Los mercados de capitales viven en estado de ebullición y cada vez más alejados de las certezas macroeconómicas y monetarias. Los episodios de contracción en economías como la alemana o la japonesa están coincidiendo con intensas escaladas de sus índices bursátiles de referencia, el Dax Xetra y el Nikkei, mientras la industria de la inversión se afana en encontrar nichos de negocios con tasas de retorno de beneficios y rentabilidades aseguradas por encima de los promedios de cotización comprometidos con sus clientes.
En román paladino, este escenario tiene una denominación precisa generalmente aceptada por la jerga neoliberal al uso: la especulación. Es en este contexto en el que el bitcoin, la criptodivisa por antonomasia, ha vuelto a elevarse por encima de su récord histórico, de noviembre de 2021, y a superar por primera vez la cota de los 69.000 dólares. Casi de inmediato retornó a un valor por debajo de ese límite, aunque manteniendo el fervor inversor que ha devuelto a los mercados de criptodivisas a otra etapa de esplendor, ajenas a las reglas supervisoras de los bancos centrales. Pero el salto especulativo ha sido perfectamente validado.
La escalada del bitcoin se produce, además, en medio de alteraciones telúricas en las bolsas que mueven las acciones hacia niveles poco justificables con coyunturas económicas en los que priman los aterrizajes más o menos suaves de la actividad y en los que se empieza a atisbar un futuro más incierto sobre la esperada bajada de los tipos de interés. De momento, este escenario en el que las presiones inflacionistas retrocedían a niveles compatibles con un dinero más barato parece difuminarse.
De igual forma que ocurre con los reajustes, más soterrados, de las carteras de capital, pues las inversiones bajo criterios ESG (factores medioambientales, sociales y de gobierno corporativo) atraviesan tiempos disruptivos, con sustituciones masivas de sus activos por otros de la Vieja Economía fósil en busca de unas ratios de rentabilidad a corto plazo más factibles.
Del infierno al paraíso inversor
Todo ello ha contribuido a encender la mecha de las criptomonedas, casi demonizadas después del escándalo bursátil y judicial generado a finales de 2022 por el colapso del imperio FTX de Sam Bankman-Fried y su efecto dominó sobre el mercado, con casos de fugas masivas de capitales como el que afectó de inmediato a la plataforma BlockFi que atrapó a otros cientos de miles de clientes tras declararse en quiebra. Pero ahora restablecidas, irónicamente, por la SEC, la CNMV estadounidense.
Detrás de esta reanimación fulgurante se encuentra un balón de oxígeno suministrado por la SEC, el regulador bursátil estadounidense, y su decisión, en vigor desde enero, de que los fondos cotizados en bolsa (los denominados ETF en la nomenclatura inversora) puedan vincularse a criptoactivos, lo que ha lanzado hacia el universo bitcoin a un número ingente de patrimonios regidos hasta ahora por criterios tradicionales y posiciones conservadoras y con casi plenas garantías de obtención de beneficios.
Desde el affaire NTX, el bitcoin, con una capitalización global de 1,3 billones de dólares (casi el valor del PIB español y la mitad del negocio de las criptomonedas) no levantaba cabeza. Estaba, de hecho, defenestrado por gran parte de la comunidad inversora que vio en el encarcelamiento por fraude masivo y lavado de activos de Bankman-Fried, el cripto rey, el final de la era bitcoin y de las más de 23.000 monedas digitales que, según CoinMarketCap, existen en el universo virtual. Son las que siguen las pautas que Satoshi Nakamoto, pseudónimo del creador del bitcoin, estableció para impulsar el mercado de monedas digitales, aquellas que permiten "los envíos de transacciones online entre particulares sin la intervención de institución financiera alguna".
Diferencias entre las etapas de esplendor del bitcoin
A finales de 2021, el mundo cripto puso el cartel de game over. Incluso un año después, a raíz de la quiebra de NTX, varios fondos de inversión le dieron una oficiosa criptiano-sepultura.
Desde enero, más de 7.500 millones de dólares han elegido este criptoactivo en sus carteras
Sin embargo, el bitcoin ha vuelto con tal fragor bursátil que, desde enero, cuando EEUU permitió su anexión a los fondos ETF, más de 7.500 millones de dólares han elegido este criptoactivo en sus carteras. Y no ha sido el único, pues su impulso ha catapultado a otras monedas virtuales como ether, solana, dogecoin y algunos tokens de menos predicamento inversor.
Pero ¿es un valor zombi? Porque hay tantas similitudes como divergencias con tiempos pasados no tan remotos. Ahora vuelve a reinar una euforia desatada como cuando se emitían los anuncios de criptomonedas en las Super Bowl que alentaron sus rallies alcistas en 2021 que luego se hundieron en el sumidero de la quiebra de FTX y Bankman-Fried.
Esa cultura, sin embargo, ya no existe en esa dimensión. Es parte de lo que ha cambiado con su irrupción en los ETF. Es como si, con ello, los criptoactivos se hubieran puesto la capa de héroes y abandonado su papel de villanos. Los Exchange Traded Funds les han revestido de una cierta cotidianeidad inversora, asegura Michael Anderson, fundador de la firma Framework Ventures, que está especializada en estos valores. "Definitivamente, es muy diferente" a 2021 porque en el ciclo actual "hemos alcanzado un grado de institucionalidad de la que siempre carecimos".
El verano pasado, un tribunal abrió la puerta a que las firmas financieras valoraran a bitcoin como un producto de inversión
Este viraje se inició realmente el verano pasado, cuando un tribunal estadounidense abrió la puerta a que las firmas financieras valoraran a bitcoin como un producto de inversión de curso habitual. Fue la bocanada de aire que necesitó para lograr el plácet de la SEC y el salvoconducto para que los inversores volvieran sus ojos hacia el mundo cripto y confiaran parte de sus ahorros a estos activos, en consonancia con las recomendaciones de start-ups, fintechs o unicornios bancarios que se han asentado desde la crisis financiera de 2008. Los 7.500 millones de dólares colocados en fondos ETS desde enero así lo atestiguan.
Esta explicación, esencialmente regulatoria, tiene una base más sólida que la que insufló la burbuja de 2021, en la que los vientos que soplaban tenían más que ver con los ahorros acumulados durante la gran pandemia y las inversiones experimentales. Era la época en la que emergieron las llamadas monedas memes (dogecoins) o divisas basadas en chistes o anécdotas infantiles, que relegaron estos activos a una especie de teatro del absurdo. El incremento de los tokens en el mercado tiene en la actualidad rasgos diferenciadores. Entre otros, el beneplácito de emporios como los fondos BlackRock o Fidelity, explica Anderson.
El mercado aborda una etapa de calma tensa
Aun así, el ambiente inversor respira interrogantes. La industria de inversión se mueve a impulso de sus ciclos, afirma John Todaro, de Needham, entidad de análisis cripto: "No sé si volverán los tiempos de 2021 porque hay muchas incógnitas que despejar". Entre otras, la casi segura nueva maniobra de la SEC liberalizando el negocio casi exclusivo que ostentan las grandes plataformas, de intercambios de activos, como Coinbase, y cuya determinación final está a expensas de otra resolución judicial, que podría ver en el actual escenario una posición de dominio.
De abrirse a otros ecosistemas bursátiles, las criptodivisas, alertan voces del mercado, volverán a protagonizar una etapa de desarrollo notable.
Sin embargo, las dudas persisten. La última vez que bitcoin rozó la barrera de los 69.000 euros, los tipos interés seguían próximos a cero y sin rastro de inflación. Ahora, el precio del dinero se ha instalado en tasas desconocidas en más de dos décadas.
El precio del dinero se ha instalado en tasas desconocidas en más de dos décadas
Es el quid de la cuestión, explica Larry Tentarelli, de Blue Chip Daily: ¿serán las criptodivisas el refugio de otra fase de tipos caros en los mercados industrializados o, por el contrario, perderán fuelle como el resto de los activos y con bitcoin ejerciendo de conejillo de indias? Standard Chartered se decanta por la primera y da importancia al impulso que los EFT darán a los valores tokens. También Tentarelli, que considera que su cobijo en los fondos cotizados es una "tremenda" catapulta de inversión.
Una tesis que parece compartir CoinShares cuando resalta que la pasada semana se movilizaron capitales con sello digital por valor de 1.840 millones de dólares y el 94% de estos flujos fueron denominados en bitcoins. "La mayor transacción en la historia", recuerdan. En un ambiente en el que el oro, el valor refugio por antonomasia, rompió el listón de los 2.100 dólares por onza y dejó nuevas evidencias de que el mercado se muestra nervioso ante las expectativas de recesión o aterrizaje brusco de más economías y de retrasos en las rebajas de tipos de interés.
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