La agricultura como medio de vida no tiene futuro. Al menos en Catalunya. Éste es el diagnóstico, triste y realista, que se comparte en Les Garrigues, una comarca de sabor rural y con índices económicos muy discretos. El suelo agrícola no es rentable y compite con usos como el logístico, los parques eólicos o las industrias sucias. Por eso, explica el ambientólogo Ramon Queralt, uno de los personajes más dinámicos de la zona (fundó el Ateneu Popular y el quincenal SomGarrigues), la comarca 'tiene muchas bolas en los bombos que adjudican los marrones'.
Los aceites de oliva arbequina, que gozan de reconocimiento pero adolecen de promoción, y la figura del primer president de la Generalitat moderna y preboste de la Segunda República, Francesc Macià, dan aún notoriedad a Les Garrigues. Macià, descendiente de su capital, Les Borges Blanques, fue diputado en las Cortes por su partido judicial entre 1907 y 1923 y tuvo entre sus prioridades los oleicultores. Sus padres trataban con aceite y en la Carrera de San Jerónimo él promovió medidas contra las adulteraciones.
Sus empeños fueron reconocidos por sus electores, que le veneraban frente a monárquicos o regionalistas. Queralt bromea con el caso de unas nonagenarias de Les Borges 'que no votan porqué no pueden hacerlo por Macià', que murió el día de Navidad de 1933 siendo president y con el primer Estatut aprobado. El alcalde, Miquel Àngel Estradé, de Esquerra como el lector puede intuir, explica que en 1915 Macià, 'harto de la política española', no quería tomar posesión del escaño en Madrid. Se fletó un tren con 600 vecinos para entregar su acta de diputado y forzarle a hacerlo.
Pero eso es historia y ahora hay menos pasión y más preocupación. La agricultura vive una transformación. Los precios y tendencias corren más que los agricultores, especie en extinción. Pasó con la almendra en los 80 y ahora con los olivos. Les Garrigues, con una orografía difícil, es tierra de frontera entre los regadíos del canal de Urgell y el secano, que la conecta con el norte de Tarragona.
Durante años, la gran esperanza fue, pese a su impacto ambiental, el canal Segarra-Garrigues. Pero llega tarde y con los payeses aún embarcados en el agotado modelo cooperativista de principios del siglo XX. Según Queralt, el canal, que tendrá también usos al margen de los agrícolas, no regará lo esperado porque 'se calculó en base al caudal del Segre de hace 20 años'. Se esperaba regar 8 de cada 10 años. Ahora es inviable.
No se trata de extender el cultivo de regadío, puesto que la fruta ya no es rentable debido a la competencia de los países emergentes, sino de poder vivir del aceite con más producción por árbol. El aceite, colocado como delicatessen, debe ser la excusa para revalorizar el entorno rural y atraerse turismo vinculado al paisaje. Es lo que hicieron en el vecino Priorat con los vinos. Una visión más negativa y conformista tiene Joan Segura, payés de Maials que hace 12 años que preside la Denominación de Origen Les Garrigues.
Para él, el agua sólo ayudará 'a ir tirando a los pocos que aún viven de esto'. La mayoría tiene en la agricultura una segunda fuente de ingresos y cada día hay más jóvenes Mossos d'Esquadra y menos payeses. Eso pese a que se están instalando algunas empresas vinculadas a las nuevas tecnologías. Segura afirma que el accidentado paisaje 'nunca permitirá competir' y que la agricultura tiene 'los días contados' a pesar de que aumentar la producción le reportará más ayudas.
Duda del atractivo turístico y lamenta que no se potencie el consumo interno del aceite local. Echa las cuentas rápido y afirma que si todos los ilerdenses consumieran este producto, los 6 millones de litros que se producen anualmente 'estarían colocados'. De momento, intenta convencer a los políticos para que, en los restaurantes, se etiquete el aceite de las vinagreras. Pero esto ya no lo arregla ni el carisma de Macià.
Después de años de dominio de CiU, Esquerra se ha hecho fuerte y con apoyo del PSC gobierna Les Borges, el consejo comarcal y la diputación de Lleida. La coyuntura se aprovechará para recuperar la sede del ‘Centre Demòcrata i Republicà' y convertirlo en el ‘Espai Macià' dedicado al expresident que dio forma política al independentismo moderno fundando Estat Català y ERC y a sus correligionarios de la zona.
Estradé explica que muchos fueron a Barcelona a ocupar puestos de responsabilidad política e institucional. Allí el nacionalismo 'étnico' de la Catalunya rural, que evolucionó del carlismo al republicanismo, se mezcló con movimientos izquierdistas. El museo les recordará y ubicará en su época a figuras como la de Macià, que pasó de militar español (hasta 1905) a intentar tomar por las armas Catalunya en 1926 para 'liberarla'.
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