Mariano Rajoy inicia el puente del Pilar con la cabeza de una de las piezas más preciadas, la que le demandaba gran parte de su partido como prueba de su intención de depurar responsabilidades en el caso Gürtel.
Ayer, Ricardo Costa, secretario general del PP valenciano, se convirtió en la primera víctima política de este escándalo en la Comunitat Valenciana.
A las 22.00 horas, el PP regional confirmaba la decisión del president de la Generalitat, Francisco Camps, de proponer en el Comité Ejecutivo que tendrá lugar el martes el 'cese temporal' de Costa en sus funciones dentro del partido.
No obstante, aclaraba que en ningún caso pone en entredicho 'ni su capacidad ni su trayectoria' e insistía en la 'total' confianza en su persona.
Con ello, Camps cedía a las presiones de Génova, sede nacional del PP, que había marcado el día de ayer como límite para que Costa presentara su renuncia. No obstante, su salida no ha sido como Camps tenía en mente. La idea era que Costa presentara su dimisión tras los actos oficiales de ayer con motivo del día de la Comunitat. Pero, en un pulso a su jefe y al propio Rajoy, decidió marcharse de puente a Astorga (León) para realizar un tramo del Camino de Santiago y no regresar hasta el martes.
Este gesto, que desató la indignación en el partido —'Es un niñato', coincidían varios diputados— provocó que Camps diera un golpe definitivo sobre la mesa y transformara en cese lo que se iba a vender como dimisión voluntaria. En el entorno del president aseguran que en las últimas horas los teléfonos entre Madrid y Valencia 'echaron humo'.
Costa, que estuvo imputado en el caso Gürtel junto a Camps, volvió a ser el foco de todas las miradas cuando, hace una semana, un informe de la Brigada de Blanqueo de Capitales le ubicaba como uno de los presuntos responsables de la financiación ilegal del partido. Su nombre también es uno de los protagonistas de las 17.000 páginas del sumario sobre las que se ha levantado el secreto. En este, se pone de manifiesto su relación con los responsables de la rama valenciana de la trama.
Tan convencido estaba el PP de que su cese iba a producirse ayer que ya desde por la mañana empezó a preparar el terreno para la dimisión. El vicesecretario de Comunicación de los conservadores, Esteban González Pons, que asistió a los actos en Valencia, fue categórico: 'Ha llegado la hora de hacer algo o hacer algo'. Y por si había duda de que el partido confiaba en irse de puente soltando lastre, espetó: 'La fiesta en Valencia acaba a las cuatro de la tarde'.
Para justificar la decisión que horas después forzaría Camps, recordó que el PP es un partido de 700.000 afiliados que 'a veces leen con asombro los periódicos, y esperan que quienes dirigen el partido respondan a la fuerza política que representan tomando decisiones, cuando las decisiones deben ser tomadas'.
Mientras, el propio Costa, que encontraba dificultad para conseguir abrazos y apretones de mano en el patio del Palau de la Generalitat, se afanaba en asegurar que aún contaba con la confianza de Camps. Pero era cuestión de horas.
Su hermano, el diputado nacional Juan Costa, a quienes muchos en el partido señalan como el 'ideólogo' de su estrategia de resistencia, instaba al PP a que antes de exigir responsabilidades por este escándalo ofrezca 'transparencia' y 'explicaciones'. Además solicitó que se trate por igual a todos los militantes. Unas declaraciones que hurgaban en las contradicciones en las que el PP ha incurrido a la hora de enfrentarse al caso.
Concretamente, hasta ayer, la versión oficial del partido sobre Ricardo Costa era que no había cometido ninguna irregularidad. Además, Rajoy permite que un diputado y un senador imputados sigan representando a su partido mientras que decide quitarse de en medio a alguien como Costa, que en la actualidad no figura como imputado. Sólo un día antes, los diputados madrileños imputados abandonaron el grupo parlamentario.
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