Odiar a las mujeres

Por Por Alejandro Torrús
Puede parecer que son inofensivos. Que son solo unos cuantos críos con una camiseta de tirantes manchada de Cheetos escondidos en el trastero de casas de sus padres soltando barbaridades en foros, escupiendo odio en chats, grabando vídeos ridículos, vomitando bilis en redes sociales. Que son casos aislados y sus acciones en internet no tienen repercusiones en la vida real. Que son víctimas de su propia masculinidad, de unas expectativas inalcanzables y una frustración que no son capaces de gestionar. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja. La realidad es que en internet habita una red cada vez más extensa de páginas web, blogs, foros, chats, grupos y cuentas en redes sociales que forman una telaraña donde hombres de todo tipo y condición, aunque principalmente blancos, acceden, comparten y cultivan la misoginia y el resentimiento. Todo este odio, además, tiene repercusiones en la vida real, la de carne y hueso, de miles de mujeres.
Hablamos de lo que en el mundo anglosajón se ha etiquetado como la manosfera, de la palabra hombre en inglés (man) y que en España ha sido bautizada como la machoesfera. Se trata de comunidades que habitan internet, pero que como si de un inmenso iceberg se tratara también asoman su vértice a la superficie, al mundo real, en forma de acoso en redes sociales, estúpidos consejos para ligar, o, en su forma más extrema, con crímenes cometidos contra mujeres por el simple hecho de ser mujeres. El caso más paradigmático fue el del estadounidense Elliot Rodger, de 22 años, que en 2014 atacó una hermandad estudiantil de mujeres en la Universidad de California matando a seis personas e hiriendo a 14 con el objetivo de "vengarse" contra las mujeres por haber soportado "una existencia de soledad y rechazo" y seguir siendo virgen.
Evidentemente, no todos los grupos de la machoesfera son iguales ni asumen los mismos grados de violencia. Así que conviene ir por partes.
La machoesfera se puede dividir en cuatro grandes grupos. Por un lado, están los "activistas de los derechos de los hombres" o MRA, por sus siglas en inglés. La idea predominante aquí es que las leyes y las instituciones sociales están discriminando a los hombres. ¿Quién no ha oído semejante afirmación alguna vez en los últimos años? Estos foros suelen estar integrados por hombres que comparten supuestas noticias de otros hombres acusados presuntamente de una falsa violación, de pretendidas denuncias falsas por violencia machista, de hombres que se quedan sin la custodia de sus hijos por las mentiras de la exmujer o que critican cualquier tipo de apoyo o subvención a entidades feministas en muchas ocasiones bajo argumentos de "igualdad real" o "despilfarro económico". Este grupo, el de los derechos de los hombres, es sin lugar a dudas el más visible y el que más capacidad de influencia tiene.
En segundo lugar, está el grupo conocido como MGTOW, por sus siglas en inglés, o "los hombres que siguen su propio camino". Estos colectivos llevan ese sentimiento de injusticia más allá y elevan el grado de agresividad: sus miembros defienden evitar a las mujeres, causa principal de todos sus problemas. Por otro lado, están los "artistas en ligar" (PUA, por sus siglas en inglés), que salen y acosan a las mujeres, realizan vídeos, campamentos, coaching sobre cómo ligar, seducir y controlar a las mujeres desde la creencia compartida de que los hombres tienen derecho a mantener relaciones sexuales con cuantas mujeres quieran. Hay lugares en internet dispuestos a mostrarte, a cambio de dinero, instrucciones exhaustivas para todas las fases de una cita, desde el acercamiento, las conversaciones y las posibles relaciones sexuales. Por supuesto, todos estos consejos, marcados por una profunda misoginia donde las mujeres quedan reducidas a "presas" a las que conviene "aislar" de su ambiente social.
Y, por último, en este mundo llamado machoesfera, está la conocida como la comunidad incel, los más violentos, cuyo nombre nace de acortar las palabras en inglés célibes involuntarios, es decir, hombres que quieren mantener relaciones sexuales con mujeres pero que no lo consiguen. A esta categoría, por ejemplo, pertenecía el asesino Elliot Rodger.
La investigadora británica Laura Bates, que durante años ha navegado por los rincones más oscuros de la machoesfera y cuyas investigaciones y conclusiones se han dado a conocer en el ensayo Los hombres que odian a las mujeres (Capitán Swing), define a la comunidad incel de la siguiente manera: "Es el rincón más violento de la machoesfera. Está consagrado a odiar con virulencia a las mujeres. Se trata de una comunidad que difunde de manera deliberada una doctrina de misoginia y supremacismo masculino avivado. Capta activamente a miembros que quizás tengan problemas y vulnerabilidades muy reales y les dice que las mujeres son las causantes de todas sus desdichas. Una comunidad en cuyo nombre, en los últimos diez años, han sido asesinadas o agredidas más de 100 personas (la mayoría mujeres)".
Prueba de esta agresividad de sus miembros y de la perpetración de ataques públicos reivindicando la ideología incel es que el Departamento de Seguridad Pública de Texas (Estados Unidos) afirmó en un informe de principios de 2020 que este movimiento "representa un peligro emergente de terrorismo doméstico ya que los actuales seguidores demuestran fuertes actos de violencia o amenazas en apoyo a su reclamo social". Pero estos actos criminales no son más que la punta del iceberg. Por debajo, hay una red de páginas, blogs, foros, pódcast, páginas de Youtube y chats que han crecido a la luz de una ideología vehementemente misógina y han alumbrado una visión del mundo violentamente antifeminista.
Hombres, blancos, occidentales
¿Pero quiénes son sus miembros? ¿Hay características en común más allá de su 'celibato involuntario' y su profunda misoginia? El investigador del Institute for Strategic Dialogue y exasesor del Gobierno británico en materia terrorista, Tim Squirrell, también ha analizado la interacción social en las comunidades virtuales radicalizadas, y señala que los dos sentimientos que más fácilmente se detectan en los foros incel son "la desesperanza” y “la rabia". "Sienten un odio y una compasión genuinos hacia sí mismos, pero, al mismo tiempo—y de una manera casi paradójica—, experimentan una rabia y una vindicación justificadas por ver el mundo tal y como es, aunque sean el último mono. Esa convicción absoluta de tener razón se mezcla con el hecho de que tienen razón sobre su propia tristeza, lo cual genera un cóctel extraño y poderoso", afirma Squirrell en su estudio.
La investigación de la doctora Lisa Sugiura, catedrática de Criminología y Ciberdelincuencia de la Universidad de Portsmouth, es contundente: "Son principalmente hombres blancos occidentales". Sugiura también explica que este fenómeno ocurre en gran medida en los países desarrollados: "en los Estados Unidos, Canadá, Australia y Reino Unido" y los vincula con el imaginario de la alt-right americana.
En la misma línea se ha manifestado Squirrell que señala una interesante contradicción. Por un lado, en diversos foros y espacios de la extrema derecha norteamericana se ha ridiculizado al movimiento incel por ser "fracasados, débiles y patéticos". Sin embargo, dice Squirrell, muchas de las palabras adoptadas en los últimos años por la derecha reaccionaria estadounidense proceden realmente de la comunidad incel.
"La doctora e investigadora Lisa Sugiura, catedrática de Criminología y Ciberdelincuencia, es contundente: 'Son principalmente hombres blancos occidentales'".
Bates describe que en esta comunidad puede haber desde hombres blancos procedentes de un origen obrero o humilde, que dicen que las mujeres tienen ventajas en el mundo laboral, a hombres de procedencia pudiente, furiosos por el hecho de que se esté cuestionando la 'legitimidad' de sus privilegios. "Lo que sí parecen tener en común estos hombres es el anhelo de pertenencia. Y esa necesidad la satisface con creces una comunidad a la que se le da de maravilla una sensación tribal de cohesión", explica Bates.
Esa sensación tribal de pertenencia la consiguen mediante la creación de un vocabulario común—que en esta publicación se verá más adelante— y con la conformación de una serie de creencias o mitos fundacionales. De hecho, la manera de llegar a la comunidad puede ser diversa. Desde un vídeo en Youtube que nunca elegiste ver, pero que el algoritmo sí decidió mostrarte y que te lleva a un foro o blog, a la situación de una persona que busca respuestas en Google a problemas vitales como su falta de capacidad para entablar diálogo con mujeres. Independientemente de cómo haya sido el camino de llegada, la comunidad incel tiene su propio rito fundacional. Aparte se habla del momento en el que se integran en la comunidad como un miembro más, hacen referencia a que decidieron tomar la píldora roja, en referencia a la película Matrix, en la que a Neo, su protagonista, le ofrecen dos alternativas: la píldora azul, que le permite verlo todo inalterado; o la roja, que le cambiará la perspectiva y le posibilitará ver la matriz y comprobar cómo nada es como parece ser. La píldora roja en el mundo incel te muestra cómo la sociedad te ha hecho creer que lo tienes todo más fácil por ser hombre, pero te revela que la realidad es que todo, absolutamente todo, está en tu contra. Desde las leyes a las ayudas sociales. Todo está pensado para favorecer a la mujer por encima de los hombres. El mundo real no está atravesado por el constructo cultural que conocemos como patriarcado, sino por otro, que etiquetan como "ginocracia", donde las feministas y sus avances van sometiendo al hombre y a la masculinidad tradicional. La obsesión concreta de esta comunidad, sin embargo, es el sexo, o la ausencia de este, y la rabia y la frustración de que les sea denegado.
En esta visión del mundo compartida, que inicia con la píldora roja, también está presente la que conocen como teoría del 80-20, según la cual el 20% de los hombres más atractivos de la sociedad mantiene el 80% de las relaciones sexuales, por lo que el resto quedan discriminados y expulsados de un supuesto mercado sexual que está en manos de las mujeres y que los excluye únicamente por su físico. La teoría, no obstante, no deja de ser una suerte de adaptación del principio de Pareto, llamado así por un economista italiano del siglo XIX, que denunció que el 80% de las tierras italianas eran propiedad del 20% de la población.
La búsqueda de referentes antiguos para asentar teorías completamente disparatadas es, no obstante, algo cotidiano en ese mundo paralelo. Bates, por ejemplo, muestra una conversación en un foro donde un usuario respalda su argumento de que la violación debería tener penas mucho más bajas que las que recogen los códigos penales occidentales en la actualidad, porque en la antigua Grecia, siempre según este usuario, la violación solo estaba penada con una multa.
El imaginario incel, de hecho, viaja habitualmente a la Antigua Roma y Grecia para encontrar una base histórica a su misoginia en un anhelo nostálgico donde no aparecen cuestiones como el feminismo o la diversidad y donde normalizan otras como la esclavitud de las mujeres o el cuerpo femenino como botín de guerra. En esta línea de desvarío, también se ha popularizado entre una parte más extremista, si cabe, de la comunidad incel la metáfora de la "píldora negra", tras la cual se oculta una radicalización del vocabulario para acabar expresando el deseo de acometer lo que califican como "la rebelión incel", el "alzamiento beta" o "el día de la venganza"; su sueño de masacrar mujeres inspirado en Elliot Rodger.
La advertencia de Bates en este sentido es clara. A pesar de que el lugar donde han crecido y se dejan ver sea el virtual, la presencia y crecimiento de la machoesfera es un problema para toda la sociedad. No hay que mantener una distinción entre los problemas virtuales y los de la vida real, porque todo lo que pasa en internet afecta. "Pasar horas leyendo con atención mensajes de la machoesfera y del movimiento incel me hizo darme cuenta del enorme impacto que puede tener en el mundo real el hecho de que los hombres se pasen todo el santo día metidos en foros de incels. Y empecé a darme cuenta de que las historias que contaban los hombres sobre su traslación del ideario incel a la vida cotidiana coincidían con las miles de historias que me envían todos los años mujeres víctimas de acoso y violencia machista", denuncia Bates, que advierte de una radicalización del mensaje misógino en los últimos años.
Los datos respaldan su afirmación. El estudio publicado por académicos expertos en informática y gestión y análisis de datos bajo el título La evolución de la machoesfera a través de la web, realizado por expertos de varias universidades anglosajonas, advierte de que en los últimos diez años, la población de hombres que se identifican como activistas por 'los derechos de los hombres' y como MGTOW, tradicionalmente más mayores en edad y menos violentos, está disminuyendo, mientras que las comunidades más jóvenes y más tóxicas de "artistas del ligue" e incel han aumentado. Según este estudio, todos los años desde 2015, alrededor del 8% de los miembros de los dos primeros grupos migran hacia los segundos en una clara muestra de una tendencia hacia su radicalización.
La mejor manera para enfrentar un problema es conocerlo.
¿Cómo surgió y qué significa el término incel?
A mediados de la década de los 90, una joven canadiense de 25 años, nacida en Toronto y de nombre Alana, decidió crear un blog donde contaba sus aventuras y desventuras amorosas, plasmaba sus miedos, sus éxitos y fracasos y confesaba sus dificultades para ligar con hombres. El blog se tituló Alana’s Involuntary Celibacy Project (El proyecto de celibato involuntario de Alana).
El rincón de Alana fue creciendo con el tiempo y convirtiéndose en un lugar donde hombres y mujeres compartían sus experiencias, sus infelicidades y sus fracasos amorosos. El lugar, y también la etiqueta incel, fue cobrando cada vez más popularidad. "La palabra incel intentaba describir a cualquiera, sin importar el género, que se sintiera solo, que nunca hubiera tenido relaciones sexuales y que no estuviera en una relación desde hace un buen tiempo. Pero ya no podemos usarla más", explicó la propia Alana en una entrevista con The Guardian.
La comunidad surgida de la iniciativa de Alana aumentó de manera autónoma a la vez que su creadora tomaba distancia con el paso del tiempo. Era el año 2000 y Alana ya tenía pareja. "No me di cuenta de lo que pasaba porque no estaba prestando atención. Para entonces yo estaba en pareja. No quería pensar en mi historia de inicio tardío en el asunto de las relaciones", prosigue en la entrevista.
Sin embargo, Alana recuerda perfectamente como, 14 años después de ese momento, leyendo una revista en una biblioteca recayó en un artículo de un tal Elliot Rodger que había asesinado a seis personas en nombre de una venganza incel contra las mujeres. Lo peor estaba todavía por llegar. Cuatro años después, en 2018, un hombre de su propia ciudad, Toronto, llamado Alek Minassian, escribió lo siguiente en un foro: "La rebelión incel ya ha comenzado... ¡Saluden todos al Caballero Supremo Elliot Rodger!" Poco después, condujo una camioneta por una calle concurrida y arrolló y mató a diez personas.
El proyecto que había creado Alana con la mejor de las intenciones se había convertido en algo completamente irreconocible. Lo que había comenzado como una comunidad de apoyo mutuo había derivado hacia un foco de violencia y radicalización.