Este artículo se publicó hace 17 años.
Cuando al cadáver sólo se le reconoce por el tatuaje
Los músicos mexicanos pagan con sangre su relación con el tráfico de drogas.
El 2 de diciembre, a las tres de la mañana, se encontraron los restos en no muy buen estado de Sergio Gómez, cantante del grupo K-Paz de la Sierra, en el Estado de Michoacán. Este grupo se había convertido en el favorito del público mexicano que habita a los dos lados de la frontera México-Estados Unidos.
De hecho, el grupo se formó originalmente en Chicago. En la zona fronteriza florece, como en ninguna otra parte, la llamada música grupera, mezcla de géneros musicales (ranchero, corrido, cumbia, bolero) que ha generado seguidores tanto en las ciudades como en el campo. Son los grupos que venden más discos en México y en las grandes ciudades de EEUU, en las que viven 15 millones de mexicanos o de méxico-estadounidenses.
El carácter popular de esta música hay que buscarlo en el origen social de los cantantes. Sergio Gómez lo explicaba así: "Somos de la sierra porque somos gente de pueblo, gente humilde y, al final, eso es lo que nos identifica con el público". Todo esto a pesar de vivir, desde hace muchos años, en Chicago.
Sergio fue capturado al salir de un concierto en Morelia, Michoacán, junto con todos los miembros del grupo y dos de sus representantes. Se lo llevaron unos cincuenta pistoleros que iban en cinco vehículos con cristales tintados.
Una tendencia letal
El asesinato y los atentados contra artistas vinculados a este género musical se hacen cada día más frecuentes. Hace algunos meses, después de un concierto en Veracruz, Sergio Gómez dijo lo siguiente sobre la muerte del famoso cantante Valentín Elizalde: "Es una gran pena que enluta a la familia grupera, es muy triste sobre todo que este tipo de cosas empiecen a afectar a la familia artística.
Primero le tocó a Joan Sebastián, ahora a Valentín Elizalde, y no sé a quién más podría tocarle, pero es importante que alguien ponga un hasta aquí a todo esto". Unos meses después, el secuestrado y posteriormente asesinado iba a ser él.
Su cadáver fue encontrado con signos de estrangulamiento, con el rostro quemado por ácido y con golpes en diversas partes del cuerpo. Solamente se le pudo reconocer por el tatuaje de una pantera que tenía en el brazo.
Este género musical siempre ha estado vinculado al crimen organizado, en especial, al tráfico de drogas. No sólo porque ahí se cantan los corridos de las glorias de los narcotraficantes, sino por el hecho de que muchas veces son contratados para actuar en las bodas, fiestas y reuniones de los capos del narco.
Narcos admirados
Este tipo de asesinatos están comenzando a ser vistos como parte de la escenografía del país. Mientras el Estado es cada vez más débil y pierde toda su responsabilidad social, los capos del narco en México son queridos y temidos.
Construyen carreteras para ver a sus novias o a sus madrecitas, o para poder llegar a la capilla donde se encuentra su santo o virgen favorita. Construyen plazas públicas donde se organizan los grandes bailes, con todo y helipuertos para que puedan aterrizar. Se convierten en padrinos de una buena parte de los niños de los pueblos.
Según un informe del Departamento de Estado norteamericano, cada año entran en México, por conceptodel tráfico de drogas, 20.000 millones de euros. Una cifra que es algo inferior al gasto social anual del Gobierno mexicano.
Al mismo tiempo, de acuerdo a las diversas regiones y a las diversas relaciones con el poder político, realizan guerras internas que afectan no sólo a sus soldados, sino también a amigos y cantantes.Todavía no es posible afirmar que éste sea el caso de Sergio Gómez, pero es muy difícil pensar que alguien que no esté vinculado a esta actividad se tome la molestia de armar a cincuenta hombres con rifles R-15 para secuestrar y matar a un cantante sin razón aparente.
En su velatorio, primero en su tierra de origen, Ciudad Hidalgo, Michoacán, y luego en la Ciudad de México, la gente del pueblo lloraba y cantaba sus canciones. Sus restos se trasladaron a la catedral metropolitana para celebrar una misa de cuerpo presente. De ahí, a Chicago, donde habrá un recibimiento, probablemente mayor que cuando los Chicago Bears ganaron la Super Bowl
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