Ha sido otra semana vertiginosa para el mediático presidente ucraniano. Mientras se ultiman los últimos flecos logísticos para desencadenar la tan esperada contraofensiva militar ucraniana, Kiev ha lanzado una batalla diplomática a gran escala en nuevos frentes políticos internacionales, con Zelenski volando de un extremo al otro del planeta para asegurar el alineamiento mundial contra Rusia.
El último éxito de la diplomacia belicista de Zelenski ha sido el compromiso occidental para entrenar a los pilotos ucranianos que manejarán los codiciados cazas F-16 estadounidenses. Washington tenía la última palabra sobre la eventual entrega de estos aviones de combate que pueden ser claves en una ofensiva a gran escala. Finalmente, el presidente Joe Biden ha dado su aval al entrenamiento en EEUU y Europa de los futuros pilotos y ha retirado el último veto para el eventual traspaso de los F-16 por parte de países europeos que los tienen y quieren donarlos a Kiev.
Biden dio este visto bueno el viernes, al comenzar la Cumbre del G-7 en Hiroshima. Era el regalo de bienvenida para Zelenski, que este sábado se sumó a los encuentros entre los líderes de los países más industrializados del planeta en esa ciudad japonesa, volatilizada en agosto de 1945 por la primera bomba atómica lanzada en el mundo.
Los enemigos de antaño son aliados hoy día y en Hiroshima los líderes de Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña y Francia han cerrado filas con los de Alemania, Italia y Japón para respaldar a Ucrania en su guerra contra Rusia, cuya participación en aquella conflagración mundial fue decisiva, integrada en la URSS, para derrotar al Eje formado por Berlín, Roma y Tokio.
Zelenski, convertido en estrella de la cumbre del G-7
Zelenski ha conseguido que el G-7 aplauda su apuesta para poner contra las cuerdas a Rusia con armas y sanciones. Y más que a sus triunfos militares contra los rusos, es a su diplomacia y su poder mediático a los que hay que atribuir este éxito, confirmado estos días en sus viajes a Arabia Saudí y Japón, continuación de la gira europea acometida la semana pasada.
Una diplomacia, la ucraniana, aconsejada por Washington y Londres, que no trata en estos momentos de parar la guerra. Por eso Zelenski ha reclamado, el viernes ante la Liga Árabe en Yeda y este fin de semana en Hiroshima ante el G-7, la necesidad de más ayuda militar, un mayor ostracismo de Moscú y un compromiso internacional sin fisuras por la soberanía territorial de Ucrania.
La misión de paz china, sin pena ni gloria
La ofensiva diplomática de Zelenski ha contrastado con la emprendida por China, abanderada de un final político del conflicto, no por altruismo, sino por sus propios intereses económicos y geopolíticos.
Pekín mandó esta semana a su enviado especial, Li Hui, a Kiev, Moscú, Varsovia, Berlín y París, para tantear las posibilidades de montar una mesa de negociaciones, pero lo único que el régimen chino ha conseguido hasta el momento es un creciente escepticismo internacional sobre su plan de paz de doce puntos presentado el pasado febrero, cuando se cumplió un año de guerra.
No tanto ya por la buena relación de China y Rusia, sino por la falta de concreción del plan, que no ha dado muchas claves para detener la guerra. Mucho ruido y pocas nueces, es lo que se piensa del plan chino. En Hiroshima, el G-7 se ha limitado a pedir a China que use su relación con Rusia para pedirle que se retire de Ucrania.
Parecería más sólida la apuesta de paz lanzada por el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, si no fuera porque ha puesto sobre la mesa lo que nadie en Occidente ni Ucrania quiere oír: habrá "paz a cambio de territorios".
Los siete países más industrializados del mundo, todos ellos partidarios de Kiev en esta guerra, han dejado claro en su reunión de Hiroshima que no les gusta el plan de Lula: "Una paz justa no puede conseguirse sin la completa e incondicional retirada de las fuerzas rusas y esto debe ser incluido en cualquier llamamiento a la paz", han señalado en su declaración conjunta.
Pese a todo, el G-7 ha tenido a bien invitar a su reunión de Japón a Brasil y también a India e Indonesia, en un intento de alejar a estos países de Rusia y aislar más aún al país agresor de Ucrania.
India se ha negado a condenar a Rusia en Naciones Unidas por la invasión de Ucrania y es uno de los países que sigue manteniendo un mayor volumen de transacciones con Moscú. Sobre todo con la compra de petróleo ruso y los vericuetos comerciales para evadir las sanciones impuestas por Occidente. India, además, se alinea con quienes, como China, no ven en este tipo de castigo la solución a la crisis ucraniana, pues las repercusiones negativas son mundiales y no solo sobre el país castigado.
Moscú, preocupado por la implicación occidental en Ucrania
Este es el contexto que se ha encontrado Zelenski al llegar a Japón este sábado y es una muestra de que su labor diplomática funciona. Zelenski viaja y viaja —ahí está la gira europea de hace una semana, por Roma, Berlín, París y Londres, donde consiguió más dinero y más armas, incluidos los misiles de gran alcance británicos— a fin de lograr un respaldo internacional ante la avalancha bélica que pretende desatar en cualquier momento contra los territorios ocupados por Rusia en Ucrania.
Cada día que pasa, Rusia ve con más preocupación la evolución del conflicto. Crece la certeza de que la guerra se va a alargar mucho más de lo calculado y de que, si bien parece improbable una derrota de Moscú, igual de difícil es conseguir una victoria contundente.
Mientras se mueven los engranajes diplomáticos, el nerviosismo de Moscú aumenta en el ámbito militar, el único que parece importar al Kremlin. Ese nerviosismo se ve ahora acrecentado con la seguridad de que Occidente va a suministrar cazas de combate F-16 al ejército ucraniano.
El Kremlin lo ha advertido este sábado, cuando su viceministro de Exteriores, Alexandr Grushkó, ha comentado la eventual entrega de F-16 a Ucrania: "Los países de Occidente de momento se atienen al guion de la escalada. Esto implica riesgos colosales para ellos".
Zelenski también mueve ficha en Oriente Medio
Antes de viajar a Hiroshima, el presidente ucraniano reforzó la atención internacional con su participación por sorpresa en la cumbre celebrada el viernes por la Liga Árabe, que reúne a una veintena de países, en la ciudad saudí de Yeda.
Zelenski gusta mucho de decir que en su país está en juego la supervivencia de la democracia en Europa, pero no ha hecho asco alguno en reunirse en Yeda con algunas de las dictaduras de facto más duras del planeta.
Y no lo tenía fácil el líder ucraniano, porque en Yeda se estaba celebrando el retorno del régimen sirio de Bashar al Assad a la Liga Árabe. Sobre todo porque Al Assad es un aliado incondicional de Moscú, que impidió su caída por la doble ofensiva del Estado Islámico y de las fuerzas opositoras sirias apoyadas por EEUU.
Además, algunos de los países árabes no tienen tan claro que Rusia sea el malo de la película y tienen muy presente la invasión en 2003 de Irak por parte de Estados Unidos y el caos que aún persiste de semejante acción.
Tampoco hace gracia en los países árabes la creciente animadversión de Occidente hacia China bajo la batuta de Estados Unidos, cuando la relación de Oriente Medio con Pekín es boyante y tiene muchas posibilidades de desarrollo.
Zelenski en todo caso no planteó en Yeda un alineamiento con EEUU frente a Rusia, sino que subrayó las oportunidades que una Ucrania independiente tendría para los países árabes. Arabia Saudí es quien lo ha visto todo más claro y fruto de este interés es la novedosa propuesta de mediación en la guerra que ha ofrecido el régimen de Riad.
La diplomacia de Zelenski da frutos: armas y dinero
El presidente ucraniano ha triunfado con su juego diplomático allí donde nadie esperaba que pudiera hacerlo hace un año. Los F-16 son solo su último golpe de efecto. Ahí están las lanzaderas de misiles HIMARS, los sistemas antiaéreos Patriot, los tanques alemanes Leopard o los misiles de largo alcance británicos Storm Shadow. Todos ellos "líneas rojas" que Europa había insistido en no cruzar hasta acabar seducida por el líder ucraniano y las presiones de Washington y Londres.
Por eso, Zelenski se ha convertido en la estrella mediática del G-7 reunido en Hiroshima. Y además les ha dado a los siete países más ricos del planeta la oportunidad de elevar su propio ego como salvadores de la civilización frente a la barbarie rusa.
"La paz está más cerca hoy", les ha dicho Zelenski a los líderes del G-7, aunque en realidad todos los pasos del antiguo actor devenido en presidente y después en líder de un país en guerra vayan orientados precisamente a alargar esa guerra.
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