MADRID
La era Merkel llegó a su final el pasado miércoles. Con la marcha de la 'canciller de las crisis', no solo Alemania pone fin a 16 años de mandato conservador. El equilibrio de fuerzas a nivel europeo también se ve alterado. El Partido Popular Europeo pierde su principal liderazgo. Nada menos que el del motor económico del bloque comunitario. En el lado contrario, con el aterrizaje de Olaf Scholz, los Socialdemócratas europeos se anotan un buen tanto tras una temporada de paulatino debilitamiento.
La España de Pedro Sánchez deja de ser el baluarte principal de los socialistas en la UE. A partir de ahora, compartirá fuerzas con el Ejecutivo tripartito -Socialdemócatas, Verdes y Liberales- que encabeza el ex ministro de Finanzas. Hay que remontarse hasta 2004 para ver Gobiernos liderados por socialdemócratas de forma simultánea en Berlín y Madrid. La última vez ocurrió de la mano de José Luís Rodríguez Zapatero y de Gerhard Schröder.
El actual presidente español ha aplaudido que su nuevo homólogo en Berlín priorice medidas como la igualdad salarial o el ingreso mínimo vital. "Desde hace tres años son medidas que llevamos haciendo. Somos la vanguardia europea", destacó el día de la investidura alemana durante un acto en Galicia. En las 177 páginas de acuerdo, la coalición tripartita contempla la legalización del cannabis o la autodeterminación de género.
Fortalecer el pilar social europeo es una de las grandes ambiciones de Madrid y ahora gana uno de sus aliados más firmes para sacarlo adelante. Pero no todo es una luna de miel. El Ministerio de Finanzas está controlado por Christian Lindner, conocido como el halcón liberal. Su apuesta y prioridad es regresar a las reglas fiscales pre-pandemia, algo que contraria los anhelos de una España que aboga por más flexibilidad.
Sortear las convulsas aguas europeas
"Alemania es un país con un gran economía y población en el corazón de la UE. Tiene que asumir su responsabilidad para avanzar de forma unida". Estas han sido las primeras palabras de Scholz en el emblemático edificio del Berlaymont. El recién estrenado canciller ha pisado la capital comunitaria en su tercer día en el cargo, un gesto simbólico que corrobora lo que todos saben en Bruselas: el nuevo Gobierno es claramente pro-europeísta. Y en tiempos de incremento de los populismos e inestabilidad global es una buena noticia. Pero ahora comienza lo más complicado: convertir las palabras e intenciones en hechos concretos.
Las fuerzas más progresistas esperan una mayor contundencia a la hora de frenar las derivas autoritarias de Estados miembros como Hungría y Polonia
Lo cierto es que el recién estrenado Ejecutivo germano aterriza en un momento de gran convulsión tanto dentro como fuera de las fronteras europeas. Las fuerzas más progresistas esperan una mayor contundencia a la hora de frenar las derivas autoritarias de Estados miembros como Hungría y Polonia.
La estrategia de Merkel, marcada por la tolerancia y el equilibrismo a los ataques al Estado de Derecho en los países del Este, es una de las principales críticas de su legado. La principal virtud de Mutti Merkel fue la de construir consensos y tender puentes. Pero en muchas ocasiones, ello se le tornó en contra. Muchos le afean que hiciese la vista gorda ante los constantes ataques del húngaro Víktor Orbán o el polaco Mateusz Morawiecki a los valores y derechos fundamentales y a minorías como los migrantes o el colectivo LGTBi.
El equipo que lidera Scholz junto a Verdes y Liberales tiene sobre sus espaldas una gran expectativa para liderar la crisis sobre el Estado de Derecho, que probablemente sea la mayor amenaza para el futuro del proyecto europeo.
En el corto plazo, el gran reto es construir consenso con los Veintisiete en torno a las vacunaciones o los viajes en tiempos de una pandemia que se percibe ya como interminable. Organizaciones como Avaaz han pedido a Scholz que sea valiente para liderar la liberación de patentes de las vacunas contra la Covid para ayudar a los países menos desarrollados.
Fuera de las fronteras comunitarias, las crisis en Ucrania y Bielorrusia se anticipan como las principales patatas calientes en el ámbito internacionales. En estos apartados serán clave los equilibrios entre los tres socios de coalición. Los Verdes, que de la mano de Annalena Baerbock dirigen el Ministerio de Asuntos Exteriores, ya han advertido de que tendrán una mano más dura con, por ejemplo, China para que respete los derechos humanos.
Pero la clave será la postura final de Berlín con respecto a Rusia. A pesar de las tiranteces y el bajo momento de forma que vive la relación Bruselas-Moscú, Merkel siempre se erigió como un puente hacia el Kremlin. Su conocimiento del idioma ruso y su entendimiento con Vladimir Putin se unieron a la construcción del polémico gaseoducto Nord Stream II. El Gobierno de Scholz enfrenta ahora un enorme dilema. Por un lado, busca fortalecer a la UE en el tablero de ajedrez global y estrechar lazos con Estados Unidos. Un buen paso en esta dirección sería cortar con este gaseoducto que incrementa la dependencia energética de la UE con Rusia. El ambicioso proyecto no gusta en Bruselas ni en Washington. Creen que dará más poder de maniobra al presidente ruso para presionar y chantajear a los europeos y para debilitar a Ucrania. Pero frenarlo entrañaría importantes riesgos energéticos y pérdidas económicas para Berlín.
Debilitamiento popular
Con la marcha de Angela Merkel, los populares europeos ven caer su asiento más valioso en la mesa del Consejo Europeo. La formación azul cierra así un año que comenzó con la marcha voluntaria del Fidesz de Orbán de las filas del Partido Popular en la Eurocámara. Además, en las últimas semanas también han visto caer a una de sus grandes promesas: Sebastian Kurz. El joven canciller austriaco se retiró de la política tras numerosas acusaciones por corrupción.
El círculo de poder conservador en las capitales se reduce a ocho países, entre los que se encuentran Croacia, Irlanda o Grecia. Pero las grandes economías están en manos socialdemócratas y liberales. Este requilibrio de fuerza tiene un impacto directo en los 'top jobs' de la UE. La legislatura europea llega al ecuador y es el momento de decidir quién ostentará la Presidencia del Consejo Europeo y del Parlamento Europeo. En estos momentos la última recae sobre el socialdemócrata italiano David Sassoli. Según el acuerdo preliminar entre Populares y Socialdemócratas, la Eurocámara debería estar liderada por un popular durante la segunda mitad de mandato.
La mayor familia política de la cámara ya ha propuesto a la maltesa Roberta Metsola como candidata. Pero los socialdemócratas están dispuestos a plantar batalla. Y las negociaciones se atisban cruentas. Desde el grupo que lidera en el Pleno la española Iratxe García Pérez creen que la UE de 2021 no es la de 2019. El centro-izquierda ha ganado peso y fuerza a expensas de la caída del centro-derecha. Y consideran injusto limitar su presencia en los cargos importantes de la UE a la del Alto Representante, que ostenta el español Josep Borrell. Este sillón es, además, el más simbólico y descafeinado. En el otro lado, los liberales cuentan con el BCE y el Consejo Europeo y los populares con el más codiciado: la Comisión Europea y con el Eurogrupo.
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