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El régimen iraní recupera el control de las calles

El sistema 'no cederá ante la fuerza' advierte Jamenei. La Policía impide una manifestación

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'Sobre los recientes incidentes en relación con las elecciones, insisto en que se debe aplicar la ley. Ni el sistema ni el pueblo cederán ante la fuerza'. El líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jameneí, intentó ayer por enésima vez acallar las protestas reformistas lanzando una severa admonición a los manifestantes, a los que advirtió de que el régimen 'no cederá a la presiones', en una declaración divulgada a través de la televisión estatal.

Una actitud que no se tradujo sólo en palabras, sino en más represión. La Policía y la milicia islámica basiyí, que apoya a Ahmadineyad, parecen haber recuperado el control de unas calles que desde el día 13 cuando se conoció la abultada victoria de Ahmadineyad habían sido el escenario de manifestaciones multitudinarias.

El enorme despliegue policial y la violencia empleada por las fuerzas de seguridad y los milicianos al menos veinte opositores han muerto se están imponiendo ahora.

Con su habitual brutalidad, la Policía dispersó ayer a varios centenares de personas que habían respondido al llamamiento del candidato opositor Mir Huseín Musaví, que había convocado una nueva manifestación frente al Parlamento iraní en la que se esperaba su presencia. Tanto Musaví como el otro candidato reformista, Mehdi Karrubi, no aparecen en público desde el pasado viernes.

Cuando apenas se habían congregado unos centenares de personas, agentes antidisturbios y basiyís los dispersaron a golpe de porra y con gases lacrimógenos. Los manifestantes habían empezado poco antes a clamar Alahu Akbar (Dios es el más grande), la fórmula religiosa que se ha convertido en el lema de los manifestantes. Desde el día 13, estas palabras resuenan al caer la tarde en los tejados de Teherán y otras ciudades iraníes.

La convocatoria de esta concentración, a través de listas de correos de los seguidores de Musavi, siguió a la detención de una veintena de personas en la sede del diario Kalameh favorable al candidato derrotado.

'En el momento en que irrumpió la Policía había alrededor de veinte personas. Cinco eran administrativos y el resto periodistas', afirmó una fuente cercana al político reformista.

La Policía iraní lo vio de otra manera. Anunció que había desmantelado el cuartel general de los 'saboteadores', 'utilizado como base de campaña por uno de los candidatos presidenciales'.

El goteo de detenciones, cuyo alcance se desconoce debido al bloqueo informativo, no cesa. El ministro de Inteligencia, Gholam Husein Mohseni Ejei, citado por la agencia oficial Fars, anunció que ciudadanos con pasaporte británico habían sido detenidos en relación con los disturbios, sin precisar su identidad. 'La cadena BBC en persa y personas con pasaporte británico estaban implicadas en los disturbios', acusó al término de una reunión ministerial.

A pesar de que el cerco policial impide las manifestaciones, el candidato Mehdi Karrubi ha convocado para hoy una jornada de duelo por las víctimas de la represión. Karrubi reiteró que no reconocerá al nuevo Gobierno iraní, al que tildó de 'ilegítimo'.

Una iniciativa similar partió del ayatolá disidente Husein Ali Montazerí, que también llamó ayer a recordar con tres días de duelo a quienes han muerto en estos once días por denunciar el supuesto fraude masivo en las presidenciales del día 12. Este clérigo lleva diez años en arresto domiciliario.

El liderazgo iraní sigue negando el fraude de forma tajante. Con una sola frase, un presentador de la televisión estatal en inglés PressTV hizo saber anoche que el recuento parcial realizado de forma aleatoria por el Consejo de Guardianes en el 10% de las urnas ha confirmado los resultados electorales.

Este anuncio conforta la decisión del sistema teocrático iraní de no repetir las elecciones a pesar de haber reconocido que las irregularidades en las urnas podrían afectar a más de tres millones de votos. La decisión de Jamenei de aceptar una prórroga de cinco días para estudiar las quejas sobre el proceso electoral se interpreta por parte de algunos observadores como un movimiento destinado a ganar tiempo mientras se aplasta la protesta.

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