Estados Unidos no se manchará las manos de sangre, al menos directamente, en su gran lucha para derrotar a los "aniquiladores de democracias", como ha llamado su presidente, Joe Biden, al grupo islamista Hamás y al líder ruso, Vladímir Putin.

Lo harán Israel y Ucrania, eso sí, con el dinero y respaldo incondicional estadounidense, más de 100.000 millones de euros de "asistencia urgente" que subrayan ese "punto de inflexión en décadas" en el que nos encontramos, tal y como subraya Biden.

O como señaló este viernes el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, será el momento en el que se establecerá "una nueva realidad de seguridad en la región" de Oriente Medio, después de que Israel pueda entrar a saco en la Franja de Gaza, eximida "cualquier responsabilidad con la vida" (tal y como dijo el propio Gallant) en ese territorio palestino y tras eliminar las últimas "bolsas de resistencia" de las milicias de Hamás.

Los 31 países que este sábado se reúnen en Egipto en el marco de una cumbre por la paz en Gaza y para abordar la "cuestión palestina" procurarán eludir los exabruptos dialécticos del ministro israelí y tomarán con pinzas la nueva cruzada de Biden.

Sabedores de la imposibilidad de convencer a Israel de que deje las bombas a un lado y recurra a la justicia internacional para doblegar a Hamás, esos líderes mundiales tratarán de facilitar al menos la asistencia humanitaria mínima a los 2,2 millones de habitantes de Gaza entre quienes se esconden los guerrilleros islamistas.

Son ya más de 3.800 los palestinos muertos y 12.000 los heridos en los bombardeos lanzados por Israel desde el pasado 7 de octubre, cuando milicianos de Hamás asesinaron a más de 1.400 personas y secuestraron a unas 200 más en una incursión masiva en Israel.

Confianza en los envíos de armas y no en las cumbres de paz

Pero en vísperas de esa cumbre multilateral que se celebra en las afueras de El Cairo, Washington no tiene reparo alguno en subrayar, con la promesa de asistencia multimillonaria a Israel y a Ucrania, que la paz se consigue con la guerra y el castigo de los malvados.

"La historia nos ha enseñado que, cuando los terroristas no pagan un precio por su terror, cuando los dictadores no pagan el precio por su agresión, causan más caos, muerte y destrucción", dijo Biden en la noche del jueves en un discurso a la nación pronunciado en el Despacho Oval de la Casa Blanca.

La campaña de venganza de Israel en Gaza le ha venido de perlas a Biden y su estrategia bélica. Si hace unas semanas veía como el Congreso bloqueaba una partida de 20.000 millones de dólares destinados a armas y asistencia a Ucrania, ahora, tras la matanza de israelíes protagonizada por los islamistas de Hamás el 7 de octubre, la Casa Blanca quiere triplicar esa ayuda a Kiev, hasta los 61.400 millones de dólares.

Este monto, según anunció Biden este viernes, será la parte más importante de los cerca de 106.000 millones de dólares (unos 100.000 millones de euros) que ha pedido al Congreso en concepto de ayuda a la seguridad internacional.

Washington dispuesto a financiar la invasión israelí de Gaza

Israel recibiría de esa suma cerca de 14.300 millones de dólares, de los que 10.600 millones son de ayuda militar. Es decir, el dinero suficiente para sostener una campaña bélica que será de "larga duración" en los territorios palestinos, como ha indicado el gobierno del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.

Otros 7.000 millones de dólares irían a la región de Asia Pacífico, con la defensa de Taiwán contra China en mente, y otros 14.000 millones para reforzar la frontera de Estados Unidos con México y taponar todo tipo de inmigración desde allí. Otros 10.000 millones se entregarán en concepto de ayuda humanitaria en otros frentes de batalla abiertos en el mundo.

En cualquier caso, y aunque sea mucho dinero, Biden tranquilizó a los contribuyentes de su país: el dinero enviado a las guerras de Ucrania, Gaza y a un eventual futuro frente chino "es una inversión inteligente que pagará dividendos para la seguridad estadounidense durante generaciones". Es decir, la hegemonía forjada sobre los billetes de dólar y las armas.

El único problema es la fractura que en estos momentos hay en el Congreso, donde la Cámara de Representantes es controlada por los Republicanos, que, sin embargo, se encuentran sin líder en estos momentos y por tanto no pueden aprobar nada.

En todo caso, la jugada de Biden es muy evidente. En el Congreso hay muchos legisladores que no acaban de ver bien el dispendio multimillonario para proveer de armamento a Ucrania, pues consideran la invasión rusa de este país como un conflicto muy europeo y demasiado "postsoviético". Sin embargo, no hay grieta alguna en el respaldo a Israel, el mayor aliado en Oriente Medio amparado por los apoyos del lobby judío en Estados Unidos.

Zelenski respira aliviado tras verse eclipsado por Gaza

Y Biden ha aprovechado esta sed de justicia, y también de venganza, contra los milicianos de Hamás, para meter de tapadillo la ayuda a Ucrania multiplicada por tres. El presidente Volodimir Zelenski ha podido respirar con alivio, después del pánico de estas semanas de octubre al comprobar que una guerra en Oriente Medio, con los grandes productores de gas y petróleo de por medio, podía arrebatarle la atención mundial a la invasión rusa de Ucrania.

Zelenski sabe perfectamente que la guerra contra Rusia la libra en dos frentes principales: la confrontación bélica, donde su contraofensiva contra las fuerzas rusas no ha dado ninguna victoria de consideración, y la batalla mediática, donde la propaganda ucraniana sí ha conseguido imponerse a la propaganda rusa.

Un ejemplo del provecho que está sacando el lobby ucraniano en la Casa Blanca y el Congreso del estruendo de la guerra de Gaza es que, a hurtadillas casi, esta semana llegaron a Ucrania y empezaron a ser utilizados con un éxito considerable los misiles de largo alcance estadounidenses ATACMS, considerados por Rusia como una línea roja en el apoyo militar estadounidense al Gobierno de Volodímir Zelenski.

La baza rusa en los contactos con Hamás

Conocedor de los defectos de su diplomacia, Putin ha intentado aprovechar desde un primer momento la ventaja estratégica que le estaba brindando el conflicto de la Franja de Gaza, al desviar la atención internacional de Ucrania.

En una tríada con Catar, país con buenas relaciones con las milicias islamistas, y con China, que ha enviado a su negociador para Oriente Medio, Zhai Jun, los diplomáticos rusos se han movido rápidamente para contactar con Hamás en Líbano, Siria y el propio Catar. Y, al tiempo, han tratado de no distanciarse demasiado de Israel, un país con el que Rusia mantenía una relativa entente cordial a pesar del apoyo de Moscú al régimen sirio de Bashar al Asad, enemigo mortal de Tel Aviv.

Israel, pese a las críticas del Kremlin a su bombardeo de Gaza, sabe que Rusia puede ser un factor determinante si se trata de rebajar la tensión con Irán, amigo de Moscú y patrocinador del movimiento chií Hizbulá. Esta milicia, desde el sur y este del Líbano, podría lanzar un golpe demoledor contra el norte israelí y poner en un brete a la esperada invasión de Gaza, que puede producirse en cualquier momento.

Hizbulá e Irán han protegido a Hamás en los últimos años y no es descartable que tuvieran algo que ver con la preparación del ataque lanzado por este grupo islamista palestino el 7 de octubre en la mayor agresión sufrida por Israel desde la guerra del Yom Kippur en 1973.

El intento de mediación ruso-chino, por supuesto, ha levantado muchas ampollas en Washington y por eso el discurso de Biden del jueves ha copiado algunas de las premisas que había ofrecido hace unos días su aliado ucraniano Zelenski cuando señaló que Putin estaba detrás de Hamás y que ambos venían a ser lo mismo.

Putin es Hamás, coinciden Biden y Von der Leyen

Así, Biden equiparó también a Hamás con Putin: "El terror y la tiranía de Hamás y Putin representan amenazas diferentes, pero comparten algo en común: ambos desean aniquilar por completo a las democracias vecinas".

No ha sido el único en hacer esta comparación, convertida en lema de guerra estos días en Occidente. Horas después de que Biden difundiera tan ingenioso símil, era la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, la que venía a decir lo mismo en su visita a Washington de este viernes.

La mandataria europea ofreció un discurso en el Instituto Hudson, en el que comparó a Putin con Hamás, pues, según aseguró, mientras uno pretende "borrar del mapa a Ucrania", el otro trata de "borrar del mapa a Israel".

La presidenta de la Comisión Europea es uno de los políticos de la UE que de forma más virulenta se ha mostrado a la hora de proclamar el derecho de Israel a su defensa. Este posicionamiento ha sido criticado incluso desde el seno de la Comisión Europea.

A Rusia estas acusaciones le entran por un oído y le salen por otro. El Kremlin ha subrayado estos días la hipocresía de una Europa que se echó las manos a la cabeza con los bombardeos rusos de ciudades ucranianas como Mariúpol, donde murieron miles de civiles, mientras elude condenar de forma rotunda y denunciar también como crímenes de guerra la destrucción de Gaza por Israel con sus misiles y la muerte también de miles de sus habitantes en esta guerra contra Hamás.