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MADRID.- Ocho décadas enterrados en una fosa no han bastado par hacerlos desaparecer. Como si el destino quisiera haber puesto su granito de arena en una suerte de victoria poética. El franquismo logró silenciar con represión las ideas durante cuarenta oscuros años, pero no ha logrado borrar de la historia ni las ideas ni algunos de los cerebros que las contenían y que decidió atravesar con un balazo para imponer su dictadura.
El antropólogo-forense Fernando Serrulla ha confirmado hoy el hallazgo de 45 cerebros y un corazón entre los 104 cadáveres de una fosa de la Guerra Civil en el monte de La Pedraja (Burgos), donde parecen haberse conservado, en contra de lo habitual, por las condiciones de humedad y de tipo de suelo.
Serrulla, autor de un estudio científico sobre tres de los cerebros hallados entre los restos de la fosa, ha señalado que estas partes blandas y grasas se han conservado "de forma atípica" y cree que esos restos deberían ser considerados "Patrimonio Científico Mundial".
El forense, en una noticia adelantada por El País, explicaba que se trata de restos encontrados entre los cadáveres que se exhumaron de la primera fosa excavada en el monte de La Pedraja, en agosto de 2010.
Ha recordado que en el momento de la exhumación ya concluyeron que el cerebro de algunos cadáveres estaba conservado, aunque había quedado en la sexta parte de su tamaño al perder el agua y su peso había pasado de 1,2 o 1,5 kilos, que es la media habitual en los humanos actuales, a unos 50 gramos.
Más adelante, los científicos han confirmado que se habían conservado 45 cerebros y el corazón de uno de esos cadáveres, en una especie de momificación natural debida a las condiciones de la fosa en la que se sepultaron los cuerpos.
Aunque ha señalado la conveniencia de convertir "toda la colección en un corpus de estudio", Serrulla ha adelantado que parece que los restos han sufrido un proceso que se denomina "saponificación", por el que han quedado reducidos en tamaño y peso y convertidos en una especie de jabón.
Ha explicado que lo habitual que las partes blandas del cuerpo se conviertan en una masa en unos pocos meses y desaparezcan.
En este caso, cree que la razón de que se hayan conservado es un cúmulo de circunstancias, como el hecho de estar enterrados en un terreno ácido y arcilloso y que los meses de julio a noviembre de 1936 fueron extraordinariamente lluviosos y fríos en esa zona de Burgos.
Además, ha destacado la importancia del estudio de esos restos "por una razón humanitaria, para poder identificarlos" y por su interés puramente científico, porque en este momento solo están registrados en el mundo 400 cerebros conservados más allá de lo habitual y los únicos corazones que habían resistido hasta ahora el paso del tiempo son los de momias de Egipto y Chile.
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