Entrevista a Camil Ros, secretario general de UGT Catalunya"La lucha sindical no sólo debe centrarse en las condiciones del trabajo, sino en qué modelo de sociedad queremos"
Entrevistamos a Camil Ros a las puertas del nuevo Congreso del sindicato en que se presentará a la reelección por tercera y última vez.
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Barcelona-
Pocos días antes del 17º Congreso Nacional de UGT Catalunya, que tendrá lugar en Mataró (Barcelona) entre los días 21 y 23 de enero, entrevistamos a Camil Ros, secretario general del sindicato desde el año 2016. Ros, que se presentará por tercera y última vez al cargo, formará tándem de nuevo con Matías Carnero, actual presidente de UGT Catalunya y del comité de empresa de Seat. Pese a la trayectoria de casi una década al frente del sindicato en Catalunya, este congreso será el del regreso a los orígenes.
Después de un período marcado por dos crisis económicas, la pandemia y el proceso soberanista, ahora parece que la lucha sindical vuelve a la casilla de salida, centrándose en la mejora de las condiciones laborales, pero desde una óptica transversal y social.
Este regreso se ejemplifica incluso en el lugar escogido para celebrar el congreso: el Teatro Monumental de Mataró. En la capital de la comarca barcelonesa del Maresme, a finales del siglo XIX, se ideó la creación del sindicato UGT en Catalunya. Además de las reivindicaciones habituales, Camil Ros alude a la necesidad de encontrar soluciones desde el ámbito político al problema de la vivienda, la conveniencia de disponer de unos presupuestos por parte de la Generalitat de Catalunya y la consecución de un nuevo sistema de financiación.
"La combinación de movilización, diálogo social y unidad de acción es la que nos ha permitido llegar hasta aquí con cierta buena salud"
¿Cómo se afronta desde UGT Catalunya el futuro más inmediato con la celebración del 17º Congreso?
Un congreso es el proceso máximo para un sindicato, tanto desde el punto de vista del análisis como de la propuesta. Tras el último congreso federal, que tuvo lugar en Barcelona, es importante reivindicar el papel de Catalunya en la configuración del sindicalismo moderno. De hecho, UGT estatal se fundó en Barcelona en 1888. Debemos recordar que UGT de Catalunya es la primera organización territorial del sindicato en todo el Estado.
Por otra parte, creo que ahora el sindicalismo, en la esfera global, está pasando uno de los mejores momentos fruto de la estrategia iniciada a finales de los años 80 del siglo XX, en la que se ponía en el centro la autonomía sindical. La combinación de movilización, diálogo social y unidad de acción es la que nos ha permitido llegar hasta aquí con cierta salud.
¿Cómo se han materializado estos principios en los últimos tiempos?
Aunque parece que haya pasado mucho tiempo, debemos recordar los grandes acuerdos que formalizamos durante la pandemia, en los que conseguimos que la gente trabajadora no perdiera ni el paro ni el trabajo, y al mismo tiempo hubiera medidas de seguridad para salvar trabajos y vidas. Además de negociar los Ertes, se trataba de garantizar que hubiera acceso a los Equipos de Protección Individual (EPI) necesarios y a las condiciones de salud.
A partir de ahí, llegaron otros acuerdos, como el de las pensiones o la Reforma Laboral. Este último ha llevado una cierta estabilidad a los puestos de trabajo, pero todavía queda mucho por conseguir, ya que existe una gran precariedad y debe intensificarse la lucha contra la pérdida de poder adquisitivo a consecuencia de la crisis inflacionista. Como balance, me atrevería a decir que el modelo de movilización, diálogo social y unidad de acción está funcionando.
"Las mejoras laborales han ido muy bien para el conjunto de la economía, pero para la gente trabajadora que tiene unos salarios medios y bajos no han sido suficientes"
Estos acuerdos parece que no se han trasladado de forma equitativa a toda la población, ya que se ha producido un incremento de la desigualdad.
Cierto es que las mejoras laborales han ido muy bien para el conjunto de la economía, pero para la gente trabajadora que tiene unos salarios medios y bajos no han sido suficientes. A pesar de haber conseguido que el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) se incremente de los 700 a los 1.100 euros mensuales, nos encontramos con que los precios revientan por la crisis inflacionaria, en la que los especuladores suben los precios de los alimentos y de la energía con excusas como la guerra en Ucrania.
Por primera vez, además, estamos sufriendo una crisis en el sector inmobiliario que tiene su origen en los alquileres. Hasta ahora, como muestra la crisis de 2008, las dificultades provenían de que no se vendían casas, o la gente no podía pagar su hipoteca. Aunque el diálogo social y político se haya desarrollado con normalidad, debemos hacer autocrítica. De lo contrario, si no ponemos sobre la mesa las cosas que no han ido bien, cometemos un error y de ese vacío se aprovecha la ultraderecha para utilizarlas contra el poder.
¿Son más transversales las luchas sindicales por los derechos de los trabajadores que hace unas décadas? Ahora se incorpora al debate la vivienda, la desigualdad o la inmigración.
La carta fundacional de nuestro sindicato no deja de ser una comunicación escrita que envía el Centre Obrer de Mataró al de Barcelona, pidiendo un congreso para unir a los diferentes trabajadores de los gremios. El manifiesto del 1 de Mayo de ese año 1888 ya evidenciaba una voluntad de influir en las condiciones de trabajo, pero también una dimensión de querer influir en las condiciones de vida.
En una época en que nació el Modernismo artístico, representado por Gaudí y Puig i Cadafalch entre otros, también surgió el Modernismo social, protagonizado por el sindicalismo. Al igual que con la revolución industrial del siglo XIX, el reto era mantener las condiciones de trabajo, ahora debemos vigilar que las nuevas tecnologías no precaricen uno de los sectores, el industrial, que más calidad del empleo generaba. ¿Cómo hacemos que el progreso tecnológico vaya al servicio de vivir mejor y no de la especulación económica?
En el caso de las migraciones, poseen un componente humanitario superior a la necesidad de la mano de obra. En el caso de una ciudad como Barcelona, la inmigración de alto poder adquisitivo es la que provoca la distorsión del precio del alquiler. Nuestra lucha como organización no sólo debe centrarse en la defensa de las condiciones de trabajo, sino sobre qué modelo de sociedad queremos.
¿En este cambio de paradigma es donde se enmarca la reivindicación de la jornada laboral de 37,5 horas?
A principios del siglo XX, el objetivo era alcanzar las ocho horas de trabajo, ocho de ocio y ocho de descanso. Por el contrario, actualmente, el debate es reducir la jornada laboral a las 37,5 horas semanales como paso previo a alcanzar las 32. Es decir, ocho horas al día durante cuatro días. Paralelamente, también se sitúa la crítica a un mercado de trabajo en el que cobras menos en función de si eres hombre o mujer, aunque desempeñes el mismo trabajo. La brecha salarial es otro elemento de ese nuevo paradigma.
También lo son las nuevas tecnologías con la irrupción de la Inteligencia Artificial, que debemos hacer que vaya al servicio de las personas en términos productivos y democráticos. No debemos permitir que recorte puestos de trabajo, pero tampoco derechos sociales y de participación.
Recientemente, aseguró que quería que hubiera presupuestos en la Generalitat, aunque fuera para criticarlos. ¿Qué papel debe jugar UGT Catalunya en el contexto político actual?
Al final, desde los sindicatos valoramos a los gobiernos por las políticas que despliegan. La realidad es que desde la moción de censura presentada por Pedro Sánchez para acceder al Gobierno del Estado nos encontramos en una estabilidad política permanentemente inestable. En cierto momento de la política catalana, cuando Junts per Catalunya abandona el Govern de Pere Aragonès, la Generalitat invita a los sindicatos, junto con las organizaciones empresariales, a pactar ciertos aspectos de los presupuestos para avanzar y desatascar algunos temas.
En este sentido, en un período de crecimiento económico como el actual, es más difícil actuar con unos presupuestos prorrogados que con unos nuevos y pactados. Con nuevos presupuestos, puede haber debate. De lo contrario, las modificaciones están limitadas. El papel de los sindicatos no es sustituir a la clase política, pero nuestra función sí implica presionar con determinados posicionamientos ideológicos. Por ese motivo, hemos firmado hace pocos días la propuesta para exigir la condonación de la deuda de la Generalitat con el Gobierno central, derivado del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA).
¿Qué medidas urgentes deberían aplicarse para controlar la crisis de los alquileres, que afecta especialmente a la clase trabajadora?
La primera acción debería ser regular y crear una normativa para frenar la escalada de los pisos turísticos. Es el mismo esquema que cuando las compañías multiservicio jugaron con un vacío legal, usurpando las funciones de las Empresas de Trabajo Temporal (ETT), para obtener mayores beneficios. De hecho, tras las inversiones en pisos turísticos se han situado algunas cadenas hoteleras. Aparte, deben tomarse decisiones políticas para que a la gente que alquile un piso turístico, fiscalmente le salga más caro que arrendar una vivienda de uso residencial.
El foco de las políticas de vivienda debe cambiar, y debe poner en el centro al piso y no al propietario. Emulando a Henry Ford, que quería que sus trabajadores pudieran comprar los coches que él fabricaba, ahora, el objetivo es que la población que reside en Barcelona o en cualquier otra gran ciudad, pueda trabajar y vivir en el mismo sitio, y no se vea obligada a marcharse. Las capitales deben dejar de ser espacios turísticos o sólo para personas con un poder adquisitivo alto.
"En la nueva era de la precariedad que suponen las economías de plataforma, si no podemos actuar desde dentro, debemos hacerlo desde fuera con cambios legislativos que tienen más importancia"
¿Qué papel debe tener el sindicalismo frente a nuevos modelos laborales como el que representan las economías de plataforma como Glovo?
La base central del sindicalismo clásico es la organización del trabajo y en este modelo debemos mantenernos. En el caso de las empresas descentralizadas, donde no existen los espacios físicos tradicionales o centros de trabajo, deben buscarse otras formas. En los sectores donde no podemos entrar porque crear una estructura sindical implica un riesgo de despido, es necesaria la intervención pública y política.
En la nueva era de la precariedad que suponen las economías de plataforma, si no podemos actuar desde dentro, debemos hacerlo desde fuera con cambios legislativos que tienen más importancia. El sindicalismo es una fórmula de contrapoder, de forma que no estamos para administrar el sistema, sino para cambiarlo y mejorarlo.
Y en este contexto, ¿cómo afronta UGT Catalunya las críticas de otras organizaciones, que le definen como un sindicato de postal, justamente por su vinculación al sistema?
Estas críticas son legítimas, pero cabe recordar que el enemigo de las organizaciones sindicales no son las demás organizaciones sindicales. Respecto a las acusaciones de conformismo, decimos que entre el todo o nada, escogemos el camino paulatino hacia el todo. Nuestra apuesta es por una gradualidad más complicada de explicar. Además, nuestro sistema legal no fomenta la afiliación, lo que nos genera una desventaja competitiva con otros sitios de Europa. En Catalunya, contamos con más de 110.000 afiliados. ¿Qué organizaciones sociales y políticas alcanzan ese nivel?
¿Qué retos quedan pendientes después del Congreso Nacional de UGT Catalunya?
El primero de ellos es agilizar la incorporación de la gente joven al mundo sindical. Por eso, resulta necesario obtener una estabilidad en el mercado laboral. Asimismo, debemos conseguir una presencia femenina más elevada y del colectivo de personas inmigradas. Las organizaciones sindicales somos una de las grandes puertas de integración de la inmigración. Debemos mantener la unidad de la clase trabajadora, tal y como hicimos durante el procés. En Catalunya, el trabajo de los sindicatos debe valorarse por sus acciones, no por sus posicionamientos políticos.
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