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Las periodistas Rosa Márquez y Marta Jaenes, creadoras del documental de Netflix ¿Qué coño está pasando?, reflexionan sobre las agresiones sexuales y la cultura de la violación en ¿Cerró usted las piernas? (Ediciones B). Un título que surge de la pregunta que en 2016 una jueza le hizo a la víctima de una violación, y que da entrada a un ensayo periodístico que busca desmontar los mitos y falacias en los que se sustentan la violencia machista y la cultura de la violación.
Cada capítulo comienza con la transcripción de un caso de violación. ¿Por qué es tan importante ponerle palabras?
Rosa Márquez (RM): La violencia sexual ha estado históricamente muy silenciada y eso ha propiciado que siguiera reproduciéndose, por eso creíamos que era necesario aportar testimonios de mujeres que hubieran vivido una situación así y se atrevieran a contarla.
Marta Jaenes (MJ): Cuando las entrevistamos, tanto Cristina Fallarás como Lucía Lijtmaer, ambas periodistas, nos hablaron de la importancia de los relatos en primera persona para el activismo. A través de estas experiencias otras mujeres pueden identificarse y perder a su vez el miedo a hablar.
Se ha perpetuado un perfil de violador que es extranjero, de clase baja, marginal y reincidente. ¿Por qué es importante impugnar ese retrato?
MJ: En el 80% de los casos, agresor y víctima se conocían de antes, lo que significa que el violador era alguien de su entorno: un familiar, la pareja, un compañero de trabajo... Tampoco es verdad que la mayor parte de las agresiones las cometan extranjeros, ni enfermos mentales o psicópatas, son en su mayoría hombres normales y perfectamente integrados en la sociedad.
RM: Presentarlos como enfermos o monstruos sirve para separarlos del conjunto social y nos lleva a creer que esos actos que repudiamos solo pueden hacerlos tipos marginales. La sorpresa viene cuando los agresores resultan ser militares, guardia civiles, productores de cine o deportistas famosos a los que admirábamos, porque no encajan en nuestra idea (errónea) de lo que es un violador.
¿Qué peso tiene la cultura en nuestro modo de entender la violación?, ¿de qué forma la ha ido moldeando?, ¿creen que la ha idealizado?
RM: Se ha idealizado por ejemplo en la mitología. A partir de violaciones y raptos se han fundado ciudades o han nacido estirpes de dioses y héroes.
MJ: En el arte se ha erotizado porque se entendía que la sexualidad masculina era agresiva por naturaleza y que las mujeres, aunque al principio se resistieran, en el fondo les gustaba así.
El cine ha contribuido y de qué manera a esa idealización...
MJ: La violación de Mónica Belluci en Irreversible es una agresión a tiempo real de un sujeto misógino que además no para de insultarla mientras la golpea. Es una escena muy buscada en las páginas porno de internet, es decir, hay gente que se masturba viéndola.
RM: En el cine también se ha insistido mucho en que el "no" inicial de una mujer es el fondo un "sí" encubierto. Lo vimos en Perros de paja, donde la mujer del protagonista es violada por dos hombres pero en el fondo parece estar disfrutando o en Elle de Paul Verhoeven, donde la protagonista busca a su violador e inicia una extraña relación con él.
Hablan de la hipersexualización del cuerpo de las mujeres y también de la cultura del porno. ¿En qué medida son corresponsables de esta cultura de la violación?
RM: Gran parte del porno que se hace hoy día se basa en la violencia y la humillación de las mujeres, solo hay que entrar en cualquier buscador y ver los títulos, a esto hay que añadir que la línea entre la realidad y la ficción se ha desdibujado, hasta el punto de que en páginas como Pornohub hay vídeos de violaciones reales y han estado colgados meses e incluso años hasta que alguien lo ha denunciado.
MJ: El principal problema es que el porno se está convirtiendo en la educación sexual de los jóvenes, porque es gratuito y de muy fácil acceso.
¿Hasta qué punto la violación incide en el deseo y el deseo en la violación? Me explico; ¿cómo se conjuga algo tan reprobable como una violación y la posibilidad de excitarse con ello?
RM: Todas las fantasías sexuales, mientras sean entre personas adultas y desde el consentimiento por parte de ambas, son legítimas, no hay nada de malo en ello. Pero no está de más preguntarnos de dónde vienen esos deseos y cómo los hemos construido.
MJ: Seguramente son consecuencia de esa erotización de la violencia de la que hablábamos.
¿De qué forma creen que la 'tinderización' de las relaciones trastoca nuestra forma de entender el deseo?, ¿se ha banalizado?
RM: El deseo se ha mercantilizado, se ha convertido en un bien de consumo muy rentable. La tinderización de las relaciones en consecuencia, por un lado del auge de la tecnología, y por otro del neoliberalismo porque en estas aplicaciones somos a la vez en consumidores y en productos y nos hacen creer que conseguir sexo o una pareja puede ser tan sencillo como comprar en Amazon (aunque luego no es así).
¿Qué dice de nuestra sociedad la proliferación de artilugios como Satisfyer o Lelo?
MJ: Somos, cada vez más, una sociedad individualista y sin tiempo para la pareja o para un deseo más elaborado, de ahí que el Satisfyer se presente como una revolución porque puede conseguir orgasmos en menos de dos minutos.
¿Y qué hay de la proliferación de los aliados feministas? Los hay muy motivados...
MJ: Una sociedad no cambia si solo lo hace la mitad de su población y la lucha por la igualdad nos beneficia a todos, por tanto los hombres son bienvenidos en el feminismo, siempre y cuando venga a aportar y no solo a hacerse la foto.
RM: Lo que pasa es que hay mucho falso aliado que en público defiende la lucha feminista y en su casa no es capaz ni de recoger la mesa, para ser feminista hay que empezar por ahí, compartiendo las tareas domésticas y los cuidados.
Canciones como 'Merichane' de Zahara o series como 'Podría destruirte', de Michaela Coel, empoderan y sirven de catarsis. Algo está cambiando...
MJ: Hasta ahora en la cultura como en casi todo, las mujeres apenas estábamos presentes como creadoras. Los cuadros, las novelas o las películas las hacían los hombres y las artistas eran invisibiles. Por suerte esto está cambiando y los ejemplos que nombras nos parecen muy valiosos porque aportan un punto de vista nuevo y distinto.
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