valencia
El llamado "Triángulo de la cerámica" (la concentración de empresas del azulejo situado entre Vila-real, Onda y l'Alcora, en Castelló) es la joya de la corona del tejido industrial valenciano, con perdón del clúster automovilístico que gira alrededor de la Ford en Almussafes (València). Las empresas ceramistas, con marcas tan conocidas como Pamesa o Porcelanosa, han conseguido sobrevivir los embates de la globalización, primero, y la crisis económica del 2008, después. Y esto a pesar de que esta paralizó la actividad constructora prácticamente en su totalidad. Nada que ver con el destino de las antiguamente potentes industrias del calzado, el textil, el mueble o el juguete, hoy prácticamente desaparecidas o en situación mucho más crítica.
Pero el futuro próximo no se presenta precisamente fácil para un sector que ocupa más de 20.000 personas, factura 5.500 millones y representa, por sí solo, el 8% de la producción industrial valenciana y el 1% del total español. El aumento de los costes energéticos a escala global representa la amenaza más inmediata para una industria que es especialmente intensiva en el uso de la energía. En concreto, el gas natural de Argelia, que alimenta los hornos cerámicos de Castelló ha subido un 11% solo la segunda quincena de junio.
La asamblea anual de la Asociación Española de Fabricantes de Azulejos y Pavimentos Cerámicos (Ascer) ha puesto este incremento como uno de los principales retos a los cuales se enfrentan sus asociados. Una dificultad a la que hay que sumar la exigencia de la Unión Europea de dejar de emitir CO₂ a partir del 2050. Desde Ascer, en una reunión con la Dirección General de Acción por el Clima, ya se ha pedido una moratoria a esta exigencia, ante "la inexistencia de alternativas viables al gas natural en el corto y mediano plazo". En esta línea, desde Ascer también se pone en cuestión el encarecimiento de un 77% el último año del coste del CO₂, una "tendencia alcista continua agraviada por la especulación de fondo de inversión".
"La tecnología actual no permite resolver la solución del gas natural de forma fácil –asume el economista y experto en políticas industriales Francesc Xavier Molina-, puesto que los hornos logran temperaturas superiores a los 1.100 grados. El hidrógeno verde, que sería la opción más viable, es muy caro de fabricar de forma masiva y necesita una cantidad de electricidad que, si tiene que ser solar, requeriría grandes extensiones de paneles". La solución, según este economista, pasaría seguramente "por sistemas mixtos, donde biogás puede jugar un papel y la electricidad podría cubrir entre un 20 y un 30% de la demanda energética".
Materias primas y transporte
Pero la energía es solo uno de los problemas que afronta la industria cerámica. El coste creciente de las materias primas y del transporte, sobre todo por vía marítima, que amenaza toda la industria a partir del otoño es especialmente preocupante para un sector que depende mucho de la importación y la exportación. Los precios de los fletes marítimos entre València y Asia han subido un 260% en un año y medio, y nada hace pensar que la situación tenga que mejorar. La producción del diésel que mueve los barcos cae y su precio aumenta. Una situación de fondo que el caos generado por los desajustes de la pandemia o episodios más anecdóticos, como el bloqueo del Canal de Suez del marzo pasado, no hacen sino empeorar, pero tampoco provocarán que se solucionan una vez hayan pasado.
En el caso concreto de la industria azulejera, hay que sumar "decisiones logísticas discutibles", apunta Molina, como el desvío del tráfico del Puerto de Castelló al de València, con el incremento asociado de costes que conlleva, además de la carencia de infraestructuras ferroviarias que ha obligado "a apostar por la carretera, que es mucho más cara".
A estos elementos, Molina todavía suma otro de muy diferente, pero que a parecer suyo es igualmente preocupante para el futuro industrial de Castelló: la entrada de fondo de inversión internacionales y la concentración de la propiedad del clúster cerámico en muy pocas manos. "Que la propiedad de esta industria pase a empresas que no están vinculadas al territorio es muy arriesgado, como hemos visto en otros procesos similares, y pueden generar dinámicas especulativas, tramas de elusión fiscal y otras situaciones que, quizás a los propietarios no los preocupa, pero sí que tienen impacto en el territorio.
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