Este artículo se publicó hace 2 años.
Así vive una excolonia española el 12 de octubre
El pueblo saharaui, afincado en los campos de refugiados de Argelia desde que España se desentendiera del territorio en 1978 y Marruecos procediera a invadir las tierras, también tiene cosas que celebrar cada 12 de octubre.
Jose Carmona
Campamentos De Refugiados Saharauis En Tinduf (Argelia)-Actualizado a
"El mundo no acepta que Rusia ocupe un país vecino. ¿Por qué no pasa lo mismo con el Sáhara Occidental?". Así estrenaba Bachis Mustafa Seyed, consejero de la Presidencia de la República Saharaui Democrática (RASD), los eventos y festividades por el Día de la Unidad y el festival de cine FiSahara organizado en los campamentos de refugiados. Palabras que dichas en el desierto, en medio de la nada, tras el abandono del pueblo saharaui por parte del Gobierno de Pedro Sánchez, resuenan con especial dureza.
La mañana del 12 de octubre fue clara y los niños se arremolinaban en torno a la zona montada para celebrar el Día de la Unidad, la particular fiesta que el pueblo saharaui conmemora desde hace casi 50 años. La arquitectura del ambiente, con las jaimas repletas de enseres para deslumbrar a los transeúntes, destellan entre la aridez y escasez del entorno. Mientras las mujeres preparaban leche de camello mezclada con agua, exponen sus telares y las guindaletas para montar esos animales que una vez sirvieron para la expansión del mundo islámico. Nada está a la venta, pero el material reluce por el suelo.
Los campamentos miran hacia su propia historia y los relatos de Colón no tienen importancia
Mientras el ejército español desfila por el centro de Madrid para conmemorar una supuesta Hispanidad y los aviones flotan por la capital, en los campamentos saharauis miran hacia su propia historia y los relatos de Colón no tienen importancia. Se recuerda que fue también un 12 de octubre el día que se puso la primera piedra por la autonomía y la independencia del Sáhara Occidental. No pasa desapercibida la fiesta que reivindica la tierra invadida por Marruecos y que ha llevado a que más de 150.000 personas no vivan en su propio país. En lugar de un desfile militar, la presencia es para el cine, los bailes, la cultura tradicional y los niños. Otra forma de mirar la patria.
En 1975, desde Ain Bentili, el pueblo saharaui se adhesionaba de forma íntegra al Frente Polisario, movimiento de liberación que desde entonces combate por la independencia y la instauración de una república independiente saharaui. Ha pasado medio siglo, pero las posturas permanecen igual de férreas e igual de agotadoras con un pueblo sin tierra y que durante casi 100 años fue región española.
El regreso del FiSahara, congelado dos años por la covid-19, aumenta la euforia de una semana en la que las clases se cancelan y los niños deambulan de casa en casa. Niños que, como sus padres, ya no conocen otra cosa que no sean los campamentos de refugiados. Nacidos y criados a las afueras de Tinduf, para ellos su verdadera patria, ocupada por Marruecos, es tan solo una historia que permanece en canciones populares y los relatos de sus padres.
En la wilaya de Auserd se amontonan los camiones, los artistas y los curiosos, que desean que caiga la noche para disfrutar de alguna película, bailes regionales y actuaciones de Pallasos en Rebeldía. A cada paso que los españoles desplazados dan por la zona, un puñado de niños saharauis les frenan en busca de una foto, una sacudida de manos y un cruce facilón de palabras.
Bachir Mustafa: "Al saharui no le gustan los techos, le gusta mirar al cielo"
"Al saharui no le gustan los techos, le gusta mirar al cielo. No vamos a aceptar que nuestro enemigo determine qué hacer", clamaba Bachir Mustafa durante su intervención inaugural. Marruecos, el invasor, está presente en todas las actividades en los campamentos, mientras que la presencia de la sociedad civil española calma las aguas ante un discurso que, tras los últimos movimientos del Gobierno de Pedro Sánchez al mostrar su apoyo a Marruecos en este conflicto, podría ser mucho más agresivo.
Pero no es una noche para recrearse en la herida. Al caer el sol, los saharuis acuden en masa a la fiesta, que arranca con acrobacias de los payasos, prosigue con cánticos libertarios en hassani (el idioma de los saharauis) y termina con la proyección de cortos y películas. Los allí presentes no pierden detalle de una noche alegre, algo fresca, distendida y emocionalmente sensible. Dos años después del último FiSahara, un año después del giro del gobierno español, con las crisis económicas agotando las existencias alimenticias de los campamentos... Con esa losa encima, los saharuis miran la pantalla de cine con la esperanza de que por un rato, el miedo cambie de bando.
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