"Nosotros no nos debemos solo a los hinchas, nos debemos a toda la comunidad". Esa frase suele pronunciarla Galder Reguera, responsable de la Fundación Athletic Club, cuando habla con sus compañeros de puertas para adentro. Es una idea que ejemplifica así: "Imagínate a un padre que no sea futbolero con un hijo adolescente al que solo le interesa el fútbol. Pues es normal que se preocupe y que el Athletic para él sea una molestia o un problema. Si ese hombre, al llevar a su hijo al instituto, ve cómo fomentamos la lectura dentro de las aulas, nos puede sentir como un aliado en ese proceso y pensará: Oye, no me gusta el fútbol, pero este es mi club".
La filosofía deportiva del Athletic, que juega este sábado la final de Copa contra el Mallorca, es bien sabida: solo pueden militar en sus filas jugadores nacidos en Euskadi y en algunos territorios colindantes, o aquellos futbolistas que al menos hayan completado su proceso de formación allí. Dicha circunstancia convierte al club en una rara avis dentro del panorama futbolístico, pero esa singularidad resulta ser doble: resulta muy difícil encontrar otro equipo del mundo que presente una apuesta tan firme y sostenida por la cultura y los proyectos comunitarios. Parafraseando el arranque de Astérix, en un mundo cada vez más globalizado, una aldea poblada por irreductibles vascos resiste todavía.
El nacimiento de la Fundación Athletic Club se remonta al año 2002. Impulsada por el presidente Javier Uría, inicialmente puso sus miras en la potenciación del fútbol base, algo vital para llevar a la práctica la política del club. Tras la muerte de Uría, su idea había tomado cuerpo, pero se mantuvo en tierra de nadie hasta que en 2008 el club incorporó a Galder Reguera —nacido en Bilbao en 1975, licenciado en Filosofía y escritor—. Desde el primer día apostó por "dotar a la fundación de un programa fuerte de actividades con contenido que trascienda lo puramente deportivo".
El responsable de la fundación recuerda hoy la pregunta que se hizo cuando comenzó su andadura: ¿por qué el Athletic no podía ser una entidad que también programara cultura en Bilbao y participase en la transformación de la ciudad? Las primeras actividades consistieron en un certamen de redacción en los colegios y un concurso de fotografía deportiva, pero poco a poco, con esfuerzo y pedagogía, lograron convencer al entorno —"el entorno son los patrocinadores", puntualiza Reguera— para materializar proyectos más ambiciosos.
De esa manera nacieron dos citas tan sugerentes como el festival de literatura y el festival de cine que, con 15 y 11 ediciones respectivamente, se han convertido ya en todo un clásico del exiguo calendario futbolístico cultural español. Al principio fue difícil, recuerda Reguera, porque cuando apuestas por algo que hibrida esos dos conceptos, fútbol y cultura, "no tienes ni al público del fútbol ni al de la cultura, sino ese pequeño espacio donde los dos interseccionan. Lo mismo pasaba a nivel de impacto: antes, la prensa cultural no lo cubría porque era fútbol y la prensa deportiva tampoco porque no tenían las herramientas suficientes".
El festival de literatura y el festival de cine cuentan con 15 y 11 ediciones, respectivamente
Ambos festivales se encuentran ya totalmente enraizados en el club, desde los aficionados hasta los jugadores del primer equipo. Y es que un aspirante a futbolista que en su día llegase a las instalaciones de Lezama —vivero de la cantera rojiblanca— con nueve años, lleva desde 2009 siendo conocedor de estas actividades culturales y las entiende como algo inherente a la entidad. Un detalle que revela hasta qué punto forman parte de la identidad del club: en las últimas elecciones a la presidencia, todos los candidatos hablaron de ambos festivales en su campaña.
La primera edición de Letras y Fútbol se clausuró con una charla del peruano Juan Villoro, autor que tanto ha aunado ambas disciplinas. "Y no vino nadie, quince personas —rememora Reguera—. Para mí fue muy triste, porque siempre tienes ese punto de responsabilidad al traer a alguien y porque él venía de llenar un recinto de ochocientas personas en una universidad mexicana". Recuerda perfectamente que Villoro, lejos de lamentarse, le dijo que la cultura se construye ladrillo a ladrillo y que se puede producir un diálogo aunque acuda una sola persona. Años después, el escritor repitió en otra edición y la sala estaba a rebosar. "Eso refleja la evolución del festival, es reconfortante ver que el edificio de la cultura en el Athletic Club ya se ha construido", añade Reguera recogiendo la metáfora que le lanzó Villoro.
La nómina de escritores que han pasado por allí es vastísima, por lo que es imposible reproducirla al completo, pero basta mencionar algunos nombres a modo de mínima muestra: Héctor Abad Faciolince, Eduardo Galeano, Milena Busquets, Eduardo Mendoza, David Trueba o Martín Caparrós.
La vertiente literaria del club pasa de la teoría a la práctica con la campaña de promoción de la lectura. Editan un libro inédito al año con una tirada de ocho mil ejemplares que reparten de manera gratuita en los centros educativos. Uno de esos títulos, para rizar más el rizo, fue escrito por un futbolista de la primera plantilla, el alavés Óscar de Marcos, hoy capitán y uno de los jugadores que más veces ha vestido la camiseta del Athletic.
Dentro de esa campaña se encuadran también los numerosos clubes de lectura en los que participan de manera voluntaria futbolistas del primer equipo masculino y femenino. El libro elegido resulta de las propuestas enviadas por los aficionados. Reguera recuerda con especial cariño el caso de Mikel Balenziaga, hoy futbolista del Deportivo de La Coruña: "Nosotros preparábamos una biografía como jugador y como lector, y al preguntarle qué le gustaba, para que la gente atinara con las recomendaciones, me dijo que no leía nada. Se había apuntado porque sus compañeros le dijeron que el club de lectura ayudaba a empezar, así que pusimos eso en la biografía, que no era lector". Poco después escribió el profesor de una ikastola para decir que él había reunido a veinticinco chavales que tampoco leían, y que junto a Balenziaga podrían empezar Lo que mueve el mundo¸ de Kirmen Uribe. "Fue un éxito total", explica Reguera.
Respecto a Thinking Football, el festival de cine, el máximo responsable incluye un matiz: "No es un festival de cine y fútbol, sino de cine con fútbol para contar historias, en su mayoría sociales". Para vencer el tópico que sostiene que no abundan las películas de calidad que se aproximan al universo futbolístico, la organización lleva a cabo una búsqueda activa de cintas originarias de todos los continentes. Durante todo el año se peina la producción de cualquier país hasta encontrar alguna joya, aunque también abren una convocatoria de recepción de títulos y cuentan con la ayuda de dos festivales generalistas de Alemania y Brasil que les avisan si descubren algo que se ajuste a la temática.
"Me hace mucha ilusión ver a gente a la que no le gusta el fútbol pero viene al festival de cine", explica Reguera
"A mí me hace mucha ilusión ver a gente a la que no le gusta el fútbol pero viene al festival de cine —explica Reguera—, porque es gente que ha entendido que, si la película es buena, hay otras cosas detrás y el fútbol es lo de menos, como pasa con Ken Loach".
Reguera desvela una anécdota de la última edición de Thinking Football: antes de comenzar una proyección le dijeron que Mikel Vesga, futbolista del primer equipo, estaba haciendo cola en la puerta del cine junto a su mujer. Nadie le había invitado ni proporcionado un pase prioritario. "Que una estrella de Primera División venga al festival a ver un documental porque le interesa me parece la imagen perfecta que resume a este club", reflexiona Reguera.
Otra de las iniciativas culturales de la Fundación Athletic Club es el Bertso Derbia, es decir, el derbi de versolaris. El versolarismo es un arte encuadrado en la tradición oral del euskera que se cultiva desde el siglo XVIII: dos poetas improvisan versos siguiendo unas temáticas propuestas al momento y unas normas de rima y métrica. Ya se han celebrado más de veinte ediciones, siempre antes de los choques entre el Athletic y la Real Sociedad, ya sea en teatros, calles o explanadas de Bilbao y San Sebastián, según quién ejerza de local en el partido.
En el versolarismo, dos poetas improvisan versos siguiendo unas temáticas propuestas al momento y unas normas de rima
"No es una pelea de gallos, no se busca humillar al rival, pero sí demostrar que se tiene más ingenio y se juega mejor con las palabras —aclara Reguera, impulsor de la iniciativa—. A mí me enorgullece mucho porque creo que es la única actividad cultural del mundo entre dos equipos de fútbol celebrando y fomentando la rivalidad". Además, cuando el bertsolari se sube al escenario está legitimado a decir lo que quiera en tono burlesco, a la manera de aquellos bufones del rey, y en ese contexto pueden criticar hasta el modelo de club o la propia fundación. "Eso nos viene bien, porque la crítica es sana", asegura Reguera.
Pero la Fundación Athletic Club no solo se limita a proyectos culturales. Dentro de la amplísima gama de iniciativas se encuentran temas como la salud mental —han atendido a más de seiscientos jóvenes—, el medio ambiente —plantan árboles en el parque natural de Urdaibai para compensar la huella de CO2 emitida por sus primeros equipos— o el refuerzo del euskera, ya que, en palabras de Reguera, "los chavales lo identifican excesivamente con el colegio y hay que intentar conquistar el espacio del ocio, fomentarlo dentro del deporte".
La fundación cuenta con una importante presencia en los hospitales, donde, entre otras cosas, otorga diplomas de buena conducta a los niños que atraviesan por tratamientos difíciles. Uno de los proyectos más destacados lleva el nombre de Ahalegina —ser capaz, en español—: entrenamientos gratuitos para niños con discapacidad intelectual orientados a la mejora de la psicomotricidad. Así lo explica Reguera: "Los mayores expertos en este ámbito están en las escuelas de fútbol. Los chavales van a Lezama con la ficción de que van a entrenar con el Athletic, lo que hace que nunca se borren y consigan resultados increíbles. Piensan que van a jugar al fútbol, pero están ganando herramientas que les ayudarán en su vida".
"Los clubes tienen algo que otras marcas no consiguen: que la gente las siente como propias", dice Reguera
Quienes desdeñan el peso que un equipo de fútbol puede tener en su entorno seguramente no reparan en la importancia que tiene el escudo en los proyectos sociales y educativos de la Fundación Athletic Club. Su responsable lo resume así: "Los clubes tienen algo que otras marcas no consiguen aunque inviertan millones en publicidad: que la gente las siente como propias". Esa percepción funciona en las dos direcciones, ya que el objetivo que se marca Reguera es que la gente de su comunidad piense: "El Athletic es tu club y tienes que sentirte muy orgulloso de él, entre o no entre la pelota".
Ante la pregunta de por qué cree que otros equipos no imitan el modelo de la fundación, Galder Reguera señala que "en espacios como los festivales pueden surgir temas como la homofobia en el deporte, el racismo, el feminismo, la violencia o el hipercapitalismo. Por ejemplo, nosotros proyectamos una película sobre el desplazamiento del hincha en el estadio el mismo año que en San Mamés se inauguró el área VIP. Algunos nos criticaron, pero yo me quedo con que esa reflexión haya sido planteada".
Reguera saca su lado más filósofo para concluir: "Los equipos de fútbol tienen miedo a la reflexión, a todos los niveles, y eso es un error. Es mejor caminar sobre dudas fuertes ya superadas que sobre convicciones débiles que pueden venirse abajo en cualquier momento".
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