soldados estadounidenses distribuidos en 31 instalaciones militares, aproximadamente el 70% de las bases que Estados Unidos tiene en Japón y casi la mitad del contingente armado desplegado en territorio nipón, unos 54.000 efectivos.
Según el Pentágono, esta reestructuración de sus fuerzas en Okinawa es una respuesta a la creciente presencia y actividad militar china en torno a Taiwán, la isla rebelde al Gobierno de Pekín desde 1949, que China reclama como territorio propio. Estados Unidos no reconoce a Taiwán pero en numerosas ocasiones ha señalado que intervendrá militarmente en su ayuda si China intenta invadirla.
La invasión de Ucrania por Rusia hace casi un año desató todas las alarmas en Washington y Tokio ante la posibilidad de que China pretendiera hacer lo mismo con Taiwán. No parece que ese vaya a ser el caso, al menos a medio plazo, pero el riesgo de un ataque chino antes de que termine esta década es contemplado por las estrategias de seguridad niponas y estadounidenses como algo factible.
"Ucrania hoy puede ser Asia mañana", dijo Kishida en una reciente entrevista al diario The Washington Post. En todo caso, Japón no está dando ningún paso que no se haya dado ya en Europa, donde Alemania, otro de los países causantes de la Segunda Guerra Mundial, decidió disparar su gasto militar de forma estratosférica después de que Rusia invadiera Ucrania.
El Ministerio de Asuntos Exteriores chino ya ha advertido contra este hito en la cooperación militar entre Estados Unidos y Japón, que a medio plazo puede trastornar el equilibrio de poder en Extremo Oriente y desencadenar una carrera de armamento en Asia y el Pacífico. El portavoz chino de Exteriores indicó el jueves que Washington y Tokio "no deberían apuntar a los intereses de terceras partes y minar la paz y la estabilidad en la región".
Pacto "defensivo" sin precedentes
Los acuerdos logrados en Washington por Kishida venían antecedidos por el pacto firmado por Kishida y su homólogo británico, Rishi Sunak. El histórico acuerdo de defensa suscrito por ambos líderes en la Torre de Londres subrayó el "inquebrantable compromiso" de los dos países para garantizar la seguridad de la región del Indo-Pacífico y afrontar las amenazas chinas en ese área.
El Acuerdo de Acceso Recíproco (RAA, por sus siglas en inglés) establece que Gran Bretaña y Japón pueden "planificar y realizar ejercicios y despliegues militares más complejos y de mayor escala" centrados en esa región de Asia-Pacífico. El RAA permitirá además acelerar la cooperación en materia de seguridad y defensa, y contempla la posibilidad de desplegar tropas británicas en Japón.
"El acuerdo lleva la cooperación en materia de seguridad entre Japón y Gran Bretaña a un nuevo nivel", explicó Kishida.
Japón pone la guerra de Ucrania en la agenda del G7
La ciudad japonesa de Hiroshima será la anfitriona el próximo mes de mayo de la nueva cumbre del G7. La Presidencia japonesa del Grupo de los Siete (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia y Japón) pretende que la agenda de la reunión se centre en el conflicto de Ucrania y sus efectos sobre la economía mundial.
Durante su cumbre con el presidente francés, Emmanuel Macron, el primer ministro japonés llamó a sus socios del G7 a mantener el apoyo a Ucrania y a endurecer las sanciones contra Rusia.
El expresidente ruso aconseja a Kishida el 'harakiri'
Aunque oficialmente el Kremlin no ha comentado la gira internacional de Kishida, sí ha hablado el ex presidente ruso Dmitri Medvedev, quien acusó al primer ministro nipón de "servir" de manera abyecta a Estados Unidos. Medvedev, un halcón de la política rusa muy cercano al presidente Vladímir Putin, también criticó a Kishida por sus reiteradas referencias a un eventual uso por Moscú de armas atómicas en Ucrania y señaló que más le valdría "hacerse el harakiri".
También en la declaración conjunta firmada el viernes por Biden y Kishida se indica que "cualquier uso de un arma nuclear por Rusia en Ucrania sería un acto de hostilidad contra la humanidad y sería injustificado en cualquier caso".
Medvedev, vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, subrayó que esa declaración muestra la "paranoia" que existe hacia Rusia, pero sobre todo, "traiciona la memoria de los cientos de miles de japoneses que ardieron en el fuego nuclear de Hiroshima y Nagasaki", en referencia a las bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos en Japón en agosto de 1945.
Tal vergüenza solo podría haberla limpiado Kishida cometiendo seppuku, o harakiri, el suicidio ritual por desentrañamiento, agregó Medvedev. Sin embargo, apuntilló, "el concepto del honor no es una de las características de esta generación de japoneses vasallos".
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