MÚNICH
Dieciséis años después, y a pesar de lo previsible que pudiera parecer a simple vista, resulta complicado establecer un retrato único de Angela Merkel. Es un personaje polifacético, capaz de afrontar mil batallas, dentro y fuera de casa, ofreciendo distintos perfiles y sin acusar por ello desgaste político.
Merkel es la líder que se aferró a la receta de la austeridad en el seno de la Unión Europea, sí, y la que abrió las puertas de Alemania a cientos de miles de refugiados, la que no ha dudado en dudar, la que se equivoca y lo reconoce sin sonrojarse. Sorprendente hasta el último minuto, hasta el punto que se ha declarado abiertamente feminista hace unos días, tras cuatro legislaturas en el poder y justo antes de abandonar la política. La primera mujer canciller. Imbatible. Protestante. Del Este. Divorciada (y casada de nuevo). Paradójicamente, a pesar de no haber tenido hijos, la prensa no ha dudado en bautizarla como Mutti, o mami, la madre de una nación.
Se marcha siendo la líder más valorada del país, con el 75% de los alemanes aprobando su gestión, según los últimos sondeos publicados. No en vano, a lo largo de su carrera su popularidad nunca se resintió por debajo del 50%.
En opinión de Claudia Maldonado, doctora en Sociología y e investigadora en la Freie Universität de Berlín, se trata de "un personaje que representa buena parte de los valores comunes alemanes: sobriedad, disciplina y apego a las reglas, dedicación y pragmatismo, características que en Alemania la han posicionado como una líder confiable y popular. Sin duda, hoy es una marca mundial".
De hecho, de presentarse a los comicios del próximo 26 de septiembre, "ganaría las elecciones con toda seguridad", asevera Juan Ramón García-Ober, periodista hispanoalemán del grupo Die Zeit, que remarca que en todas las encuestas su valoración es siempre superior a la de los candidatos que concurren a los comicios.
Reforzada en tiempos de pandemia
No cabe duda de que la pandemia de coronavirus ha reforzado la figura de Merkel dentro de Alemania. Licenciada en Física Cuántica, su discurso televisado del 18 de marzo de 2020 ha quedado grabado en la memoria de muchos de sus conciudadanos.
Poco dada a los grandes discursos, en un contexto de incertidumbre como el de los primeros compases de la pandemia, se dirigió a la nación durante doce minutos en un tono didáctico y muy claro. "Es ist ernst. Nehmen Sie es auch ernst (Es serio. Tómenlo en serio)", le dijo al país, para después añadir que Alemania se enfrentaba al "mayor desafío" desde la Segunda Guerra Mundial.
Según Claudia Maldonado, "no hay que olvidar que (el de Merkel) es un liderazgo que se forja al calor de la crisis, que han sido un campo fértil para el despliegue de sus habilidades políticas y personales". Aunque sus declaraciones durante la pandemia no han sido especialmente recurrentes, ha protagonizado algún otro momento de calado..
Caso de su discurso en el Bundestag en diciembre de 2020, cuando arreciaba la segunda ola en Alemania y las muertes por Covid-19 se situaban en máximos justo antes de navidades. "Lo siento de corazón, pero si el precio a pagar son 590 muertes al día, es inaceptable," dijo la presidenta, en referencia a la necesidad de mantener el distanciamiento social durante las fiestas.
Pero no siempre es así. En ocasiones duda y rectifica, también en pandemia. Incluso ha llegado a pedir perdón. Como a finales de marzo de este año, cuando anunció por sorpresa un nuevo parón de la actividad económica coincidiendo con la Semana Santa. Con la intención de frenar los contagios de Covid-19, lo hizo sin contar con el apoyo de los presidentes regionales ni tampoco de la patronal, por lo que, ante la oleada de críticas, decidió revocar su decisión tan solo unas horas después de anunciarla. "Éste error es sólo mío", dijo, y añadió una frase casi inédita en el mundo de la política : "Pido perdón a las ciudadanas y ciudadanos".
Resultado: su popularidad se disparó hasta el 90% a lo largo de la pasada primavera, y así se mantiene prácticamente hasta día de hoy.
La crisis migratoria de 2015
En cualquier caso, si hay una decisión que ha marcado su liderazgo personal, fue la adoptada en verano de 2015 cuando abrió las puertas del país a los refugiados procedentes mayormente de Siria. Una decisión de alto riesgo, tomada seguramente al margen de asesorías políticas y de su propio partido.
"Wir schaffen das (lo lograremos)", dijo en conferencia de prensa, una frase que recuerda al "Yes we can" de Obama y con la que Merkel refrendó su postura. "Su famosa frase movilizó a los miles de refugiados que escapaban de las zonas de conflicto a través de la ruta de los Balcanes, le valió el respeto y reconocimiento dentro y fuera de Alemania. Sin duda, fue una decisión humanitaria, bastante personal, alejada de los cálculos económicos o burocráticos", señala Maldonado.
En esto coincide García-Ober: "Fue sumamente valiente y, contrariamente a su estilo habitual, asumió todos los riesgos cuando abrió las fronteras". Durante 2015, Europa recibió 1,3 millones de peticiones de asilo y Alemania fue el país de la UE que más solicitudes recibió: 476 000.
La extrema derecha y el cordón sanitario
Unos meses más tarde, Angela Merkel fue nombrada personaje del año por la revista Time, mientras que en su propio país empezaban a llover las primeras críticas, a menudo vertidas desde sectores afines a su partido y a la derecha.
"Hasta el día de hoy, hay muchos dentro de este país que piensan que esa decisión incentivó la reactivación política de los grupos más reaccionarios y ultraderechistas que permanecían en las sombras, incluida la AfD (Alternative für Deutschland)", explica Claudia Maldonado.
Lo cierto es que AfD pasó de la insignificancia al 12,6% de los votos en las elecciones federales de 2017, entrando por la puerta grande en el Parlamento federal con 94 escaños. Este partido próximo a la extrema derecha y abiertamente euroescéptico está presente en la actualidad en todos los parlamentos regionales. Y, hasta la fecha, ha crecido principalmente a costa de la CDU de Merkel o de su partido hermano en Baviera, la CSU, que han perdido votos de forma sostenida desde 2017.
No en vano las relaciones entre la CSU, partidaria de mayor dureza en cuestiones migratorias, y la CDU, se terminaron tensando hasta rozar la ruptura en la parte inicial de la actual legislatura. El "hundimiento" de la CSU en las elecciones de Baviera de 2018, que perdió su mayoría absoluta y obtuvo su peor resultado en 70 años, fue determinante.
A pesar de todo, en este asunto Merkel se ha mantenido firme a la hora de defender sus políticas y trazar un cordón sanitario en torno a Alternativa por Alemania, que hasta la fecha no ha conseguido entrar a formar parte de ningún gobierno, ni se le tiene en cuenta a la hora de entablar negociaciones de calado. Queda por ver qué resultado obtiene la formación esta semana, aunque las encuestas apuntan a la baja.
Políticas de austeridad en la UE
Contrariamente a lo sucedido en 2015 (simpatía internacional y entre sectores progresistas; descontento en la derecha y el conservadurismo alemán), la posición de Angela Merkel y el Gobierno alemán en la crisis financiera de 2008, y especialmente a nivel europeo, contribuyeron a forjar su liderazgo interno entre el electorado conservador.
Fueron los tiempos de la famosa austeridad, en los que Merkel trató de mantener un equilibrio entre salvaguardar los intereses económicos de su país y evitar el desmoronamiento de la Unión Europea. Maldonado cree que "tuvo la capacidad de mantener a la Unión Europea como bloque luego de la gran crisis financiera del 2008", aunque reconoce sus posturas pudieron resultar "un empuje a los aires euroescépticos que flameaban en el continente".
Internet, tierra virgen
Por supuesto, la Alemania de Merkel también tiene asignaturas pendientes a nivel interno. La digitalización del país deja mucho que desear, y la canciller no ha dado grandes muestras de comprender la magnitud del asunto para afrontar el futuro.
"Uno de los fracasos, sin duda, es la política digital, donde Alemania se está durmiendo. En 2013 Merkel declaraba que internet era una ‘tierra virgen para todos nosotros’, una auténtica metedura de pata", opina Juan Ramón García-Ober.
“Merkelización” de la política
En otras ocasiones, Angela Merkel ha vacilado, ha cambiado súbitamente de opinión o incluso ha permitido que se impongan ideas diferentes a las suyas. Esto ha sido visto por algunos analistas alemanes como una falta de iniciativa, si bien otra parte de la sociedad lo ha percibido como una fortaleza.
García-Ober apunta que es parte de su forma de proceder, que ha trascendido a la política en general. Es la llamada "Vermerkelung", la "merkelización" de la política alemana. Con ello "se alude al estilo político de Merkel, basado en un enfoque muy pragmático, sobrio, en realidad no muy lejos del oportunismo". Según el periodista, "ella no suele mojarse y ha cambiado de opinión de manera asombrosa, por ejemplo tras la catástrofe de Fukushima. Siempre había defendido la energía nuclear, pero tras Fukushima anunció el cierre de las plantas nucleares hasta 2022".
Otro cambio de postura sorprendente fue el que permitió la aprobación del matrimonio homosexual en Alemania. Angela Merkel y su partido se habían opuesto a debatir el tema en el Parlamento durante años hasta que, casi por sorpresa, el matrimonio homosexual se reguló por ley en el verano de 2017, justo tres meses antes de las elecciones generales.
Por cierto, Angela Merkel votó en contra de la medida, si bien antes había pedido a los diputados que votaran según su "conciencia" y no en base a las directrices de sus formaciones políticas. "Para mí, el matrimonio es, según nuestra Constitución, una unión entre un hombre y una mujer, es por ello que he votado contra el proyecto de ley", explicó.
¿Un pato cojo?
Tras el desgaste de las elecciones generales de 2017, justo al inicio de la presente legislatura, Merkel anunció que no optaría a la reelección para un quinto mandato. Entonces, aunque no se podía adivinar el vuelco que supondría la pandemia, la prensa alemana vaticinó una legislatura complicada para la canciller. Algunos analistas la dieron por amortizada y la calificaron incluso como una "lahme Ente (un pato cojo)", augurando dificultades para encontrar aliados dentro y fuera de su partido.
Nada más lejos de la realidad, Merkel cierra ahora su mandato con la sensación de que solo su candidatura sería una tabla de salvación para su partido, que por primera vez en veinte años no lidera las encuestas políticas. Demasiado tarde, Mutti Merkel ya prepara las maletas.
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