La Unión Europea ha demostrado en el pasado que el dinero bien utilizado puede acelerar los procesos democráticos. La ampliación del club comunitario hacia Europa del Este es probablemente el mejor ejemplo. La posibilidad de hacer negocios con Europa y su protección frente a los intereses rusos atrajo a las ex repúblicas soviéticas hacia una UE de la que además reciben, una vez dentro, generosos fondos de cohesión.
Las revoluciones del norte de África han demostrado la fragilidad de la frontera sur de Europa y la necesidad de fortalecer los lazos con el resto de sociedades mediterráneas en vez de con los dictadores que las reprimen. Por ese motivo, seis países de la UE escribieron este mes una carta a la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, pidiéndole que inicie los preparativos para cambiar de estrategia. 'Queremos adaptar en el período más breve de tiempo los instrumentos de la UE a esta nueva situación', pidieron los ministros de Exteriores de España, Francia, Malta, Grecia, Chipre y Eslovenia.
Entre los seis promotores de la estrategia están España y Francia
'Queremos tomarnos más en serio desde el punto de vista político y financiero nuestra relación con los países del sur', prometió Trinidad Jiménez. 'No podemos defraudar tanta expectativa y generar frustración sobre el papel que puede jugar la UE', añadió la ministra de Exteriores. Su colega italiano, Franco Frattini, pidió un 'Plan Marshall' a la europea para el norte de África con el objetivo de evitar que las sociedades que se han librado de sus tiranos den la espalda a Europa. Sin embargo, este plan requeriría el consenso de los países del este y norte de Europa, cuyos intereses estratégicos son dispares.
La Política de Vecindad de la UE está dotada para el período 2007-13 con 12.000 millones, pero no destina a Egipto ni dos euros per cápita. Túnez recibe siete euros per cápita, en comparación con los 25 destinados a Moldavia, según el análisis que acompañó a la carta de los seis ministros. Desde la Declaración de Barcelona, en 1995, la UE ha intentado en varias ocasiones fortalecer sus lazos con los países del Mediterráneo sur, pero estos esfuerzos han sido solapados por la cooperación bilateral centrada en intereses energéticos, migratorios o contraterroristas.
José Luis Rodríguez Zapatero, propuso esta semana fundar 'un banco de reconstrucción similar al que se creó para reconstruir los países del este', según declaró en una entrevista con la agencia Reuters. 'Es un momento histórico. Probablemente estemos asistiendo a una oleada de nuevas democracias', aseguró el presidente del Gobierno. 'Vamos a comprometernos económicamente', prometió como reacción.
Las revueltas árabes son una oportunidad para cambiar la relación
La idea, en realidad, no es nueva. José María Aznar propuso en 2002 la creación de un Banco Euromediterráneo que fue descartado por la entonces Europa de los Quince. Alemania y el Reino Unido consideraron que las estructuras existentes podían hacerse cargo de una mayor inversión en esos países.
Desde entonces, la UE estableció en 2003 una nueva estrategia de vecindad y Francia y España impulsaron en 2008 la creación de la Unión por el Mediterráneo (UpM). Ninguna de esas dos estructuras ha dado respuesta a las necesidades de la sociedad civil del norte de África. La UpM se encuentra en un coma político tras la dimisión de su secretario general. Desde entonces, ha entrado en una parálisis con la que España y Francia pretenden acabar aprovechando la histórica oportunidad de influir en la región.
'No podemos defraudar tanta expectativa', dice Trinidad Jiménez
La UE sí está dispuesta a comenzar a financiar grandes proyectos en el norte de África a través del Banco Europeo de Inversiones (BEI). La institución congrega por el momento más simpatías entre los países del centro y norte de Europa que el nuevo organismo propuesto por Zapatero. En la presentación de su informe anual, el presidente del BEI anunció estar dispuesto a prestar a la región hasta 6.000 millones en los próximos dos años. Los posibles beneficiarios serían Argelia, Egipto, Palestina, Israel, Jordania, Líbano, Marruecos, Siria y Túnez, aunque Libia podría también ser incluída dependiendo de su contexto político.
La liberalización del comercio agrícola y de otros bienes producidos en el norte de África, así como facilitar el libre movimiento de ciudadanos hacia Europa serían otras medidas que la UE podría tomar para acercarse a sus vecinos del sur. Pero la gran mayoría de socios de la UE se opone con fiereza a estas posibilidades, por sus consecuencias para el tejido económico europeo y los mercados de trabajo.
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