El futuro kurdo tras la caída de Bachar Al-Asad: ¿Es posible el fin de su discriminación histórica?
Este grupo étnico arrastra consigo décadas de brutal persecución étnica y cultural en el país árabe.
Alejandra Mateo Fano
Madrid--Actualizado a
El pasado 8 de diciembre marcó un antes y un después en la historia reciente de Siria: Tras una ofensiva relámpago de apenas 12 días, las fuerzas opositoras encabezadas por el grupo islamista Organismo de Liberación del Levante, Hayat Tahrir al Sham (HTS), pusieron fin a 24 años de dictadura de Bachar Al-Asad. Liderados por el miliciano Abu Mohammed Al-Jolani, los rebeldes sirios terminaron a su vez con 13 años de cruenta guerra en el país árabe, abriendo paso a una etapa política de cambio sin precedentes. La deriva ideológica y el modelo social que tomará el nuevo Gobierno sirio, en transición hasta marzo de este año, es todavía una incógnita. Mientras se suceden las reuniones entre las facciones opositoras con el fin de acordar las bases del nuevo Ejecutivo, HTS ha remarcado ya su voluntad de lograr una conciliación con los distintos grupos étnicos y religiosos que componen la heterogénea sociedad siria: entre ellos se encuentran cristianos, alauitas, sunías y kurdos.
La mayoría de estos grupos han sido víctimas de brutales ataques durante el régimen precedente. Hay quienes confían en el buen hacer de las fuerzas islamistas y esperan la redacción de una Constitución integradora que imponga el respeto hacia los derechos de toda la población. No obstante, muchos expertos temen que, de formarse un Gobierno poco plural y conformado por grupos fundamentalistas, Siria se convierta en una hermana gemela de Afganistán. Del rumbo que finalmente tome el régimen de Damasco depende, entre otras muchas cuestiones, el frágil futuro inmediato de la población kurda.
Esta minoría étnica arrastra consigo décadas de agónica persecución en todos aquellos países en los que se extiende su territorio: Éste está dividido entre Irak, Turquía, Siria e Irán y ocupa en total entre 350.000 y 500.000 km2, con una población de entre 30 y 40 millones de habitantes. Dentro de Siria, las poblaciones en las que se ubican son, entre otras, Jazira, en el noreste, Ain 'Arab en el norte y la región de Kurd Dagh, además de quienes residen en Alepo y Damasco. Son la minoría étnica no árabe más numerosa del país y conforman casi el 10% de los 13,8 millones de habitantes del Estado. Hasta la fecha, la discriminación y violencia de Estado hacia este grupo en forma de múltiples vulneraciones de derechos humanos ha producido oleadas migratorias masivas hacia el continente europeo.
Durante la dictadura de Al-Asad, el pueblo kurdo no solo ha sido privado de hablar su lengua en público o celebrar tradiciones propias sino que han sido sometidos a diario a detenciones ilegales, torturas y saqueos. Zakaria Raschid, refugiado kurdo, llegó a Europa tras desplazarse desde su tierra natal hasta el norte Grecia hace un par de años y está en proceso de obtener el asilo. Hoy, recuerda con impotencia el asesinato de su primo, padre de cuatro hijos menores, en 2018 en manos de las fuerzas sirias. "No había cometido ningún crimen, le mataron sin otra razón que ser kurdo", relata a Público. Bajo el régimen de Al-Asad, era habitual que las autoridades sirias confiscasen viviendas y exigiesen tributos de forma arbitraria. "Obligaban a la gente a abandonar sus casas y se apoderaban de ellas. Una de esas personas es mi suegra, la echaron a la fuerza de su propia casa sin tener a donde ir".
Además, según la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), en los últimos años ha aumentado el uso de la tortura por parte de las fuerzas del orden sirias, se han reducido muchos derechos económicos y sociales de los kurdos y el Gobierno ha llegado a prohibir todas las publicaciones en su lengua. Desde las revueltas de marzo de 2011, retrata esta organización, algunos activistas kurdos fueron detenidos debido a su participación en los comités de coordinación locales de la oposición. Esta realidad ha sido corroborada a partir de un informe elaborado por Human Rights Watch (HRW): en el documento, esta organización pone de manifiesto que al histórico "trato discriminatorio y persecución en su tierra natal" hacia los kurdos se le suma la imposibilidad de trasladarse a otro país al carecer de pasaporte u otros documentos de viaje reconocidos internacionalmente. Todas estas medidas segregacionistas contradicen gravemente las normas internacionales de derechos humanos, como ya dictaminó meses atrás la ONU en un comunicado.
El interrogante está, por tanto, en si el nuevo Gobierno sirio, encabezado por fuerzas islamistas e históricamente enfrentadas a los kurdos, abogará por una convivencia pacífica entre ambos. Las fuerzas de Hayat Tahrir al-Sham han prometido respetar los derechos de todos los grupos étnicos y religiosos que viven en el país y poner en marcha un Gobierno moderado que garantice estabilidad, seguridad y unas instituciones fuertes. Con este movimiento pretende distanciarse de su pasado vinculado a Al Qaeda, mostrando posturas mucho más moderadas que los fundamentalistas. Por lo demás, es particularmente esperanzador que HTS se haya reunido con las Fuerzas de Siria Democrática (FSD), en el marco de estos últimos diálogos y negociaciones para forjar un nuevo Gobierno. Estas facciones kurdas integraron la coalición de fuerzas que tumbaron el régimen de Al-Asad pero es imposible vaticinar qué tipo de encaje institucional podrían tener en un hipotético Ejecutivo mixto.
Ankara presiona para frenar las aspiraciones kurdas
No obstante, el principal escollo con el que choca hoy el Gobierno de transición sirio no es otro que Turquía, obcecada en la persecución kurda dentro y fuera de sus fronteras: Ankara busca ahora más que nunca injerir en la política interna del nuevo Gobierno de transición para controlar su desarrollo e incrementar su influencia en el país árabe. Se trata del actor regional más influyente del entorno y ha apoyado tanto al derrocado régimen como a las fuerzas de HTS. Sus ansias de frenar las aspiraciones kurdas de libertad y cierta autodeterminación responden al miedo a que esto pueda generar un efecto dominó en los territorios kurdos de Turquía: De este modo, una mayor autonomía del pueblo kurdo en Siria estimularía levantamientos de estas minorías al contar con precedentes y respaldos en el país vecino y amenazaría directamente al poder de Recep Tayyip Erdogan.
Leila Nachawati, escritora y activista por los derechos humanos especializada en Oriente Medio, destaca los intentos por parte de Erdogan de detener el avance kurdo en el norte. "No puede haber un diálogo sin más entre Hayat Tahrir al-Sham y las fuerzas de defensa siria que no esté de alguna manera mediado, empapado o contaminado por esa presencia de las fuerzas apoyadas por Turquía. Sería muy bueno que hubiese un acuerdo duradero, profundo, coherente y genuino entre las fuerzas de coalición que incluyese tanto a Harir Sham como a las fuerzas rebeldes kurdas, pero eso se da de bruces con Erdogan", explica a este medio. Actualmente, las milicias apoyadas por Ankara tienen su base en el norte de Siria con el objetivo de mantener alejados a los rebeldes sirios de origen kurdo. Siria está tratando de esquivar lo máximo posible esas presiones, buscando nuevas alianzas regionales (por ejemplo, con Qatar) que reduzcan su dependencia respecto a Turquía. "Gracias a que están tejiendo lazos con otros países árabes pretenden no abocarlo todo a esa subordinación turca y poder negociar con las Fuerzas de Defensa Siria sin que esté Erdogan interfiriendo en todo", indica.
Mientras Turquía no desvía ni un segundo la vista de Damasco, los apoyos históricos del pueblo kurdo penden de un fino hilo: EEUU, que en los últimos años ha sido favorable a la protección de la comunidad kurda, es hoy un aliado inestable e impredecible. "Es difícil saber qué hará porque con esta política errática de Trump basada en el beneficio propio y a corto plazo. Desde luego un apoyo fiable, sostenido e incondicional por parte de EEUU no lo van a tener", establece con recelo Nachawati. En los últimos años, el todavía presidente Joe Biden no ha intervenido en ningún momento para frenar los ataques masivos contra la comunidad kurda tanto en Siria como en Iraq o Irán. Más allá de haber mostrado apoyo a la causa kurda (más por su antiislamismo que por la defensa de los derechos humanos), EEUU todavía no ha defendido activamente a esta minoría. Por su parte, Israel no está dedicando demasiados esfuerzos en influir en la transición siria mientras Irán se encuentre en una posición débil y no pueda financiar grupos islamistas. Además, la administración de Benjamin Netanyahu está actualmente centrada en desarticular las milicias armadas de Hizbulá y Hamás mientras extiende su genocidio sobre Gaza, Cisjordania y Líbano.
Ante esta intrincada aritmética geopolítica, Margalida Capellà, profesora de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universitat de les Illes Balears (UIB), plantea dos escenarios posibles: "Por un lado, que acabe todo como Afganistán, que parecía que los talibanes una vez volvieron al gobierno se habían suavizado, cosa que no ha pasado. Por otro, que realmente haya un afán de respetar mínimamente a las minorías y a las libertades de culto". A su juicio, en Siria no solo están en juego los derechos de los kurdos, "sino también la convivencia entre chiítas, huítas y alahuítas, que han estado antes en el Gobierno y no han mirado los derechos de otras comunidades religiosas", destaca. En cuanto a la participación política kurda, habrá que esperar a la convocatoria de nuevas elecciones para descubrir qué presencia tendrá en estos comicios el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), considerado terrorista por Ankara.
Algunos kurdos, cuya historia de opresión es todavía muy reciente, se muestran poco optimistas ante la posibilidad una conciliación real. "Personalmente creo que los kurdos tendrán tiempo estos primeros meses de 2025. Nosotros queremos un Gobierno independiente o al menos federal en Siria y Sira no dejará que eso suceda. Veo un futuro oscuro para nuestra gente ya que las guerrillas prokurdas en Siria no tendrán aliados fuertes ni estables fuera del país, más aún sabiendo que Trump ha llegado al Gobierno en EEUU y dejará que los turcos fortalezcan su hegemonía regional", asegura Sirwan Heidari, activista político kurdo y refugiado en Alemania. Critica igualmente el escaso apoyo recibido tanto por las Naciones Unidas como por la mayoría de gobiernos internacionales. Por su parte, Zakaria, teme que un Gobierno fundamentalista pueda arremeter, al igual que ocurría con Al-Asad, contra la población kurda en esta ocasión imponiéndoles la sharia o ley islámica "mientras el mundo permanece una vez más en silencio".
Varias ONG exigen una investigación sobre los crímenes del régimen depuesto
De momento, el cambio de régimen no ha traído consigo el retorno de aquellos kurdos que migraron hacia Europa central y oriental huyendo del terror. "No parece probable que los refugiados kurdos vuelvan a Siria en el medio plazo. La mayoría adquirieron el estatus de refugiado y si decidieran volver a su país de origen perderían automáticamente esa protección subsidiaria, además una asistencia económica, social, psicológica durante un tiempo", establece la docente. Quienes están retornando a Siria son todos aquellos que se desplazaron masivamente hacia Turquía durante la guerra civil, en su mayoría sirios no kurdos, ya que muchos de ellos no llegaron a a obtener el estatuto. También quienes migraron a Líbano, hoy ocupado y asediado por Israel. En el territorio libanés, se estima que al menos el 83% de la población refugiada siria carece de acceso a la condición de residente. Según la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (IFRC), cuando estos refugiados deciden volver, regresan a una tierra totalmente diezmada tras la guerra, hundida en una terrible crisis y sin a penas recursos.
A finales de diciembre, la Asociación de Detenidos y Desaparecidos en la Prisión de Sednaya (ADMSP) Amnistía Internacional y HRW exigieron al nuevo Gobierno sirio una investigación sobre los crímenes cometidos durante el régimen de Al-Asad. Para ello, han solicitado la salvaguarda de todas las pruebas sobre violaciones de derechos humanos cometidos sistemáticamente en el curso de la dictadura. "El Gobierno del depuesto presidente Bachar al-Asad utilizaba las ejecuciones extrajudiciales junto con otras tácticas ilícitas, como la detención arbitraria, los ataques deliberados e indiscriminados a civiles, someter al hambre a la población civil y forzar el desplazamiento de la población de zonas bajo control de la oposición en el curso de la guerra", reza un comunicado emitido por ambas entidades, que no menciona en ningún momento a los kurdos.
Existe el riesgo de que estas investigaciones dejen de lado los abusos que han afectado específicamente a la población kurda si es el propio HTS el que encabeza este proceso de reparación y justicia sin contar con las fuerzas kurdas. Por ello, Capellà insiste en que debe ser un tribunal internacional y por tanto independiente el que lleve a cabo esa investigación, recopilación de pruebas y juicio posterior. "Lo ideal sería que fuera creado a partir del Consejo de Seguridad de la ONU porque entonces tendría una jurisdicción obligatoria y prevalente. Si la comunidad internacional se reúne para juzgar lo que ha pasado en Siria, se verá si estas vulneraciones de derechos incluyen crímenes contra los kurdos. En caso de ser así, Rusia y Turquía estarían obligados a detener y entregar a muchos militares rusos y turcos implicados en torturas y asesinatos", establece la experta. Esto significaría a su vez un avance histórico hacia la reparación y la memoria del pueblo kurdo en igualdad con el resto de sirios. Mientras tanto, las nuevas autoridades sirias ya han requerido en varias ocasiones el levantamiento de las sanciones estadounidenses y europeas impuestas sobre el régimen de Al-Asad tras su violenta represión de las revueltas populares de 2011, para poder reconstruir el país en ruinas. En el transcurso de aquellas manifestaciones fueron asesinados muchos protetantes kurdos.
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