SÃO PAULO.- “Lo que más asusta de todo esta historia es que nada de lo que dijo el asesino sonaba como alejado de nuestro cotidiano”, decía esta semana el sociólogo Rudolph Hasan, en el site O Cafezinho, y añadía “trabajadores, estudiantes, vecinos, amigos o parientes podrían haber llevado a cabo esta matanza”.
Pocos minutos después de la media noche, cuando los fuegos artificiales daban la bienvenida a 2017, en Campinas (São Paulo), Sidnei Ramis de Araujo, de 46 años, saltó el muro de una casa cargado de explosivos y con una pistola de 9 milímetros en la mano. La matanza duró pocos minutos. Primero apuntó a su ex mujer, después a su hijo —de ocho años— y luego a otras 10 personas. Doce asesinados, nueve de ellos eran mujeres. Después se pegó un tiro.
Este crimen se convirtió en la noticia internacional de los sucesos del 2 enero. Las primeras reacciones fueron de espanto y vergüenza, pero nadie se atrevió a hablar de feminicidio: del asesinato de una mujer (en este caso nueve) por la condición de ser mujer.
El asesino dejó en el coche su móvil con unas grabaciones y la contraseña de acceso al aparato escrita a un lado. Las primeras informaciones llegaron rápido. Sidnei era el exmarido y el padre de las dos primeras víctimas, y había perdido la custodia de su hijo acusado por la madre de intentar abusar del menor. Hasta el momento seguía siendo un loco y los medios hablaban de crimen pasional.
El asesino dejó escrito en dos cartas que el crimen era premeditado, dejando claro su odio contra la mujer, que empezó a sumar defensores en las redes
Dos días después el diario Estado de São Paulo publicó dos cartas escritas por el asesino donde además de dejar claro que el crimen era premeditado, volcaba en sus líneas un cóctel de odio contra la mujer, la política del país y hasta contra los defensores de derechos humanos, que rápidamente empezó a sumar defensores en las redes.
Las cartas que iban dedicadas a su hijo, parecían argumentos y justificaciones de su crimen para un gran público: “Hijo, no soy machista y no tengo rabia contra las mujeres (esas de buena índole las quiero de corazón) pero me dan rabia la putas que proliferan cada día para beneficiarse de la Ley Vadia da Penha”, decía al referirse a la Ley contra la Violencia Doméstica de Brasil, que se llama María da Penha, nombre que cambia por el de “vadia” (puta).
La apología a la violencia era clara: “Voy a acabar con el máximo de mujeres en un día, así lo que me sucedió a mí no le pasará a ningún otro trabajador. (…) Voy a pillar al máximo de putas juntas”. Sidnei se refiere en todo momento a la retirada de la custodia de su hijo: “la muy puta fue astuta y se inspiró en otras mujeres para quitarme a mi hijo, ahora otros padres se van a inspirar en mí para acabar con esas putas y sus familias. Muero por justicia, dignidad, por el honor de ser padre”.
Las alusiones a otros padres y su odio hacia lo que llama como “vivir en un sistema feminista” fue criticado por muchos, pero defendido y justificado por muchos otros
Las claras alusiones a otros padres y su odio hacia lo que llama como “vivir en un sistema feminista” fue criticado por muchos, pero defendido y justificado por muchos otros. Tras la publicación de las cartas varios hombres defendieron al asesino: “Mientras la justicia siga favoreciendo a las mujeres no es extraño que vayan a continuar sucediendo estas cosas”, decía Luciano, en el site G1 (O Globo). “Una mujer que calumnia a una persona y le quita a su hijo es tan fría como el hombre que mató a todas esas personas, para mí los dos son iguales”, decía Roberto Henrique. “Para la justicia feminista la culpa siempre es de los hombres. El sistema crea sus propios demonios, respeten el amor de un padre”, decía Robertson en el mismo portal. Frases parecidas se leían en la sección de comentarios de otras publicaciones, los likes aumentaron a lo largo de la semana.
“La misoginia y el machismo en Brasil están impregnados en nuestra sociedad, por eso son capaces de defender a un asesino”, decía Daniela Lima, escritora y activista de los derechos de la mujer. Según Lima, la carta el asesino “refuerza el mensaje de que la violencia se puede justificar a través de la deshumanización, con la idea perversa de que las ‘putas’ no son humanas, por lo tanto pueden sufrir cualquier tipo de violencia”.
Los números que ofrece el Instituto Patricia Galvão sobre el quinto país del mundo que más mata mujeres hablan por sí solos. Cada dos minutos una mujer sufre una paliza. Cada once minutos, una violación. Un asesinato cada 90 minutos. Trece mujeres mueren al día, y en 24 horas, otras 179 denuncian diversos episodios de violencia. El Mapa de la Violencia de Flacso de 2015 recuerda que entre 1980 y 2013 fueron asesinadas 106.093 mujeres, y el número de víctimas aumenta cada año entre las mujeres negras, y disminuye entre las blancas.
Cada dos minutos una mujer sufre una paliza en Brasil. Cada once minutos, una violación. Trece mujeres mueren cada día
El Instituto Patricia Galvão, una agencia que divulga informaciones sobre derechos de la mujer, fue uno de los primeros en definir el crimen de Nochevieja como un feminicidio y alertaron que en Brasil, a diferencia de en el resto de América Latina, donde el feminicidio está asociado a violencia sexual de bandas o desconocidos, los verdugos suelen ser familiares con una relación de afecto con la víctima.
El crimen de feminicidio íntimo está previsto en la Ley desde 2015 y altera el Código Penal como circunstancia calificadora de un crimen de homicidio, por lo que forma parte de crímenes hediondos y su pena puede ir de los 12 a los 30 años de cárcel. La Ley Maria da Penha, aprobada en 2006, se encarga de la violencia doméstica. Isamara Filier, la mujer del asesino de Nochevieja, ya le había denunciado cinco veces. La protección no llegó a tiempo.
Una sociedad misógina
El asesino, Sidnei Ramis Araujo, como muchos otros hombres que le apoyaban en las redes, se quejaban del “sistema feminista” que se vive en Brasil, en referencia a las dos únicas leyes (feminicidio y Maria da Penha) que intentan proteger a las mujeres, en un país en el que están desamparadas.
Pero ese odio hacia las conquistas de los derechos de la mujer no parte sólo de asesinos o de comentaristas de redes sociales. La bancada evangélica y sus parlamentarios con un lugar cada vez más fuerte en el Congreso, son los primeros que repiten mensajes machistas y de odio contra las mujeres: “Hay que controlar a esas feministas que quieren dominar el país con sus políticas indecentes”, decía el Pastor Sillas Malafaia, en uno de sus sermones de su programa de televisión.
La bancada evangélica, con un lugar cada vez más fuerte en el Congreso, extiende el mensaje de odio a la mujer. Un diputado le dijo a una ministra “que no la violaba porque no lo merecía”
El recién elegido alcalde de Rio de Janeiro, Marcelo Crivella, también evangélico, ha repetido más de una vez que “las mujeres de verdad tienen que obedecer a los hombres”. Después está el caso más escandaloso, el de Jair Bolsonaro, el diputado más votado de Rio de Janeiro, que en el Congreso le dijo a una ministra “que no la violaba porque no lo merecía”. Bolsonaro también fue quien le dedicó su voto a favor del impeachment al torturador de Dilma Rousseff, que entre otras cosas, colocaba ratones en las vaginas de las mujeres. Precisamente este diputado, una especie de Donald Trump a la brasileña, tiene cada vez más seguidores hombres, y es un casi seguro candidato presidencial.
Los dos últimos años con el ex presidente de la Cámara, Eduardo Cunha (también evangélico) al mando del Congreso, se pusieron sobre la mesa proyectos de Ley que suponen un enorme retroceso en lo que atañe a los derechos de la mujer, como la prohibición del aborto también en casos de violación, o la prohibición de la venta de la píldora del día después.
En este sentido el sociólogo Rudolph Hasan insiste: “Las palabras del asesino son chocantes porque revelan un discurso cada vez más habitual en Brasil. Odio a las mujeres, aversión por las legislaciones garantistas de derechos, y la negación de la política. ¿Quién no se cansó de ver en las manifestaciones carteles con la cara de Dilma llamándola puta?”.
La filósofa Márcia Tiburi lo explicaba en BBC Brasil: “El asesino no se inventó él solo esta matanza. Él puede haber sido el que disparaba, pero es una evidencia, una metonimia de la sociedad que vivimos en este momento. Es la parte que habla por el todo”.
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