Bruselas
Una ola derechista recorre Europa. Las elecciones de los últimos meses dejan un cambio de tendencia conservadora que va desde los nórdicos hasta el sur. Suecia y Finlandia abrieron la puerta. Grecia lo consumó hace unos días. Italia marcó una de las mayores catarsis ultras en la UE. Y ahora es España quien podría dejar de ser uno de los últimos reductos de la izquierda en Europa (con permiso de Alemania).
En este contexto crecientemente conservador, el país asume el 1 de julio su quinta Presidencia del Consejo de la UE. Y, 22 días después, acude a unas elecciones que se anticipan ajustadas e inciertas. Pedro Sánchez convocó el adelanto electoral tras la contundente victoria de la derecha en las elecciones municipales y autonómicas de mayo.
"La reconquista derechista continúa en España", celebró por entonces el primer ministro húngaro Víktor Orbán, que suma cuatro mandatos con los mandos de su país en los que ha consolidado el salto de la democracia iliberal a la autocracia.
El referente en el que se miran Vox y los populistas europeos ha limitado los derechos de personas homosexuales, de personas sin hogar, de las mujeres y azuzado el discurso del odio contra los migrantes.
El discurso ultra no solo ha calado, sino que en muchas ocasiones se ha normalizado y copiado en muchas capitales
Su discurso no solo ha calado, sino que en muchas ocasiones se ha normalizado y copiado en muchas capitales. La extrema derecha sueca fue el año pasado el segundo partido más votado. Los ultras han entrado en el Gobierno finlandés. Dinamarca, en manos socialdemócratas, es uno de los países más halcones con el tema migratorio y aboga por externalizar el asilo hacia países como Ruanda.
Giorgia Meloni ha hecho de Italia el primer país fundador de la UE en manos de la extrema derecha. Y, hace unos días, el conservador griego Kyriakos Mitsotakis revalidó su mandato prometiendo ampliar el muro antiinmigración mientras que la extrema derecha ha regresado al Parlamento heleno.
Las próximas citas electorales de peso pasan por Polonia en octubre y por las elecciones europeas de junio. Ambas serán cruciales para el equilibrio de poder en la UE y ambas se desarrollarán sobre la sombra de una más que posible confirmación del ascenso de la derecha.
España, por lo pronto, será un laboratorio de pactos electorales. "Una cosa es pactar con partidos politicos para ganar derechos y otra para recortarlos. Se está produciendo un recorte osbceno de los derechos a cambio de votos", aseguró a su paso por Bruselas Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, en referencia a los recientes pactos de Vox y el PP en el País Valencià, Balears o Extremadura.
Lo que ocurre en Madrid tiene un impacto directo en Bruselas. Y viceversa. Por ello, la llegada de los ultras al Gobierno central podría replicar la receta de retrocesos consumados en algunas comunidades. Unos derechos en los que España se situaba a la vanguardia europea, como los de las mujeres, del colectivo LGTBI o la lucha contra el cambio climático.
Ya en 2021 los eurodiputados españoles del PP no votaron a favor de calificar la violencia machista como un eurodelito. Recientemente, los populares europeos han intentado evitar la aprobación de la Ley de Restauración de la Naturaleza, clave para conseguir los objetivos climáticos marcados por, paradójicamente, Ursula von der Leyen, también conservadora.
Si en España los de Santiago Abascal quitan banderas LGTBI+, en la Eurocámara los diputados de extrema derecha se dedican a boicotear cualquier medida destinada a luchar contra la violencia de género, la protección de personas homosexuales o la redistribución de la riqueza.
Escollos y fechas de la quinta Presidencia española de la UE
5 de julio: la Comisión Europea presenta su informe anual sobre la situación del Estado de Derecho en cada país. Previsiblemente, Bruselas dará un nuevo varapalo a España por ser incapaz de reformar el consejo general del poder judicial.
Un problema nacional que preocupa mucho en la capital comunitaria y que probablemente será utilizado políticamente por la oposición para calentar el debate a dos días del arranque de la campaña electoral.
17 de julio: expira el acuerdo de pesca de la UE y Marruecos. La Comisión Europea confirmó a Público a comienzos de este mes que no hay conversaciones en marcha para buscar una alternativa. Todos los ojos están pendientes de la sentencia que la Justicia europea emitirá a finales de este año o comienzos del próximo sobre la legalidad de comercializar con bienes saharauis.
Pero lo cierto es que, a partir de este día, los cerca de 92 barcos españoles que operan en estas aguas quedarán paralizados desatando consecuencias nacionales y, previsiblemente, presiones desde el vecino alauí.
23 de julio: los españoles votan continuidad progresista o cambio conservador. El resultado de las urnas tendrá un impacto directo en la Presidencia española de la UE. El impulso de ciertos dosieres, las prioridades, la distracción o la incertidumbre influirá en la marcha de la conocida como Presidencia dorada.
En un primer momento, los líderes europeos expresaron calma y normalidad ante la confluencia de las elecciones y la Presidencia. Pero cada vez son más las voces que advierten del peligro de que todo ello paralice la maquinaria legislativa en un momento tan importante. La Presidencia siguiente, la belga, ya teme que los españoles le dejen un cajón cargado con demasiados expedientes abiertos.
31 de agosto: este día concluye la fecha límite establecida por el Ejecutivo comunitario para presentar modificaciones a los planes nacionales de recuperación. La conocida como adenda es un anexo que permite hacer pequeños retoques al plan de recuperación original. Pero a partir de esta fecha, esa posibilidad se cierra.
A su paso por Bruselas esta semana, Alberto Núñez Feijóo aseguró que tenía intención de replantear un cambio en el diseño y contenidos del plan español si llega a La Moncloa.
Carrusel de debates electorales y cumbres: Sánchez inicia en julio un mes de infarto que le dejará a medio caballo entre Bruselas, Vilna y Madrid. El 10 de julio celebra un cara a cara con Feijóo en Atresmedia. El 11 y 12 se produce una cumbre muy importante de la OTAN en la capital lituana.
El 14 de julio participa en un debate electoral con el grupo Prisa. El 17 y 18 se celebra en Bruselas la cumbre UE-CELAC, la primera en ocho años. Y el 19 se produce el último debate en RTVE.
Octubre: la Comisión Europea presenta a lo largo de este mes el informe sobre el estado de forma de todos los países candidatos a formar parte del bloque comunitario. Todos los ojos están puestos en Ucrania. Volodimir Zelenski lleva meses presionando para que las conversaciones de adhesión se inicien este mismo año.
Tras este documento, la presión se trasladará a la cumbre de diciembre, donde unos líderes europeos divididos deberán decidir si dar este paso trascendental o no. España será el árbitro de un partido que se anticipa cuanto menos intenso.
En junio del próximo año se celebrarán elecciones europeas, por lo que la española será la última Presidencia completa de una legislatura de infarto que comenzó con la peor pandemia del siglo y concluirá con el regreso de la guerra a Europa. Hay muchas expectativas en ella.
Este último semestre será crucial para sacar adelante un alto número de expedientes de alto voltaje que están pendientes
Este último semestre será crucial para sacar adelante un alto número de expedientes de alto voltaje que están pendientes, tales como la reforma de las reglas fiscales, el acuerdo de Mercosur, la primera ley de Inteligencia Artificial, el Pacto de Asilo y Migración, la Directiva de violencia de género o la ampliación de los presupuestos europeos.
De fondo colea una misión imposible: la de poner fin a la unanimidad en política exterior, una prioridad que ya se marcó Josep Borrell cuando asumió las riendas de la diplomacia comunitaria. Pero con pocos visos de prosperar.
Y también colea un enorme desafío: el de no solo contener la deriva autoritaria de Hungría y Polonia, sino de evitar que se conviertan en un dolor de cabeza bloqueando medidas trascendentales y ensombreciendo la imagen y el trabajo de la Presidencia.
Varsovia y Budapest ya han vetado las conclusiones sobre migración en la cumbre europea de esta semana y todos los elementos hacen prever que estarán en pie de guerra durante los próximos meses.
Ambos cuentan con fondos europeos congelados por su deriva y el PiS polaco se juega el poder en las próximas elecciones de octubre. Una Presidencia que arranca en una Ucrania fuera de la UE con Pedro Sánchez en La Moncloa pero que puede tener muchos y muy diferentes finales.
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