Este artículo se publicó hace 11 años.
‘Bandar Bin Israel’, el Maquiavelo de Oriente Próximo
El príncipe manifiesta un fuerte odio hacia los chiíes que se dirige por igual a Irán, Siria y Hizbola, un eje que los saudíes están dispuestos a romper con la bendición y la ayuda de Israel y Estados Unidos
Eugenio García Gascón
Las intrigas saudíes en Oriente Próximo vienen de lejos pero en los últimos meses han crecido considerablemente hasta el punto de que algunos analistas locales hablan de una "abducción" de las llamadas "primaveras árabes". El personaje central en estas intrigas es el príncipe Bandar bin Sultan, director general de la Agencia de Inteligencia, un hombre con enorme peso específico en su país y fuera de él, que está jugando el papel de tenor en Egipto y sobre todo en Siria y Líbano.
Los métodos que utiliza Bandar para conseguir sus objetivos son expeditivos y podrían calificarse de mafiosos en alguna ocasión sin necesidad de recurrir a ninguna hipérbole. De acuerdo con The Daily Telegraph, Bandar se reunió recientemente en Moscú con el presidente Vladimir Putin y le prometió el oro y el moro a cambio de forzar la caída del presidente Bashar al Assad, y lo hizo con el consentimiento de funcionarios estadounidenses, de acuerdo con fuentes saudíes.
Si Putin colaboraba en ese objetivo, Bandar le garantizaba que el nuevo régimen de Damasco permitiría a los rusos mantener la base militar que tienen en el puerto de Tartús, que es su única base naval en todo el Mediterráneo.
"Puedo garantizar la protección de las Olimpiadas de invierno porque controlamos a los chechenos que amenazan la seguridad" La segunda promesa consistía en fijar el precio del crudo artificialmente de una manera estable entorno a los 100 dólares por barril, lo que permitiría a Moscú mantener saneados sus presupuestos, que están hechos estimando que el precio del crudo no bajará mucho de esa cantidad.
Por último, Bandar dijo a Putin: "Puedo garantizarte la protección de las Olimpiadas de invierno del año que viene en la ciudad de Sochi (porque) nosotros controlamos a los grupos chechenos que amenazan la seguridad de los juegos".
Esta última oferta no sorprendió a Putin, quien le contestó que los rusos saben desde hace una década que los saudíes están detrás del "terrorismo" checheno. Según el diario libanés Al Safir, el mandatario ruso le respondió que dejaran de apoyar a los terroristas, pero esta es una característica añeja de la política exterior saudí en Rusia y en otras partes donde se sirve de terroristas para conseguir sus objetivos, como ahora ocurre en Siria.
Este comportamiento sin escrúpulos ayuda a explicar muchas de las miserias de Oriente Próximo. En la guerra civil siria, los occidentales mueven sus piezas con cálculo maquiavélico y no hacen ascos a mantener una cordial relación directa e indirecta con los islamistas sunníes y Al Qaeda que incluye la financiación y la entrega de armas a los yihadistas por medio, en este caso, del príncipe Bandar, que es conocido cariñosamente por los islamistas como "Al-Habib" o "el amado".
Educado en institutos militares y civiles de Estados Unidos, Bandar fue el primero en denunciar el supuesto uso de armas químicas por parte del régimen sirio en febrero pasado. Sin embargo, la web MintPress lo vincula a él directamente con el suministro de armas químicas a los rebeldes, quienes mediante una manipulación errónea habrían causado la muerte de cientos de personas en los alrededores de Damasco el 21 de agosto.
Bandar nació Taif hace 64 años, hijo del príncipe Sultan bin Abdulaziz y una de sus concubinas. Está casado y es padre de ocho hijos. Su esposa, la princesa Haifa al Faysal, se dedica a cuestiones sociales y dirige un centro de lucha contra el cáncer de mama. Bandar es aficionado a la caza y ha participado en cacerías junto con el presidente George Bush hijo. Se desplaza habitualmente en un Airbus-340 privado, fuma y bebe alcohol.
Se relacionó con cinco presidentes y con los republicanos Bush padre e hijo mantuvo un vínculo muy estrecho Su prolongada estancia en Estados Unidos como embajador, entre 1983 y 2005, le convirtió en uno de los diplomáticos más experimentados y con mejores contactos en aquel país. Se relacionó con cinco presidentes y con algunos de ellos, especialmente con los republicanos Bush padre e hijo, mantuvo un vínculo muy estrecho. Conocida es una foto que se ha publicado hasta la saciedad en la que se le ve junto a Bush hijo conversando muy distendidamente.
Con frecuencia ha desempeñado misiones especiales para los reyes saudíes, viajando en todas las direcciones. En su momento se le implicó en casos de soborno multimillonarios en los contratos para la adquisición de armas en Estados Unidos, e incluso se le implicó en la preparación de un golpe de Estado en Arabia Saudí, que él negó. En cualquier caso, a partir de 2008 pasó un tiempo fuera de la luz pública a raíz de esa supuesta conspiración.
La de Siria no es ni mucho menos primera aventura militar de Bandar. En 2006 destinó 200 millones de dólares a financiar una milicia sunní en Líbano, pero este grupo no resistió el primer enfrentamiento con Hizbola y dos años más tarde se disolvió; y en los últimos años ha financiado grupos salafistas yihadistas libaneses. Agentes saudíes han impulsado la yihad en Afganistán, Bosnia, Chechenia, Irak, Cachemira y otros lugares.
El virulento odio de Bandar hacía los chiíes es un problema que comparte con muchos sunníes, quienes ven a los chiíes, que apenas representan el 12% de todos los musulmanes, como unos seres inferiores y a menudo ni siquiera los consideran musulmanes. El odio se dirige por igual a Irán, Siria y Hizbola, un eje que los saudíes están dispuestos a romper con la bendición y la ayuda de Israel y Estados Unidos.
En los últimos años ha financiado grupos salafistas yihadistas libaneses Bandar es conocido por sus inclinaciones pro-israelíes, algo que han corroborado algunos despachos de Wikileaks. En medios árabes se le conoce como "Bandar bin Israel", es decir "Bandar hijo de Israel". Al fin y al cabo, piensa que Arabia Saudí y los israelíes comparten objetivos claros en las condiciones actuales de Oriente Próximo, figurando en un lugar destacado la lucha sin cuartel contra los chiíes.
En Siria Bandar distribuye generosamente cientos de millones de dólares entre distintos grupos rebeldes, la mayoría islamistas y varios de ellos vinculados con Al Qaeda, como la Brigada Faruq, que se hizo célebre hace algunos meses cuando uno de sus jefes apareció en un video comiéndose los pulmones de un soldado leal al presidente Bashar al Assad. Las Brigadas Faruq y otros grupos similares financiados y armados por Bandar han sido acusados de atacar indiscriminadamente barrios residenciales en varias ciudades con el único fin de excitar la lucha sectaria en Siria.
La táctica de estos grupos terroristas es crear una situación de confusión general que más tarde les permita establecer una especie de emirato. Por supuesto, esta táctica no coincide con los intereses saudíes, quienes abogan por una religión intensa pero apolítica, pero Bandar cree, tal vez ingenuamente, que una vez se haya acabado con el régimen de Assad, estos grupos tendrán los días contados.
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