Entrevista a Enric González"La derecha no gestionaría mejor el coronavirus porque la mediocridad de los políticos españoles es general"
Madrid--Actualizado a
Enric González (Barcelona, 1959) aborda las consecuencias de la pandemia del coronavirus desde Buenos Aires, donde ejerce de corresponsal tras hacer lo propio en Londres, Nueva York, Roma, Jerusalén y París. La prestigiosa pluma, quien ha desarrollado buena parte de su carrera en El País excepto un paréntesis en El Mundo, trata de hacer pie en el mañana mientras se aferra al flotador del presente, pero su pesimismo congénito le impide atisbar la otra orilla.
El autor de Todas las historias y un epílogo (RBA) y Una cuestión de fe (Libros del K.O.) estrena una serie de entrevistas en la que científicas, intelectuales, investigadoras, filósofos, economistas, politólogos y otras expertas tratarán de desentrañar la España que viene: Hoy es el futuro. La charla con el periodista se retrasa cinco minutos para que enmudezcan los aplausos y una terca cazuela, aunque quién sabe si la olla seguirá atronando durante años hasta que un superior le ordene, como al soldado japonés Hirō Onoda, que se rinda.
Es curioso el ruido que puede hacer una sola cacerola en toda una calle.
Está claro. Aquí hubo una cacerolada bestial la víspera del Primero de Mayo, pero cuando fueron convocadas por los macristas solo había una cazuela en cada calle. El problema es que suenan mucho...
¿Cree que está pandemia determinará el futuro?
Marcará un antes y después, pero convendría relativizar. No espero un cambio sustancial ni en cómo somos ni en cómo nos organizamos. Ahora bien, esta crisis sanitaria, seguida de otra económica, tendrá consecuencias...
¿El ser humano seguirá siendo igual de inhumano?
Completamente. No seremos más listos e incluso quizás lleguemos a ser más tontos. Nos comportaremos más o menos igual que siempre. No esperemos ningún milagro. La gente piensa: "Si lo paso mal, algo bueno saldrá". No, eso no tiene ningún sentido. Si lo pasas mal, generalmente de ahí saldrá algo negativo.
De hecho, antes de la pandemia asistimos a la privatización de la sanidad pública, durante los contagios sus profesionales fueron aplaudidos y el futuro, probablemente, nos deparará el citado modelo que habían iniciado algunos gobernantes.
Por tanto, la nueva normalidad se parece mucho a la vieja normalidad: ¡venga a mentir y adelante! Sin embargo, justo cuando se está creando cierto consenso respecto a los beneficios de una sanidad pública —bien dotada, potente y capaz—, no habrá un maldito duro para pagarla.
Hemos visto cómo se han sacrificado los sanitarios, entre los que se cuentan casi cuarenta fallecidos. ¿Le está dando una lección la marea blanca, tan criticada en su momento, a los políticos y gobernantes neoliberales?
Es una lección, pero dudo de que la aprendan y de que perdure. La mayoría de la gente se da cuenta de lo que valen ciertas cosas y del sacrificio que han hecho los sanitarios —sean médicos, enfermeros o personal de limpieza—, quienes no contaban con una protección adecuada y se han contagiado.
Ahora somos conscientes de ello, pero dentro de seis meses —si no hay una segunda ola—, cuando se diga que hay que pagar más impuestos, veremos cómo vuelve el rechazo por parte de las empresas y de quienes tienen el dinero en paraísos fiscales: "¡Hombre, no fastidiemos! ¡El Estado siempre malgasta!". En ese sentido, soy pesimista.
Le iba a preguntar precisamente si era optimista o pesimista respecto al futuro…
Soy más bien pesimista, aunque en mi caso el pesimismo lo llevo incorporado. Si voy a ver un partido de fútbol, sé que vamos a perder. Quizás no sea del todo lúcido, pero tampoco veo nada que induzca al optimismo. Fíjate en algunas reacciones, como las caceroladas: no es el momento, porque no sirven para nada. Si quieres fundar algo digno, espérate un poquito…
En Barcelona, esperaba que perdiese el Espanyol, como escribía en Una cuestión de fe (Libros del K.O.). En Buenos Aires…
Yo soy de Rosario Central, pero pierde lo suficiente como para mantenerme satisfecho [risas].
Aunque la línea entre la derecha y la extrema derecha es cada más difusa, los ultras han hecho un uso torticero de la pandemia y de la gestión del Gobierno. Y también algunos líderes del PP y Ciudadanos.
[silencio]
Se lo planteo de otra manera: en Portugal la oposición ha hecho piña con el Gobierno. ¿Le dan envidia nuestros vecinos?
Los portugueses me han dado envidia desde que tengo uso de razón. Ellos acabaron con la dictadura por la vía de una revolución pacífica, no tuvieron que hacer transición ni pactos raros, son un país mucho más civilizado y modesto... La desgracia es que los españoles no podemos hacernos portugueses porque lo joderíamos.
¿Cómo ve Catalunya desde la distancia?
Me temo que no va a mejorar, sino que se va a agravar. Todo esto procede de una cierta frustración desde hace unas décadas. La gente se topa con que la verdad no le satisface, por lo que se refugia en la mentira.
¿A qué se refiere con "todo esto"?
A los nacionalismos y los populismos, que van de Trump a Puigdemont, de Salvini a Orban, del brexit a Vox… Todos estos fenómenos basados en la irrealidad —o sea, en la mentira literal— proceden de la frustración de muchas personas que, si preguntan y les dicen la verdad, responden: "¡Joder, pues vaya verdad de mierda!". Y se amparan en el engaño…
Me temo que va a ser peor. Cuando empecemos a despejar la cuestión de la pandemia del coronavirus, las condiciones subjetivas serán muy malas. Muchas personas prefieren una mentira agradable que una certeza desagradable. Y se refugian ahí: "Si nos independizamos, seremos felices". Pues vale…
Es paradójico que muchos referentes de la derecha española, como Trump, Bolsonaro o Boris Johnson, hayan tenido una reacción no voy a decir desastrosa, pero que choca con…
Sí se puede decir que fue desastrosa. La gestión de Trump es evidente. Para definir la de Bolsonaro no hay palabras. Y Johnson tuvo que enfermar para que diese un giro.
Un contrasentido.
Bueno, es una paradoja hasta cierto punto. Ahora ya no los citan mucho, ni pueden decir que Trump es un mago de la economía y Bolsonaro, un buen cristiano.
Simplemente, se callan por un tiempo, pero no van a cambiar ni tampoco a plantearse lo siguiente: "Vamos a comportarnos como Merkel en Alemania. ¡Vaya lujo de derecha!". Pues no… Ahora simplemente disimularán y, cuando esto pase, volverán a lo suyo. Porque tienen un público: el público frustrado.
¿Cree que la gestión de un Gobierno de derechas sería mejor?
¡No, no, no! La mediocridad de la clase política española es más o menos general. No habrían sido más competentes, ni tampoco especialmente imbéciles, porque estar en la Unión Europea te fuerza a hacer unas cosas y a dejar de hacer otras.
En todo caso, ¿quién mandaría? Porque es muy distinto lo que hace el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, que la presidenta autonómica, Isabel Díaz Ayuso, por poner un ejemplo.
Como cualquier hipótesis, habría que comprobarla de una forma empírica y, de momento, no es posible. En todo caso, la derecha no lo hubiera hecho ni mejor ni peor: España estaría en una situación apurada de todas formas.
Pese a su pesimismo innato, ¿estamos ante una oportunidad de modificar el sistema y nuestro modo de vida?
Quizá exista una ventana de oportunidad, pero no creo que se aproveche. Me temo que muchos problemas se agravarán. Quien tiene dinero seguirá teniéndolo y quien no, atravesará más dificultades. Las recesiones las suelen pagar los más débiles. Y lo que se viene es una recesión de pavor, con lo cual… Insisto: no soy nada optimista, porque lo fundamental no cambiará.
El teletrabajo, tan deseado por algunos en el pasado, se ha revelado para muchos como una trampa. Control, omnipresencia, farmacia 24 horas: Big Brother is watching you!
Claro, claro... Y saldremos de esta con una aplicación en el móvil con la que —en nombre de la salud y de la seguridad— estaremos diciéndole a alguien dónde y qué estamos haciendo en cada momento.
Eso supondrá un cambio, y no será para mejor. Porque en el nombre de la seguridad se hacen cosas bastante malas, sobre todo después de un susto como este.
En cuanto al teletrabajo, yo soy un caso especial. Al ser corresponsal desde hace muchos años, estoy acostumbrado a que me puteen todos los días a cualquier hora. Me da igual.
No me refería a usted.
Ya. De todas formas, a mí no me sorprende, pero conozco a personas que se han dado cuenta de que el teletrabajo no es ningún chollo, más bien al contrario.
Los profesores de la educación pública se han encontrado con trabas para ejercer la docencia. ¿Están el sistema y la sociedad preparados? ¿Ha mostrado el coronavirus las vergüenzas de los medios a su disposición? Y ha evidenciado las desigualdades...
Evidentemente. Y eso se nota todavía más en un país como Argentina, donde las diferencias sociales y económicas son enormes.
¿Algún consejo o reflexión final? ¿Una lección aprendida o por aprender?
Si todavía no sabemos casi nada de la enfermedad, imagínate del futuro próximo, salvo que será malo. Salimos a la calle en las peores condiciones: más pobres, más cabreados, más jodidos… ¿Qué pasará? Si lo supiera, invertiría en bolsa o compraría lotería.
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