Entrevista a Leopoldo Abadía"Los españoles no éramos tan guapos ni tan ricos"
Madrid--Actualizado a
Con la que está cayendo, ese tópico precipitado que tanto vale para una crisis económica como sanitaria, a Leopoldo Abadía (Zaragoza, 1933) le ha dado por titular su último libro Sonriendo bajo la crisis (Espasa), donde trata de enderezar el rumbo tras el último volantazo económico, social y político.
Siempre optimista y sin perder el sentido del humor, se atreve a sus 86 años con Trump y Merkel, la pandemia del coronavirus y el cambio climático, Greta Thunberg y Gene Kelly, las fake news y los millennials, Amazon y Alibaba —y unos cuantos ladrones—, los bajos tipos de interés y los tipos que se creyeron altos, guapos y ricos.
Doctor en Ingeniería Industrial y exprofesor del IESE, toma el testigo en la serie Hoy es el futuro de la catedrática Rosa Aguilar, ejemplo de superación: "Mi madre apenas sabía leer y yo soy rectora gracias a la educación pública". Si esto se hunde, la familia ya hace cola en su arca de Noé: don Leopoldo tiene doce hijos, cuarenta y nueve nietos y, en breve, tres bisnietos
De los partidos de solteros contra casados a los de optimistas contra cenizos. Usted siempre se enfunda la camiseta positiva.
Lo tengo clarísimo. Si eres optimista nunca se pierde nada. Cuando me dicen que no me entero, respondo: "Me entero mucho mejor que tú". Tengo algún amigo conspiranoico que me manda correos desagradables que borro directamente, porque no me da la gana de leerlos. ¿Que no me entero de alguna cosa? ¡Pues no me entero! Como tampoco quiero ver continuamente en la televisión hospitales y ataúdes. Ya sé que la situación es grave, pero si lo hiciese me amargaría la vida.
Recuerdo un telediario de abril en el que la única noticia no relacionada con el coronavirus trataba sobre Josep Maria Bartomeu y un supuesto caso de corrupción en el Barcelona.
¡Venga ataúdes! ¡Oiga, díganme cosas buenas, aunque no sean verdad! ¡Déjenme en paz!
¿Ha sentido miedo de contagiarse?
No. Mi mujer y yo hemos estado confinados en casa. Somos dos chavales de 86 y 85 años que nos entendemos muy bien y estamos contentos. Desde el 15 de marzo no hemos salido a la calle [al menos hasta finales de mayo]. Ni siquiera pisamos el rellano de la escalera.
Según el DNI, su esposa es la joven. ¿También de mente? Porque usted está hecho un chaval.
Ella está exactamente igual o mejor que yo. Nos reímos mucho. Cada dos o tres días, viene un hijo, protegido con mascarilla y guantes, a traernos la comida y la bebida. Menos mal...
¿Qué echa más de menos?
Me gusta mucho, mucho, mucho desayunar con mis amigos. El desayuno es una hora muy buena. En vez de empezar a trabajar a las nueve, lo haces a las diez y media, pero no es para tanto. Cuando entro en el bar que tengo al lado de casa, las camareras me saludan en voz alta delante de todo el mundo: "¡Leo, buenos días! Con vino, como siempre, ¿no?". Y entonces me digo: "¡Dios mío! ¡Cállense! ¿Qué va a pensar la gente?" [risas]
El día que me dejen salir iré a la misa de nueve a la iglesia de la Virgen de la Paz, situada a cincuenta metros, y luego me iré al bar, que está a diez metros. Andaré sesenta metros, desayunaré, volveré a casa y en total habré caminado ciento veinte metros. Y ya está...
Volverá a casa a escribir sus libros. Porque usted ya casi habrá publicado más libros que años tiene...
Bueno, no tantos, pero desde que me hice famosete he escrito un libro al año.
¿Hay que llevar la palabra al oído? ¿Todo el mundo debe entenderlos? Porque hay un lenguaje críptico y unos eufemismos políticos y económicos que nos llevan a no comprender nada, por no hablar de la letra pequeña, donde se esconde el engaño.
Por supuesto. Tengo las ideas claras, aunque igual son equivocadas. En este libro yo lo veo clarísimo, pero a veces pienso que a lo mejor estoy metiendo la pata hasta el gorro...
¿Qué le mueve a maltratar el teclado? O sea, ¿qué le lleva a escribir continuamente?
Lo de maltratar el teclado es la pura verdad, porque escribo muy mal, muy mal, muy mal. Le doy con un dedo y luego con otro: ¡horroroso! Me equivoco muchísimo y luego tengo que corregirlo todo.
¿Escribe con el ordenador?
Escribo fundamentalmente el iPad, que me va mejor, y luego lo paso al ordenador, desde donde imprimo el texto. También tomo apuntes sueltos. Igual se me ocurre una cosa o veo algo en el periódico y pienso: "¡¿Pero qué dice este tío?!". Esas notas me valen para redactar los artículos que publico en La Vanguardia.
¿Cómo lleva lo de ser famosete, como dice usted? ¿Le gustaría que la fama la hubiese llegado antes?
En absoluto. Ha llegado a tiempo, porque ahora me río mucho. A lo mejor esto me coge a los treinta años y me lo creo… Aunque, con la mujer que tengo, no me lo habría creído nunca. Ella me pone siempre los pies en la tierra.
A veces, después de un acto, se nos acerca una señora y felicita a mi esposa: "¡Enhorabuena, qué conferencia tan buena nos ha dado tu marido!". Entonces mi mujer la mira y le responde: "¡Ya le puede salir bien, con la cantidad de veces que la ha repetido!".
¿A qué se ha dedicado su mujer?
La conocí cuando estudiaba cuarto de Medicina y hubiese sido una buena médica, pero el día que nos hicimos novios fijamos la fecha de la boda y se dijo: "Se acabó la carrera. Yo, a la familia". Y como tuvimos doce hijos se ha dedicado a administrar esto.
¡Doce hijos! ¡Menuda empresa! ¡Una pyme!
Claro. Cuando me preguntan cómo hemos conciliado, pues muy fácil... Mi mujer ha sido directora general y responsable de aprovisionamiento y logística, recursos humanos, administración y finanzas. Yo me quedé de director comercial, intentando traer los pedidos a casa. Y nos fue fenomenal.
El trabajo de la mujer, históricamente infravalorado... Y a esos cargos habría que sumar los cuidados.
Cuando veo a mis hijas y a mis nueras, percibo que conciliar es un trabajo duro. Mi mujer, al margen de esas tareas tan laboriosas, ha leído mucho y hecho cursos. Nunca estuvo esperando en casa a que llegase su marido. Como yo viajaba mucho, para conciliar se nos ocurrió una idea: en vez de empalmar los viajes para ir de una ciudad a otra, cogería vuelos de ida y vuelta, de modo que podía dormir en casa todos los días.
"En España el estado de alarma ha sido muy duro, pero el cierre y el confinamiento fueron de sentido común, aunque lo paralizasen todo"
Mi esposa se encargaba de que los niños aguantaran despiertos hasta que llegase papá. Entonces aparecía yo, les daba un par de besos, rezaba con ellos y a dormir. Al día siguiente, me iba corriendo al aeropuerto para ir a no sé dónde. Me cansaba un poco, pero nos fue muy bien, porque mis hijos ni se enteraban de que yo viajaba.
¿Cómo ve el futuro? Una perspectiva que abunda en sus libros, donde analiza cómo hemos llegado hasta aquí con la mirada puesta en el horizonte.
Procuro hacerlo. Ahora bien, piense que tengo 86 años, por lo que cuando me preguntan cómo veo el futuro respondo: "Corto" [risas]. Sería absurdo que dijese: "Dentro de veinte años voy a hacer…". No, cuando usted me llame dentro de veinte años no me pondré al teléfono [risas]. En todo caso, no me gusta darle vueltas a una situación adversa. Eso ya lo sé. Prefiero pensar en cómo saldremos adelante. En eso, precisamente, consiste el optimismo.
¿Y cómo saldremos de esta?
Rezando [risas]. Hubo dos posibilidades o situaciones. Una fue la del chalado Boris Johnson, con su inicial "aquí no pasa nada, todos a la calle". Gracias a Dios, se infectó de coronavirus y cambió el rumbo de su gestión en el Reino Unido.
"En 2008 una panda de sinvergüenzas inventó unos productos raros y estafó a medio mundo. Tienen nombres y apellidos: los presidentes de varios bancos"
La otra fue la nuestra. En España el estado de alarma ha sido muy duro, pero el cierre y el confinamiento fueron de sentido común, aunque lo paralizasen todo. Si dejo de ir a mi bar a tomar un vino, el dueño no puede pagar a las camareras, ni las trabajadoras sus gastos. Y, claro, así se organiza un cisco muy gordo. Por ello urgía que se pusiese en marcha la economía, tomando las precauciones necesarias, y que los negocios y las empresas retomasen la actividad.
Veía necesaria la apertura total.
Siempre que sea posible, porque yo no quiero matar a la gente, eh. Los créditos del ICO han funcionado bien porque ayudan a tener el dinero en la mano lo antes posible. Por otra parte, los bancos tenían unas reservas enormes que no les dejaban sacar por si había una crisis. Pues ya la habido, por lo que esos millones fluirán.
Yo estoy muy ilusionado con la Unión Europea por transferir a España una gran cantidad de dinero a fondo perdido. No creo que impongan recortes, aunque sí condiciones. Y no cabe duda de que la mejor condición es "no haga usted el tonto", porque provocará que en nuestro país disminuyan los gastos absurdos.
Si la del 2008 fue una crisis ninja, ¿quién protagoniza ahora el sabotaje?
En aquel momento, una panda de sinvergüenzas que inventaron unos productos raros con los que estafaron a medio mundo. Sinvergüenzas con nombres y apellidos: los presidentes de varios bancos. En cambio, esta vez no se trata de una crisis, sino que estamos en guerra contra un bicho que nos amarga la vida. No podemos echarle la culpa a alguien en concreto.
Más que de una crisis, habla de un nuevo paradigma: el cambiazo.
Lo de cambio de paradigma me parece una tontada, por eso lo llamo cambiazo. Yo escribí Sonriendo bajo la crisis antes del coronavirus y luego añadí treinta páginas sobre la pandemia.
¿Cómo lo rehízo? ¿Le dio mucho trabajo?
No. Releí todo el libro y no tuve que cambiar nada, sólo añadir el texto sobre la covid-19.
La pandemia es la puntilla de la recesión.
Yo diría que es el petardazo del cambiazo. O sea, lo que nos faltaba...
¿Quién nos ha cambiado las cartas?
La vida. ¿Quién ha cambiado las redes sociales? Las personas que las inventaron y luego tú y yo, que las hemos utilizado, porque ahora dominas las redes sociales o no sirves para nada. ¿Quién ha provocado el cambio climático? En realidad, no nos importaba nada, pero llega esta niña, Greta Thunberg, dice un par de cosas y monta un cisco en las Naciones Unidas que pa qué. Y, de repente, ya nos importa...
¿Por qué le cae mal Greta Thunberg?
¡Pobre hija! Porque tendría que estar en el colegio estudiando y, sin embargo, la llevan por ahí como si fuese un muñequito de feria. Dice cosas, se pone seria, se enfrenta a Trump y luego se va a su casa. Pobre criatura… Me da mucha pena porque me recuerda a aquellos niños prodigio. Respecto al cambio climático, es una de las mayores preocupaciones actuales.
Unida a la deforestación, el monocultivo y otras prácticas que provocan, según los expertos, que algunos virus salten de los animales a los humanos.
Pues sí. Por la calle Mandri, que está a cincuenta metros de mi casa, se pasean los jabalíes. Con gran escándalo, porque está lleno de bares [risas]. Que te estés tomando una copa y pase un jabalí a tu lado, pues hombre, no te hace mucha gracia…
"Esto no es una crisis, sino que estamos en guerra contra un bicho que nos amarga la vida. No podemos echarle la culpa a alguien en concreto"
En el mundo ha habido un cambio brutal, en ocasiones por culpa del ser humano. Antes no me creía lo del cambio climático, pero cuando veo fotos del Polo Norte o de la Antártida me lo creo más. Ahora bien, yo tengo la sensación de que en Barcelona hace calor en verano y frío en invierno, por lo que procuro fijarme en efectos del calentamiento global como el deshielo.
¿Cómo debemos afrontar en España el doble tropiezo de la crisis económica y del coronavirus? Porque antes de la pandemia ya se había producido una recesión o una recaída de la crisis del 2008.
Debemos seguir adelante. ¿Cómo? En Aragón decimos que no hay que reblar, o sea, echarse para atrás. El verbo retroceder queda prohibido, porque de esta salimos… Tenemos que trabajar, aprovechar las ayudas económicas y exigir a nuestros gobernantes que no jugueteen.
¿Es el momento de la solidaridad? ¿Hay que fomentar el consumo? ¿"Lo que es bueno para mí es bueno para ti"?
Si a ti te dan dinero, seguro que sales a la calle y te gastas algo. No hay que lanzarse a la locura ni gastar tontamente, pero ahora no vendría nada mal comprar. La economía no se puede parar.
Peces chicos y grandes: ¿defenderá la ciudadanía el pequeño comercio, comprando en tiendas de barrio, o todo está perdido con Amazon y otras grandes plataformas de venta online?
El comercio online es una cuestión muy seria, porque lo usan los jóvenes y los viejos. Yo suelo leer en la cama y, cuando acabo el libro, antes de dormirme me compro otro. No voy a la librería.
¿Compra la edición digital o la de papel?
Suelo comprar ebooks.
¿Urge un cambio del modelo económico y de producción?
No sé qué decirte. Todo ha cambiado. Con lo cual, si ha cambiado la venta, también ha cambiado la producción. Yo, con tal de saber que ha cambiado todo, tengo bastante. Ya no llego a más [risas].
Resulta complicado pasar de un turismo de sol y playa a fabricar chips prodigiosos de un día para otro.
Por supuesto, aunque sería bueno vender productos con mayor valor añadido. No obstante, quizás nunca lleguemos a eso. Por lo tanto, mientras no suceda, hagamos lo que sabemos hacer, pero muy bien hecho. Seamos los mejores del mundo, por ejemplo, en el sector turístico.
Los países sacan pecho, mas este tipo de crisis nos hace ver que los españoles no éramos tan guapos como pensábamos, ¿no?
En efecto. Deberíamos darnos cuenta de que no éramos tan guapos ni tan ricos. La deuda global subirá, pero suponía el PIB mundial multiplicado por tres: ¡una animalada!
"Si mañana se multiplicasen los intereses de nuestra deuda, no podríamos pagarlos y España entraría en suspensión de pagos"
Somos una economía engrasada. Es decir, tú y yo no tenemos dinero, aunque con la tarjeta de crédito podemos hacer una compra porque alguien nos lo está adelantando.
Esa grasa la ponen las entidades bancarias y todo está engrasado. Cualquiera podía comprarse un coche y nos acostumbramos a eso.
Sin embargo, no éramos ricos. Hablamos de un rico falso, porque le quitas el engrase y se cae de bruces. Ahora bien, ninguno es guapo: ni Trump ni China. Nadie se salva, porque todos los países están engrasados hasta las narices...
En el libro habla del problema de la deuda global. Céntrese en España.
España tiene una deuda igual al PIB, o sea, más de un billón de euros. Escuchamos hablar de la vulnerabilidad de la deuda, pero ¿qué quiere decir eso? Pues que tenemos que pagar intereses por ella. Y este año pagaremos 31.500 millones ¡solo de intereses! Y eso que son bajos...
"Habría que eliminar el relativismo de la sociedad, porque lleva a la corrupción"
Si mañana se multiplicasen, seríamos incapaces de pagarlos y España entraría en suspensión de pagos. La ventaja es que todo el mundo está engrasado, no solo nosotros, por lo que el peligro es menor. Y aun así tenemos mala fama...
¿En su cocina cuál es el producto con mayor poder desengrasante?
Pues mira, no lo sé. ¡Para qué te voy a torear! España paga el principal en cada vencimiento anual. Es decir, pagamos la deuda puntualmente. Eso, al menos, lo hacemos bien.
En vez de hacerle una pregunta final sobre el futuro y la España que viene, plantéela usted.
Muy fácil. Lo he dicho muchas veces, pero no me hacen caso. Hay que hacer un presupuesto base cero. Imagínate que cogemos una Comunidad Autónoma, vemos lo que realmente necesita para funcionar, calculamos su coste y lo comparamos con lo que se está gastando.
"¿Cómo conciliamos? Mi mujer fue la directora general y la jefa de logística, aprovisionamiento, administración, RRHH y finanzas. Yo, el director comercial, intentando traer los pedidos a casa"
Si eso se hiciese con todas las regiones y con el Gobierno central, nos sobrarían centenares de millones de euros y no nos haría falta endeudarnos. Eso sería una reforma estructural.
¿Cuánto nos cuesta el modelo actual, que parece que ha venido para quedarse? ¿Qué gastos podríamos evitar? ¿Cuánto nos ahorraríamos con mi propuesta? Una cantidad enorme, que conduciría al desengrase.
Usted me ha dado una respuesta: el presupuesto base cero. Hágales a esos dirigentes autonómicos, nacionales o extranjeros una pregunta.
Señor gobernante, ¿quiere trabajar en serio o en broma? ¿Piensa en su país, en su región o en sí mismo y su mujer? ¿Quiere ser honrado o no? Como yo creo que hay mucha gente honrada, unos me contestarían que sí y otros que no.
El relativismo es lo peor que puede ocurrir. Puede definirse de varias formas: "Aquí las cosas no son buenas o malas, todo depende". O, como diría Ramón de Campoamor, "nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira". Sin embargo, el relativismo conduce a ver gris lo blanco y rojo lo negro.
Quien piensa así —y ve pasar bastantes euros por delante de sus narices— pues mete la mano con una paz tremenda… Entonces llega a casa con el dinero que ha robado y a su mujer le encanta. Y como su amigo relativista necesita algo, les invita a un viaje fenomenal a no sé dónde. Estos pican y piensan: "¡Mira qué bonito!". Al final, el relativismo lleva a la corrupción.
Si me preguntases qué habría que eliminar de la sociedad, te respondería que el relativismo. Lo que pasa es que quitar eso implicaría quitarlo todo… Sin embargo, es la clave. Todo lo demás son consecuencias de ese planteamiento de la vida.
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