Este artículo se publicó hace 11 años.
Los belgas aclaman a su nuevo rey
Alberto II cedió el trono a su hijo Felipe tras 20 años en la jefatura del Estado en los que no se libró de polémicas como las de una presunta hija no reconocida
Los belgas dieron hoy la bienvenida a su nuevo rey, Felipe, y despidieron al que fue jefe del Estado durante veinte años, Alberto II, en una jornada histórica marcada por la celebración del Día Nacional y un sol de justicia que animó a los ciudadanos a festejar en las calles.
En torno a 500.000 personas, según el diario Le Soir y la cadena de televisión RTL, participaron en la celebración en honor del nuevo rey, muchos de ellos vestidos con los colores nacionales -negro, amarillo y rojo-, con banderas y cámaras fotográficas en mano y coreando vivas al nuevo monarca en las calles de Bruselas.
La familia real comenzó la jornada con una misa "Te Deum" en la catedral de San Miguel y Santa Gúdula, y después se desplazó al Palacio Real de Bruselas, donde Alberto II firmó su abdicación, y al Parlamento federal, en el que Felipe juró su nuevo cargo como rey.
Los belgas acompañaron y mostraron su cariño a la familia real a lo largo de sus desplazamientos entre esos puntos, pero el momento que levantó más vítores entre los presentes fue el saludo de Felipe y su esposa Matilde como nuevos reyes desde el balcón del Palacio Real, donde se dieron además un afectuoso beso.
Precisamente otro beso, el "gran kiss" (beso, en inglés) que envió Alberto II a la reina Paola en la emotiva ceremonia en la que firmó el acta de su abdicación, se convirtió en protagonista inmediato de las redes sociales en Bélgica.
"Pienso que es algo bueno para Bélgica, necesitamos un rey un poco más joven", dijo a Efe en las proximidades del palacio Laetitia Delbart, para quien Matilde, "amable e inteligente", desempeñará "un papel muy importante" para el país.
El nuevo rey también recibió abucheos y gritos de '¡Viva la República!'
El primer acto de Felipe en el trono belga fue el homenaje al soldado desconocido en la Columna del Congreso, donde fue arropado por un millar de belgas que se congregaron para saludar a su nuevo monarca y por unos 150 militares. Durante el homenaje se escuchó música de la banda de la Fuerza Aérea belga antes de sonar la Brabanzona, el himno nacional, que protagonizó los momentos más solemnes de la jornada. En el tributo al soldado desconocido algunos abucheos y un grito de "¡Viva la república!" motivaron que los presentes entonaran con más fuerza sus consignas en apoyo del rey.
"Le deseo lo mejor, espero que lleve los colores de nuestro país por el mundo lo mejor que pueda. Pienso que podrá responder a las exigencias que podrán acontecer", indicó a Efe Leroy Jeani Pierre. Para otra ciudadana, Maria Giannone, Felipe es "un poco tímido", pero "ha trabajado en el extranjero y está bien preparado".
Diversos comentaristas de las televisiones coincidieron en señalar que vieron al rey Felipe muy sereno y más seguro que nunca al pronunciar sus diferentes discursos. En cuanto a Alberto, Giannone expresó su agradecimiento como mediador entre francófonos y neerlandófonos, que en ocasiones protagonizan roces en la vida política del país.
Ceremonia austeraLa sobriedad de las ceremonias, a las que no estaban invitadas otras casas reales o mandatarios internacionales como dicta el protocolo del país, contrastó con la alegría y el ambiente festivo en las calles de Bruselas, que se engalanaron con flores y banderas. También se lanzaron globos de los tres colores nacionales con una gran imagen del rey Felipe y un icono de un pulgar hacia arriba en muestra de que recibe la aprobación del pueblo belga. Desde el parque del Cincuentenario, en el barrio donde se ubican las principales sedes de la Unión Europea, se lanzaron 101 salvas en honor al nuevo monarca.
Ni las casas reales ni otros mandatarios internacionales estaban invitados a la ceremonia
El calor también ha sido protagonista de la jornada junto a la propia entronización del rey, rompiendo en gran medida la tradición de que el día de la fiesta nacional rara vez escapa a la lluvia. La Cruz Roja llegó a atender a medio centenar de personas con síntomas de insolación a causa de las altas temperaturas, rozando los 30 grados, que combinadas con la elevada humedad animaron a muchos a refrescarse metiéndose en las fuentes del Parque Real, frente al Palacio.
En el parque los visitantes también pudieron degustar especialidades gastronómicas belgas mientras se desarrollaba en las calles aledañas el desfile de la Policía y las Fuerzas Armadas, un acontecimiento tradicional en el día de la fiesta nacional que en esta ocasión contó con novedades como el desfile de la Escolta real a caballo, que celebra su 75 aniversario.
El nuevo rey pasó revista a las tropas desde la tribuna real, junto al palacio. Los adoquines de las calles de Bruselas jugaron alguna mala pasada a las princesas, como a la hermana del nuevo rey, Astrid, que dio un pequeño traspiés de camino a la tribuna.
No sólo los bruselenses no quisieron perderse esta jornada histórica. La sociedad nacional de ferrocarriles SNCB indicó a la agencia Belga que hoy transportó hacia la capital a más de 11.000 personas, la mayor parte de las cuales adquirieron un billete "especial 21 de junio" de ida y vuelta a precio reducido, 8 euros.
La jornada transcurrió en medio de la alegría y el calor mostrado a su familia real por los belgas, sin que emergieran polémicas recientes como la petición por vía judicial del reconocimiento de paternidad por parte de Délphine Boel, de 45 años, que alega ser hija de Alberto II.
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