El banco quiere subastar el piso de Antonia con ella dentro: "Llevo peor esto que haberme quedado ciega"
La vecina compró el apartamento cuando todavía vivía con su marido; desde entonces, ha sobrevivido a una pandemia, dos trombos y la pérdida de la visión. "No lucharé por mí, lo haré por mi hijo", reconoce.

Madrid--Actualizado a
"El banco me embargó la casa hace cinco años; todavía dudo a veces de la fecha. Me han pasado tantas cosas desde entonces que he perdido la noción del tiempo". Antonia Montserrat (Alacant, 1967) lleva dos décadas en su piso del barrio de Carolines. El último lustro no ha sido nada fácil: la pandemia, la sombra del desahucio, dos trombos, una decena de operaciones y la pérdida de la visión. "No puedo más, no sé ni cómo sigo viva. El día que supe que me iba a quedar ciega... Todavía me cuesta hablar de esto, pero llevo peor el miedo a perder mi casa que haberme quedado ciega; la única casa que conozco, la única casa que conocen mis ojos", continúa.
Antonia compró el apartamento cuando todavía vivía con su marido, "hace 25 años", recuerda. La separación coincidió con una mala racha económica y desde entonces, la vecina arrastra una deuda "elevada" con el banco. "Me quedé sin trabajo. Llegó un momento en el que no podía seguir pagando la hipoteca; mi marido se hizo cargo durante un tiempo, hasta que se cansó. Me parece lógico, no se lo reprocho", desliza. BBVA quiere deshacerse ahora del piso, donde también vive su hijo menor de edad.
El 14 de mayo de 2024, los representantes del banco solicitaron al juzgado la expedición del "decreto convocando subasta", tal y como consta en un escrito al que ha tenido acceso Público. "Lo único que falta es la firma del juez, sigue pendiente. Si la compra un particular [la casa], lo hará con fines residenciales o para especular. Antonia se quedaría en la calle", reivindican desde el Sindicat de Barri de Carolines. Este medio ha contactado con la entidad financiera y con Hipoges, la empresa gestora de la deuda, sin haber recibido todavía respuestas concretas.
Antonia llegó al sindicato el pasado mes de octubre –"por recomendación de un trabajador social"–. Los activistas se pusieron en contacto con el banco y con Hipoges; intentaron negociar un alquiler social y propusieron refinanciar la deuda. "Tenemos una financiera que no tiene problema para hacerles un nuevo préstamo y que se puedan poner al día", reza un mail de la compañía gestora, con fecha del pasado 3 de diciembre. Hipoges cortó "cualquier vía de diálogo" unas semanas después, cuando recibió la documentación requerida.
"Les enviamos un nuevo correo y tampoco nos respondieron; conseguimos hablar con ellos por teléfono y, después de mucho pelear, nos facilitaron cuatro contactos diferentes. Lo único que hacían era pasarse la pelota. La sorpresa nos la encontramos hace dos semanas, cuando uno de los empleados nos dice que tenemos que empezar de cero, nos deriva otra vez al banco. Es desesperante, no tiene ningún sentido", lamentan fuentes del Sindicat de Barri de Carolines. El colectivo tiene a cuatro personas "trabajando en este caso", uno de los más "complejos" desde su constitución.
"Lucharé hasta que no me queden fuerzas"
Antonia perdió la visión por completo el 24 de abril de 2024; "primero veía como telarañas, luego sólo unas luces y ahora, prácticamente nada", relata. La alicantina sufre "ceguera por vasculitis venosa oclusiva severa bilateral", tal y como consta en los informes médicos referidos, fruto de dos trombos y un glaucoma. "Llegué a tener una presión ocular de entre 65 y 66 milímetros de mercurio", recalca. Los valores habituales son seis veces más bajos. Antonia necesita a su hijo para el grueso de las actividades cotidianas y tanto el banco como la empresa gestora son conocedores de esta situación.
"Me he sometido a 11 operaciones. Los oftalmólogos han intentado por todos los medios que recuperara la visión, pero nada, no ha sido posible. La única intervención que salió bien me permitió ver la cara de mis hijos –la mayor, vive fuera– durante dos días", recuerda. El Sindicat de Barri de Carolines ha acompañado a la familia durante los últimos seis meses; su papel ha sido "crucial" para enfrentar las trabas burocráticas, negociar la deuda con la entidad financiera y solicitar la incapacidad. Antonia no tiene ingresos, "no puede trabajar", pero recibe una prestación de la ONCE. Este dinero, sumado al que le corresponde por la incapacidad, le permitiría abonar tanto la refinanciación de la deuda como un hipotético alquiler social.
Los activistas consideran que la vulnerabilidad en este caso está "más que acreditada" y piden retomar las negociaciones en el punto en el que quedaron estancadas hace un par de meses, sin necesidad de volver a la casilla de salida. Antonia asegura que "no tiene cuadros ni muebles en el pasillo" y siempre camina "por la derecha", porque conoce bien el que siempre ha sido su hogar. El escenario cambiaría si el banco subasta finalmente su casa, tendría que empezar de cero en un piso "desconocido" y del que ahora mismo no dispone: "La verdad es que tengo miedo. No sé si quieren que me marche o que me de un infarto, pero lucharé hasta el final, hasta que no me queden fuerzas. No lucharé por mí, lo haré por mi niño".
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