Este artículo se publicó hace 13 años.
Treinta minutos de agonía para divertir a Tordesillas
Los participantes del Torneo del Toro de la Vega matan a un nuevo astado a lanzazos
Héctor Juanatey
Treinta minutos. Es el tiempo que tardó en morir el toro —desde que sufrió el primer lanzazo— al que alguien apodó Afligido y que, para su desgracia, acabó convertido en la víctima de las fiestas del Toro de la Vega, en Tordesillas (Valladolid).
Afligido cayó al suelo después de que Óscar Bartolomé Hernández le clavase su lanza en el costado izquierdo provocándole una profunda herida. Antes, el toro había intentado huir perseguido por más de 200 personas armadas con lanzas, ya fuera a pie o a caballo.
En el suelo, mientras se desengraba, el astado miraba a las más de cincuenta personas que instaban a que Óscar lo matase —según las normas del Torneo, el primero en alcanzar al toro tiene el derecho sobre su vida—. Afligido aún sufriría varios lanzazos más, de los que intentaría zafarse sin éxito.
Cuando comenzó a agonizar, los habitantes de Tordesillas defensores de su fiesta mostraron sus vergüenzas al tapar el cuerpo del astado con de lonas de plástico. No querían que nadie viese la muerte de Afligido. Conscientes de la brutalidad y crueldad de sus acciones, se cuidaron de que ninguna persona pudiese grabar lo sucedido. Un equipo de investigación de Igualdad Animal, no obstante, logró captar los hechos.
Un grupo de entre cinco y diez personas pisaron entonces al toro, que todavía luchaba por levantarse. Le cortaron el rabo mientras este aún seguía con vida. Intentaron matarlo golpeándole en la cabeza con diversos objetos. Según pudo ver un investigador de Igualdad Animal, primero usaron un destornillador, pero el toro continuaba respirando. Usaron cualquier objeto punzante que tenían a su alcance, pero ninguno consiguió terminar con la vida de un agonizante Afligido, que bajo las lonas emitía una respiración entrecortada. Tras media hora de tortura, el astado fue finalmente apuntillado y falleció.
Su cuerpo sería arrastrado y transportado hasta un tractor mientras los asistentes —incluidos niños— se acercaban a ver el reguero de sangre que dejaba.
Media hora de maltrato animal para orgullo de Tordesillas.
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