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Reunidos en ese mítico escenario de la política exterior estadounidense, los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y Corea del Sur, Yoon Suk-yeol, junto al primer ministro de Japón, Fumio Kishida, lanzaron este viernes un mensaje de unidad estratégica y pergeñaron futuros planes de cooperación militar ante los desafíos que plantean China y Corea del Norte en el Asia Pacífico.
"Estamos juntos en esto", dijo Biden. El presidente estadounidense ha hecho de la seguridad en esa región del planeta la prioridad de su política exterior, con sus dos aliados como pilares de un nuevo eje de defensa regional que da sus primeros pasos, a pesar de las muchas dificultades que deparará su puesta en marcha.
Los tres países destacaron en Camp David, escenario en las cercanías de Washington de otras históricas cumbres internacionales, la necesidad de reforzar esa alianza tripartita justo ahora. Los tres líderes habían mantenido antes reuniones a tres bandas, la última en los encuentros paralelos a la reunión del G7 en Hiroshima, en mayo pasado, pero ésta ha sido su primera cumbre trilateral oficial.
También ha sido la primera cumbre celebrada desde 2015 en esa finca de Maryland tan ligada a la diplomacia de Estados Unidos, de ahí la importancia que le ha querido dar la Casa Blanca al encuentro.
Una encrucijada histórica
Es "un momento de oportunidades sin precedentes para nuestros países y nuestros ciudadanos, y se produce en un punto crucial de la historia, cuando la competencia geopolítica, la crisis climática, la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania y las provocaciones nucleares nos ponen a prueba", explicaron Biden, Kishida y Yoon en la declaración conjunta que cerró la cumbre.
Estados Unidos tiene pactos bilaterales de seguridad, defensa y económicos tanto con Japón como con Corea del Sur, con el estacionamiento de tropas estadounidenses en ambos países que dan a Washington la condición de gran potencia también en el este de Asia y a las puertas de China, su gran competidor en la cuenca de Asia Pacífico.
Sin embargo, es la primera vez que se avanza oficialmente hacia un eje estratégico trilateral. Esta iniciativa en unos años podría llevar a la firma de un tratado de defensa común, quizá no con el potencial de la OTAN, pero sí capaz de poner nerviosos no solo a los chinos, sino a casi cualquier otro país asiático.
La invitación a Corea del Sur y Japón para participar en las dos últimas cumbres de la OTAN, en junio de 2022, en Madrid, y julio de 2023, en Vilna, fue un salto significativo en la participación de esos dos países asiáticos en la estrategia global de seguridad y defensa de Estados Unidos.
De hecho, China ha acusado a Estados Unidos de querer repetir en Asia el patrón de la Alianza Atlántica y forjar una "mini OTAN" con Corea del Sur y Japón.
En esta cumbre de Camp David, la primera internacional celebrada por Biden en ese escenario diplomático, solo se han dado tímidos pasos hacia ese eventual tratado de defensa. De momento, Corea del Sur y Japón no tienen ningún acuerdo bilateral al respecto y hay que reducir los recelos. El punto común es Estados Unidos y Biden se ha encargado de ensanchar al máximo en esta cumbre el liderazgo de su país.
Un teléfono rojo entre Washington, Seúl y Tokio
Como resultado, los tres líderes comunicaron la puesta en marcha de un nuevo "compromiso de consulta", con la celebración de cumbres trilaterales anuales. Además, acordaron la celebración de ejercicios militares conjuntos anuales y el establecimiento de nuevos mecanismos para compartir inteligencia estratégica a tres bandas y en tiempo real.
Y aunque no tiene el potencial del artículo 5 de la OTAN que llama a la intervención militar de todos los miembros de la alianza si uno de ellos es atacado, los reunidos en Camp David resaltaron que, a partir de ahora, cualquier desafío lanzado a cualquiera de sus países "es un desafío a todos ellos".
Con el punto de mira puesto en China
Si bien Estados Unidos aparece completamente comprometido con armas, dinero y apoyo de inteligencia en su apoyo a Ucrania en la guerra contra Rusia, es, sin embargo, la cuenca de Asia y el Pacífico, la prioridad de la geopolítica de Washington.
Así, la rivalidad militar y económica de EEUU con China ha sobrevolado toda la cumbre, al igual que las incertidumbres que plantea su líder, el presidente Xi Jinping, a quien el propio Biden comparó hace unos días con "una bomba de relojería".
Aunque todo podría apuntar a una futura confrontación, incluso militar, entre Pekín y Washington por la tensión creciente en el estrecho de Taiwán o el mar de China Meridional, lo cierto es que las dos diplomacias han procurado evitar últimamente que la animosidad pase de ciertos límites.
En noviembre pasado, Xi y Biden se reunieron en la isla de Bali y dejaron abierta una puerta al diálogo. El presidente estadounidense recientemente indicó en una entrevista que confiaba en volver a ver a su homólogo chino este otoño, quizá en una cumbre de líderes asiáticos prevista para noviembre en San Francisco, para ir creando una progresiva atmósfera de confianza de la que aún carecen ambos países.
A favor tienen el conocimiento mutuo entre los dos jefes de Estado desde que Biden fuera vicepresidente. En contra aparecen el hegemonismo estadounidense en Asia, el rearme chino y su desbocada carrera atómica militar, y los numerosos chispazos saltados entre los dos países en los mares de Asia Oriental.
Además, tanto Japón como Corea del Sur ven también en China una amenaza comercial y militar. La ambigüedad china ante Rusia y el apoyo de Pekín a Corea del Norte completa la ecuación de la desconfianza mutua.
De momento, y en espera del resultado de futuros encuentros entre Xi y Biden, los tres líderes reunidos en Camp David condenaron en su declaración conjunta "el comportamiento agresivo y peligroso chino" en el mar de China Meridional.
Unidos por el temor a Corea del Norte y los recelos hacia China
Más complicada es la relación con Corea del Norte, el otro gran asunto de seguridad que ocupó la agenda de la cumbre de Camp David. Ha sido precisamente la estrategia común ante Pyongyang y su arrogancia con su programa nuclear militar el mecanismo que ha acercado a los gobiernos japonés y surcoreano tras décadas de desconfianza. Mecanismo debidamente engrasado por Washington, eso sí.
Las relaciones entre Japón y Corea del Sur nunca han sido fáciles. La historia separa a ambos países desde que a principios del siglo XX el ejército japonés invadiera la península de Corea, situación que se agravó durante la Segunda Guerra Mundial con los crímenes de guerra y contra la humanidad que las fuerzas niponas cometieron en suelo coreano. En este contexto, el acercamiento entre los dos países modelado por la Administración Biden es un logro incuestionable.
EEUU ha sabido atraer a los dos países en un frente común favorable a la expansión de su hegemonía en Asia y el Pacífico, los ha sentado a la misma mesa junto a sus aliados de la OTAN, ha convertido a Rusia en enemigo también declarado de Tokio y Seúl, y ha sabido mostrarles que el verdadero desafío en la región asiática es China, con una Corea del Norte convertida en potencia nuclear como la amenaza más grave a corto y medio plazo.
La presión de China sobre Taiwán, a la que considera parte de su territorio, la creciente presencia militar del gigante asiático en el este de Asia o su desbocada expansión empresarial y comercial en África y Sudamérica conforman algunos de los desafíos planteados por Pekín para los tres aliados reunidos en Camp David.
En el caso de Corea del Norte, a sus continuadas pruebas de misiles susceptibles de ser armados con ojivas nucleares y capaces de acertar blancos en la costa oeste de Estados Unidos, por no hablar de la devastación que podrían provocar en Corea del Sur y Japón, se añade también su campaña de lavado de dinero con criptomonedas o la posibilidad de que pueda enviar armas a Rusia para ser utilizadas en la guerra de Ucrania.
Por eso, entre los acuerdos alcanzados en Camp David destaca la puesta en común y en tiempo real de los lanzamientos de misiles balísticos por Corea del Norte.
Una de las estrategias de China y Corea del Norte ante Japón y Corea del Sur era que estos dos países no podrían jamás hacer un frente común contra la amenaza de ambas dictaduras. Por eso destaca, si cabe más, esta cumbre de Camp David: se trataba de lanzar un inusitado mensaje de unidad ante Pekín y Pyongyang.
"Estamos juntos", reiteró Biden en la cumbre, después de que los tres países acordaran desarrollar su nuevo marco de relaciones también con la vista puesta en el Consejo de Seguridad de la ONU del que formarán parte los tres estados en 2024.
El año próximo también se celebran elecciones presidenciales en Estados Unidos y Biden quiere reforzar su candidatura con una política exterior sólida, al menos en su patio trasero del Pacífico y Asia, y siempre y cuando se lo permitan las ambiciones chinas y las peligrosas salidas de tono nucleares norcoreanas.
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