Entrevista a José Antonio Donaire"En Catalunya ya hemos llegado al límite de acogida de turistas o estamos muy cerca de hacerlo"
Barcelona-
Doctor en Geografía, profesor en la Universitat de Girona y director del Institut de Recerca en Turisme (INSETUR), José Antonio Donaire (Salamanca, 1968) es uno de los grandes expertos académicos de Catalunya para hablar de una actividad que este verano ha vuelto a marcar récords de visitantes y que provoca unas molestias vecinales que van a más. También es editor del reciente informe Un nou turisme per a un nou escenario, publicado por el Institut d'Estudis d'Autogovern de la Generalitat.
Lo entrevistamos por videollamada y durante la conversación defiende la necesidad de aprobar una ley del turismo de Catalunya que, entre otras cosas, fije los límites de acogida de visitantes, un hecho que tendría que comportar actuar tanto en la oferta de alojamientos como en los accesos. Opositor a la ampliación del aeropuerto del Prat, también plantea que habría que reconvertir una parte de las segundas residencias en primeras, para contribuir a afrontar la situación de emergencia habitacional que vivimos. Convencido que el turismo cambiará, por cuestiones como el incremento del coste del transporte, recalca que la actividad nunca es inocua, siempre tiene un impacto.
Durante la pandemia se dijo que la pausa obligada era una oportunidad para repensar actividades, como el turismo, seguramente insostenibles a nivel global, pero vemos cómo las cifras ya se han recuperado y en Catalunya van camino de récord. ¿Es una tendencia que continuará?
Creo que no continuará. El turismo, sin duda, continuará creciendo, pero no en la forma y en la dirección que lo hace ahora. La pandemia tuvo un impacto sobre la percepción de la multitud y sobre los espacios urbanos y deterioró la imagen colectiva de determinadas actividades. Pero es verdad que después ha habido un efecto reflujo, que más o menos todos esperábamos, en el sentido que después de un periodo de contención, suele haber un periodo de apertura. Pero probablemente este efecto irá menguando y claramente se está imponiendo la sensación de que necesitamos repensar el modelo turístico.
¿Qué tendría que implicar la gestión del turismo?
"Se está imponiendo la sensación de que necesitamos repensar el modelo turístico"
La gestión es la conciliación de los intereses del destino con los intereses de los visitantes, poniendo siempre por delante los primeros. Y es difícil porque son intereses contrapuestos. Lo que tiene que hacer una gestión correcta es armonizar las necesidades y los intereses de los vecinos, los agentes económicos y los límites ambientales de un territorio con lo que manifiesta un turista que quiere y necesita. Esto quiere decir muchísimas cosas, desde poner límites, redimensionar flujos, marcar criterios, establecer políticas de contención, distribuir temporalmente y espacialmente a los visitantes ... Es un amplio espectro que lleva más de 50 años teorizándose, pero ciertamente en la práctica no hay tantos casos de éxito.
¿En la predicción que la actual tendencia de crecimiento no continuará un factor clave será el previsible incremento de los costes de transporte vinculado al declive y encarecimiento de los combustibles fósiles?
Esta es una de las dos claves, la otra es la resistencia de los destinos. Tenemos que hacer autocrítica porque esta se ha dado cuando el turismo ha llegado a las ciudades, mientras que cuando estaba en espacios periféricos donde también generaba disfunciones no nos quejábamos. Este es un factor de tensión, pero que se puede resolver yendo a otros lugares, porque el turismo tiene mucha capacidad de trasladarse. Pero el factor que comentas es clave.
El turismo siempre ha sido el resultado de un medio de transporte, nació con el ferrocarril y en los años 50-60 [del siglo XX] se desarrolló con el [modelo] coche-avión, coche para medias distancias y avión para largas. El turismo es fruto de este paradigma de movilidad basado en energías fósiles. La humanidad, y más claramente Europa, ha hecho una propuesta de descarbonización y cada vez que ha cambiado el modelo de transporte ha cambiado el turismo.
"Tendremos que viajar más cerca, porque no nos podremos permitir grandes desplazamientos"
Inevitablemente la descarbonización implicará un incremento del coste de desplazamiento, del transporte, y esto afecta al turismo de dos maneras. La primera es que disminuye la distancia. Hasta ahora, la tendencia era ir cada vez más lejos y la única frontera que nos quedaban eran los viajes espaciales, pero ahora después de este Big Bang viene un Big Crunch y tendremos que viajar más cerca, porque no nos podremos permitir grandes desplazamientos. Tendremos más turismo de proximidad, regional y esto tensionará lugares como Catalunya, porque estamos muy cerca de los mercados emisores. Si ahora iban a Vietnam o a Cuba, decidirán que el exotismo es el Mediterráneo.
El segundo efecto que tiene, y este es muy positivo, es que se incrementa el tiempo de estancia. Cuando es muy barato podemos hacer la boutade de ir a Lugano a tomar un café y pasear y volver el mismo día. Cuando se incrementa el coste, como que cuesta mucho ir a México no iré cada año, sino que me quedaré en el Mediterráneo y solo iré una vez cada 10 años o una vez en la vida, pero este será un viaje memorable, estaré 30 o 40 días y conoceré el país. Cuanto más tiempo se está un turista en un territorio más baja su huella de carbono.
¿Tiene la sensación de que estamos en una especie de encrucijada, con malestares que van a más y una mayor conciencia ambiental, pero a la vez con sectores que apuestan por proyectos como la ampliación del aeropuerto o viendo el crecimiento de cruceristas en Barcelona?
Creo que necesitamos hacer como las Illes Balears, que es fijar un tope de país, es decir, un número máximo de capacidad de acogida en términos de estancia y día. En Catalunya probablemente o ya hemos llegado o estamos muy cerca de este límite y se tiene que plantear que en términos de capacidad de acogida la ratio entre población residente y oferta está en unos niveles que no puede crecer más y, seguramente, a algunas zonas les sería muy higiénico decrecer. Pero, en todo caso, esto no quiere decir no crecer turísticamente, se puede crecer descentralizando y desestacionalizando, es decir, consiguiendo que haya más entradas en temporadas medias y bajas.
"Todas aquellas estrategias basadas en llevar más gente probablemente son equivocadas"
Crecer en oferta de acogida creo que el país ya no lo puede hacer y, por lo tanto, todas aquellas estrategias basadas en llevar más gente probablemente son equivocadas. Me he manifestado en contra de la ampliación del aeropuerto [de Barcelona] por este motivo, aparte de por cuestiones ambientales. Y lo hemos dicho y escrito en el Compromís Nacional per un Turisme Responsable, donde hay un punto que explicita que probablemente hemos llegado al límite o estamos muy cerca de él; si decimos que no caben más y lo que tenemos que hacer es gestionar bien la gente que viene, no tiene demasiado sentido que hagamos infraestructuras que tienen como objetivo incrementar de 50 a 70 millones las llegadas de visitantes.
Lo que necesitamos no son estrategias locales, como ha hecho Barcelona legítimamente con el Peuat, sino estrategias nacionales, basadas en poner límites al conjunto del territorio y en fijar estrategias de redistribución, porque tenemos zonas muy tensionadas, como la Costa Brava, la Costa Daurada o Barcelona, y tenemos zonas que probablemente podrían asumir nuevas formas de turismo de una manera más racional. Podríamos plantearnos como país cierto movimiento de flujos y cierta asunción que en determinadas zonas quizás nos harían un favor si dejara de existir una parte de la oferta de alojamientos.
¿El decrecimiento, que determinados sectores criminalizan, tendría que dejar de ser un tabú?
Es una palabra que asusta mucho y lo entiendo, porque si nos fijamos en la eficiencia uno diría que lo que hace falta es producir cuanto más mejor y crecer sin fin, pero esto no es aplicable al turismo, que tiene lugar en un territorio que tiene una capacidad física determinada. Lo que es más importante, y el sector también lo sabe, es que llega un momento en el que las disfunciones que genera la saturación afectan al propio turismo. Producir muchas manzanas y distribuirlas por todo el mundo no hace que cada consumidor individual esté perjudicado porque cada vez hay más manzanas, no tenemos contacto con el espacio de producción; en cambio, con el turismo sí, cuantos más turistas hay en un lugar, llega un momento que esto genera un perjuicio para el colectivo y para cada uno de ellos.
Sobre el tabú del decrecimiento, en la Costa Brava se ha reducido el número de establecimientos año tras año, tenemos menos oferta que tiempo atrás, el propio sector se está reconvirtiendo y esto quiere decir que algunos establecimientos no pueden competir en este nuevo mercado y desaparecen. Estamos decreciendo en oferta sin ninguna estrategia pública, sino por el propio sector privado y no nos ha pasado nada. Determinadas zonas han decrecido y probablemente esto les permite cierta reconversión y una mejora global del sistema.
Defiende la necesidad de una nueva ley catalana del turismo, que regule la actividad. ¿Debería servir para definir una estrategia pública sobre el sector y fijar sus límites?
Sí, de hecho el Compromís era el primer paso para hacer una ley y un plan territorial, necesitamos las dos cosas. Necesitamos una ley para marcar las reglas del juego de un nuevo escenario, en el que hace falta una nueva legislación que marque límites y, por ejemplo, regule hacia dónde se tiene que tender en términos de consumo energético, hídrico y de superficie de los establecimientos, que regule y determine las condiciones turísticas. Pero también necesitamos un plan territorial sectorial. Hace falta un acuerdo de país que nos diga que en la Costa Brava, por sus condiciones y su historia turística, pensamos que el ideal sería llegar hasta este límite y, por lo tanto, a medio plazo tendría que desaparecer este número de plazas.
"Los tres grandes problemas del país son las segundas residencias, las viviendas de uso turístico y la necesidad de conciliar el 'Green Deal' con el turismo"
Este excedente de plazas que probablemente tienen la Costa Brava, la Costa Daurada y el área metropolitana de Barcelona nos podríamos plantear desplazarlo en parte hacia nuevos productos y nuevos territorios que necesitan fijar actividad económica para evitar el despoblamiento y para tener un país algo más equilibrado.
El Compromís se hizo no evitando los problemas, sino encarándolos y la ley y el plan territorial tendrían que encarar problemas muy importantes. Para mí, los tres grandes problemas que tiene el país [en este ámbito] son las segundas residencias, las viviendas de uso turístico (HUT, por sus siglas en catalán) y la necesidad de conciliar el Green Deal con el turismo; el turismo tendría que ser parte de la solución y dejar de ser parte del problema, ser un sector alineado con la descarbonización, la reducción del consumo hídrico y energético, de los desechos...
¿Es decir, que un turista deje de consumir más que un residente, no?
Sí, esta es la única forma de que el turismo sea viable. Actualmente un turista consume 2,5 veces más agua que un residente, bastante más energía que un residente, genera muchos más residuos y tiene una huella de carbono infinitamente más grande. La única manera viable de alinearnos con la estrategia de hacer un país sostenible es que los turistas se comporten con nuestros parámetros locales y consuman la misma agua y energía y generen los mismos residuos que un local.
¿Habría que actuar sobre la oferta de vuelos del aeropuerto?
Claro. Hay cierto consenso en que si no hacemos nada la presión turística no dejará de crecer, porque los flujos lejanos se harán próximos y Catalunya está muy bien situada y tiene una imagen muy poderosa. Por lo tanto, si fijamos un límite, que esto es un gran debate, la segunda cuestión será aplicarlo. Y hay dos formas muy eficientes de garantizar este tope. Una es actuar sobre la oferta, es decir, limitamos el número de licencias de hoteles, campings y HUT que podemos dar en un país y abrimos el melón de las segundas residencias; y la segunda, actuamos sobre los accesos. No podemos limitar los accesos por carretera, pero obviamente podemos limitar los slots de avión y también las llegadas por el puerto. Si en vez de limitarlo, como hacen grandes aeropuertos como Schiphol o Heathrow, ¿cómo es que nosotros nos planteamos ampliar de 50 a 70 millones? No tiene demasiado sentido.
Hablaba de las segundas residencias, que sobre todo son un problema grave en determinadas zonas, como la Cerdanya, la Alta Ribagorça o el Aran en el Pirineo, o municipios de la Costa Brava. ¿Cómo se tendría que abordar?
"En una situación de crisis habitacional no nos podemos permitir que haya municipios con más segundas residencias que primeras"
En términos cuantitativos es el gran problema del país, hay 100.000 HUT, pero 1,5 millones de segundas residencias. En determinadas zonas, como las que has comentado, hay municipios con más segundas residencias que primeras y no nos lo podemos permitir como país en una situación de crisis habitacional. Esto responde a un determinado modelo de crecimiento y también a un determinado modelo de financiación municipal, que ahora tenemos que reconducir. Entiendo perfectamente la legitimidad de una persona que ha dedicado unos ahorros a tener una segunda residencia, pero por otro lado estas personas tienen que asumir que en su conjunto esto como país nos genera un problema que necesitamos abordar.
Creo que la estrategia sería que una parte significativa de estas segundas residencias viraran hacia primeras porque, por ejemplo, necesitamos repoblar el Pirineo. No se trata de expropiar nada, sino que hay fórmulas para acompañar este proceso. Por un lado, con desincentivos para que no continúe este modelo, con el cual nos encontramos con segundas residencias que apenas tienen un uso de 25 o 30 días el año. Y, del otro, con incentivos y determinadas medidas fiscales para que acaben siendo primeras residencias.
Hace años que desde determinados sectores, sobre todo empresariales, escuchamos el mantra de que hay que apostar por un "turismo de calidad". ¿Qué le sugiere?
"Un hotel de cinco estrellas tiene un consumo hídrico cuatro veces superior al de un hotel de una estrella"
El turismo de calidad es injusto porque uno de los grandes éxitos es que hemos conseguido democratizar parcialmente el turismo y el ocio, y digo parcialmente porque hay clases populares y desfavorecidas que no se lo pueden permitir ni plantear. Conceptualmente el concepto me rechina mucho y también porque va cargado de una idea clasista o elitista, según la cual las personas con más recursos son las que generan más bienestar y más beneficios. Es verdad que generan más beneficios económicos, pero digámoslo todo, un hotel de cinco estrellas tiene un consumo hídrico cuatro veces superior al de un hotel de una estrella. Si apostamos por el turismo de calidad esto supondrá incremento de la huella hídrica, incremento de la huella de carbono, del consumo energético...
Por lo tanto, no me parece éticamente correcto, pero al margen me parece una estrategia imposible. Hay algunos destinos como Dubai o Singapur que se han basado en la captación de un segmento de nivel muy alto, pero en el contexto en el que vivimos, que es el europeo, las rendijas que tiene el sistema para conseguir captar clases medias y populares son muy grandes. En el fondo, el sector turístico lo tiene muy fácil para abrir un bed & breakfast, establecimientos y oferta de restauración y comercial dirigida a clases medias y populares.
Aunque quieras, no pasará, y en el contexto europeo tampoco hay tanta demanda de un determinado nivel económico que quiera venir a Barcelona. Otra cosa es si nos lo planteamos a escala mundial, que sí que hay muchos chinos, japoneses o argentinos que quieren venir, pero esto generaría una huella de carbono muy elevada y vamos hacia un contexto de descarbonización y creo que no nos saldremos por esta vía. Más vale decir que queremos un turismo interclasista, que tenga todos los espectros de renta, y lo que queremos es fijar unas reglas del juego, unas normas de convivencia y buscar mecanismos porque se cumplan. Y evitar los problemas que generan las tensiones entre turistas y residentes, que las generan clases altas, medias y bajas.
Finalmente, ¿a título individual tenemos que asumir que cualquier turismo genera un impacto y que esto también nos afecta a nosotros mismos cuando viajamos?
El 1% de la población genera el 50% de las emisiones por avión. Mi sector, el académico y liberal, somos los que más viajamos, los que más emitimos y más huella hacemos y los que más aleccionamos a los otros cómo tienen que hacer turismo. Le decimos a un señor galés que lleva todo el año en una mina que no puede venir a la Costa Brava, pero nosotros hemos ido a cinco congresos en cuatro continentes. Pero la estrategia del turismo es camuflar la actividad bajo otros epítetos, como el de viajero, para que el turista no tenga conciencia de serlo. Pero, como dices, todos somos turistas, todos lo hacemos.
"Tenemos que asumir que el turismo no es inocuo, por definición genera impacto"
Creo que el turismo tiene más beneficios que el no turismo, a escala planetaria la humanidad es nómada y el intercambio entre culturas nos favorece, genera diálogo y conocimiento mutuo a pesar de todos los problemas de imperialismo que lleva implícita la actividad, pero tenemos que asumir que no es inocuo. Por definición, el turismo genera impacto, tenemos que asumirlo y a partir de aquí intentar reducirlo al máximo y ser más conscientes. Esto quiere decir fijarse en las condiciones laborales de los establecimientos, en cuál es su política ambiental, fijarse en el medio de transporte que utilizas, consumir productos de kilómetro cero, eludir el plástico, y que tu actividad sume en favor de unas determinadas prácticas turísticas. Y también tenemos que asumir que tenemos que limitar nuestro nomadismo, a pesar de que esto no quiere decir no moverse, pero sí hacerlo de una forma más consciente.
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