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Robben paga el primer plazo

La entrada de Robben, así como las de Robinho y Baptista, fueron determinantes para que el Madrid superara al Betis en un mediocre partido.

PEPE Gª CARPINTERO / MADRID

A medio gas, convaleciente de su lesión, Robben comenzó a justificar su elevado coste. Pagó el primer plazo de los 36 millones de euros que tuvo que desembolsar el Real Madrid en verano para sacarlo del Chelsea.

El holandés necesitó poco más de media hora para menear a un equipo que sesteaba peligrosamente. Que, contagiado del fútbol plano del Betis, parecía encaminarse a otra decepción como la del pasado domingo en Valladolid.

La sombra de Capello

Hasta que Robben y Robinho aparecieron no hubo noticias del Madrid. Por lo menos de aquel Madrid que tanto se hartó de repetir Schuster al comienzo de temporada. Aquel que goleó al Villarreal, ese del jogo bonito y que parecía mandar al destierro de una vez por todas la era Capello. Almería, Werder Bremen y Valladolid ya fueron encuentros en los que la sombra de la vulgaridad comenzaba a asomar.

Al Bernabéu llegaba un Betis que no había ganado a nadie. Cúper fue fiel a su estilo. Encerró a sus jugadores atrás, esperando que el tiempo fuera corriendo y así las dudas fueran emergiendo en la grada. Lo consiguió. Sólo un lanzamiento de Sneijder y un error inverosímil de Mark González sacaron del letargo al aficionado. Y es que está bien plantear los partidos sin mirar al rival, pero dejar a Heinze y Torres contra los velocistas Odonkor y González es cuanto menos una temeridad.

Fiel a su libro de estilo, Cúper arengó a su equipo para que adelantara las líneas y el fantasma de Capello empezó a planear sobre el Bernabéu.

Sneijder caía demasiado al centro y abría una autopista ante Heinze que, evidentemente, era utilizada por el rival. Higuaín tiene pundonor, pero su definición deja mucho que desear y eso provoca que se eche demasiado en falta a Van Nistelrooy. Hasta que Schuster se acordó de las bandas. Tiró de Robben y Robinho, Raúl echó, como siempre, una mano, y Baptista cerró la mediocre faena madridista con una chilena que, al menos dejó un regusto a espectáculo.

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