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Actualizado:La denominada "guerra contra el terror" impulsada por George W. Bush contemplaba en su capítulo de riesgos la posible caída de sus principales aliados en Londres y Madrid. Poco antes de que las bombas empezaran a caer sobre Irak, el Departamento de Estado de EEUU advertía en sendos informes que dicha intervención militar podía suponer el fin político de Tony Blair y José María Aznar.
Distintos documentos desclasificados recogidos por Público revelan que en las semanas previas a la cumbre protagonizada en marzo de 2003 por Bush, Blair y Aznar en el territorio portugués de las Azores –encuentro en el que, precisamente, se declaró la guerra a Irak en base a unas nunca encontradas armas de destrucción masiva–, la Administración estadounidense barajaba unos complicados escenarios para los Gobiernos de España y Reino Unido.
Los informantes en Madrid advertían que "Aznar y el PP están muy expuestos en cuanto a Irak en caso de que los acontecimientos vayan mal". "La combinación de una postura impopular en Irak y el derrame de petróleo del Prestige han hecho que los últimos meses sean los más difíciles para Aznar y el PP desde que llegaron al poder en 1996", indicaban.
El documento trasladaba la "preocupación entre los miembros del Partido Popular" sobre el "impacto" que el apoyo de Aznar a la invasión de Irak podía tener sobre "los candidatos del PP a las elecciones municipales y autonómicas que se celebrarán el 25 de mayo (de 2003)". Esa preocupación por los resultados electorales también quedó reflejada en otros análisis realizados por los funcionarios del Gobierno de Bush en la capital española.
"Déficit de comunicación"
Uno de esos informes previos a la cumbre de las Azores incluía declaraciones del exministro de Exteriores Josep Piqué, quien "ha dicho públicamente que el Gobierno de España ha tenido un déficit de comunicación sobre Irak". Destacaba, además, que el entonces vicepresidente segundo del Gobierno, Rodrigo Rato, "ha dicho que muchos votantes del PP estaban entre los manifestantes", en alusión a las protestas masivas contra la guerra de Irak que tenían lugar en España.
Los diplomáticos ponían el foco en otro detalle que, a su juicio, reflejaba los temores que existían en el Gobierno de José María Aznar por la repercusión social de su apoyo a Bush. "Como muestra de su preocupación por su posición ante la opinión pública, el PP colocó tres millones de folletos en los principales periódicos justificando la política de Aznar en Irak", apuntaba.
"Primera víctima"
Washington veía nubarrones en Madrid, y también en Londres. Mientras la embajada estadounidense en España alertaba sobre las dificultades que se cernían sobre Aznar, la delegación diplomática de Bush en el Reino Unido contemplaba riesgos políticos para el presidente Aznar, su otro gran pilar en la cruzada "contra el terror".
"Firme como una roca en su convicción de que Sadam debe ser desarmado, el primer ministro Blair está conduciendo a una Gran Bretaña cada vez más reacia por el camino de una guerra casi segura", señalaba un informe elaborado por la embajada estadounidense en Londres que fue remitido al Departamento de Estado el 26 de febrero de 2003.
En efecto, Blair atravesaba un momento sumamente complicado. Los cuestionamientos hacia la guerra no solo provenían de su propio partido –un centenar de diputados del Partido Laborista se habían revelado ese mismo día contra Blair en la Cámara de los Comunes, votando una moción contra la guerra de Irak–, sino que también había un creciente clima antibélico en las calles de todo el país.
"Por primera vez desde que abordó la cuestión de Irak el pasado septiembre, Blair y sus ministros se encuentran ahora luchando no sólo contra unas élites abrumadoramente escépticas, sino contra un consenso público ampliamente negativo", remarcaba el informe.
Con esas dificultades sobre la mesa, el cuerpo diplomático en Londres apuntaba que "la situación es tan mala para Blair que algunos de sus asesores más cercanos advierten ahora de que puede ser la primera víctima de la guerra". Señalaba además que "en el peor escenario de sus asesores", Blair corría riesgo de verse "derrotado en una votación" en la Cámara de los Comunes "poco después de que comiencen los disparos, obligándole a dimitir". Esos turbios pronósticos no empañaron la foto de las Azores, que llegaría pocas semanas después.
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